El caso Villarejo-Corinna-CNI-Juan Carlos
El legado de D. Juan Carlos de Borbón está abierto en canal ante la opinión pública, no hay tertulia que no lo tenga en su escaleta casi siempre con pobre aliño indumentario, al albur de la menor provocación o por exigencia del guion (audiencia). La prensa internacional entrará en el tema a la menor oportunidad o incitación. Solo la prensa clásica, los llamados legacy papers locales, se mueven con cautela y con la estrategia de apartar semejante cáliz de su lista de temas a seguir y explicar. De alguna forma aplican la técnica Rajoy: no ver no entender, no atender y dejar que el tiempo cure y olvide. Una técnica que le ha llevado a un retiro poco honroso y a la ruina de lo que pudo ser un legado razonable.
No está claro en este momento cómo calificar el caso; ¿El del policía corrupto Villarejo?, ¿El de la despechada Corinna Larsen? ¿El de los servicios secretos pillados en falta inexplicable? O el del reputado rey Juan Carlos, el que trajo la democracia a España, el que encabezó la etapa más próspera de la historia de España, arruinado por los excesos de sus últimos años de ejercicio. Cualquiera de las denominaciones concluye con un serio problema para el legado de D. Juan Carlos Borbón y, al mismo tiempo, un borrón para la historia reciente de España.
Ignoro quién ejerce de responsable para gestionar este caso más allá del juez que recaba información y de otros que pueden actuar en breve. Desde luego que en los despachos de la policía (Interior) hay profesionales que se ocupan y que trabajan a las órdenes del juez y quizá de alguien más. Desde luego en el CNI (Defensa) el general Sanz Roldán se ocupa intensamente del tema y reporta a la Ministra y al Presidente. Desde luego que en la Moncloa y en la Zarzuela (Felipe V) dedican atención al caso. Y desde luego que D. Juan Carlos y sus amigos más fiables analizan cómo y cuándo actuar, si hay que dar explicaciones o qué deben hacer.
Asusta pensar que tanta gente (también la Fiscalía, la Agencia Tributaria, la oposición...) se ocupen del problema y desplieguen estrategias contradictorias que acabarán enredando la madeja con resultados, probablemente desastrosos, ya que no irán por la vía de colocar a cada cual en su sitio, desvelar y ordenar los hechos, los intereses y las conductas.
Que un tal Pepe Villarejo (policía de averías) despliegue su propio guión con intereses personales muy urgentes es inquietante. Que nadie haya sido capaz de parar al personaje hace años y de advertir su catadura es más inquietante. Y otro sí para la señora Corinna Larsen y su corte. Al otro lado el papelón del director del CNI no puede ser más indecoroso al tiempo que ineficiente. Su mismo protagonismo es la antítesis de lo que debe ser un servicio de inteligencia, entre cuyos méritos figura evitar y resolver sin que se note.
No menos complicado es el papel de D. Juan Carlos, cuyos servicios a España y los españoles son innegables y sobresalientes, pero cuyos actos durante los últimos años de servicio son injustificables por irresponsables. Solo la edad excusa los excesos de la una persona tan entrenada y perspicaz como él.
Al Estado (al Gobierno, al Poder Judicial...) corresponde aclarar el caso, colocar a los protagonistas (empezando por Villarejo y Corinna) en su sitio y luego propiciar la exigencia de responsabilidad al Rey anterior, precisamente por aplicación de su propia doctrina: todos iguales ante la ley. Eso sí, sin inquina, con ponderación y sentido común, sin dejarse arrastrar por los que viven del (y en) el lodo. Este es un caso mayor, serio, duro, con el que la reputación de España se pone a prueba, lo cual significa costes elevados para los españoles. Como habrá que entrar en el tema, a fondo... háganlo bien.