¿Cuánta presión resiste el PP antes de la implosión?
El centro derecha está “desarticulado, dividido y enfrentado” dijo Aznar hace pocos días, vísperas del mutis por el foro de Rajoy. Los hechos le dan la razón con una precisión, más que el centroderecha hay que decir que es el Partido Popular, refundado por Aznar durante los primeros años noventa, el que pasa por ese trance que a algunos les puede parecer insólito.
No era muy difícil percibir semejante posibilidad desde meses atrás, incluso desde hace años. El descalabro de las últimas elecciones europeas (mayo de 2014), cuando el PP de Rajoy perdió cuatro millones de votos con un registro del 26% fue el primer aviso de lo que les aguardaba. Las elecciones de 2015 y 2016 dieron nuevos avisos, muy mal interpretados por los dirigentes del PP (Rajoy, Soraya, Cospedal…) que se excusaron y consolaron con el dato de que los socialistas estaban igual o peor y que, al fin de cuentas, seguían siendo primeros y gobernando.
La confirmación de que el “rey estaba desnudo” les ha llegado con una moción de censura inesperada que les ha devuelto a la realidad que no es otra que partido sin rumbo, sin liderazgo y sin proyecto. Los errores de juicio y de actuación de Rajoy (secundado siempre por su Soraya) ante temas tan críticos como Cataluña y la corrupción son de tal calibre que su salida era (y es) inevitable. Lo están haciendo de la peor manera posible, sin controlar el proceso ni minimizar los daños.
Ahora Rajoy anda de visita a su olvidado Registro de Santa Pola, donde registró muy poco hace muchos años, y su sombra (Soraya) pretende defender un legado, una trayectoria que les ha llevado donde ahora están. No es menos responsable la señora Cospedal, secretaria general del partido que trató, sin éxito, de pasar página en la organización del partido y no llegó mucho más allá de despedir a Bárcenas en diferido.
Así que “desarticulado, dividido y enfrentado” un PP sin padre ni madre tiene que resolver en pocas semanas problemas acumulados y agravados durante muchos años. Rajoy no preparó nada, le importó una higa lo que podía llegar cuando faltara, ni siquiera empezó a preparar el relevo. Su lógica ha sido simple: “después de m… que arreen”. Y vaya si están arreando. Lo que vayan a decidir los militantes el próximo día 5 y, según como salga, los compromisarios el 21 de julio, no lo sabe nadie. No sirven encuestas ni el olfato, como no hay precedentes no hay forma de hacer prospectiva, ni siquiera para influir en los que vayan a votar.
Podemos especular con los distintos nombres en liza, con sus méritos y deméritos, con las oportunidades que encierran y los riesgos que aportan, pero todo ello es especulativo y abierto. Sirve para llenar informativo y ocupar espacio en los medios. Me pegunto ¿Cuánto presión resiste este PP hasta el punto de implosión? La implosión es “acción de romperse hacia dentro con estruendo las paredes de algo cuya presión interior es inferior a la externa”. La segunda acepción es también significativa: “Fenómeno cósmico que consiste en la disminución brusca del tamaño de un astro”.
¿Cuántas paredes del PP van a caer durante los próximos treinta días? ¿Cuánta pérdida de tamaño va a sufrir la marca? ¿Resistirá la marca o como cuando se derrumbó la UCD las distintas familiar se irán con la música a otra parte?
La experiencia de estos últimos tiempos, no solo en España, es que la realidad desborda las previsiones. ¿Quién imaginó hace solo treinta días que Sánchez iba a ser el titular de La Moncloa con apariencia de comodidad? Pues eso, que ocurre lo inesperado, que el PP puede ser mucho menos de lo que parecía.