Lecciones tras unas notas de prensa confusas
Durante unas pocas horas pareció que la Fiscalía del Supremo proponía una reducción de condena para Urdangarin y varios más y no pocos tertulianos se despacharon a gusto con lo que todo ello podía significar de conspiración de Estado y choteo de la Justicia. El origen era una nota de prensa de la Fiscalía que resumía, con poco acierto, un recurso de más de cien folios con redacción enrevesada (la llaman técnica) que plantea distintas alternativas al Tribunal en función de distintas calificaciones penales para los hechos juzgados.
Hicieron falta otras dos notas de prensa aclaratorias para conseguir resumir lo esencial del recurso de la Fiscalía. El resultado final es lo menos parecido a la conspiración para salvar a los parientes el Rey, ya que el recurso de la Fiscalía del Supremo se sitúa más cerca de la petición del fiscal de Palma (que muchos calificaron de excesiva) que de la sentencia de la Audiencia balear.
Fueron errores sucesivos los que provocaron una lectura falsa, por apresurada, del recuso. Fallo de la justicia, pero también fallo clamoroso del periodismo en dos fases, la del gabinete de prensa y la de los medios. Un error que se compadece mal con el hecho de que el periodismo judicial goza de buena salud y cuenta con profesionales muy capacitados y competentes, que saben lo que se traen entre manos. Sospecho que aquí entraron, emocionados y atropellados, gentes que no estudian, que no se atienen a las recomendaciones del oficio (apuntar antes de disparar, leer antes de sacar conclusiones, preguntar y asesorarse antes de informar y afirmar) con un resultado final decepcionante que confunde a los ciudadanos y produce descrédito. El oficio del periodismo es explicar a la gente lo que pasa, lo que les interesa y hacerlo de forma clara y ajustada a la verdad. Así de sencillo y de complicado.
Aceptamos que el recurso es largo y enrevesado, que la fiscal que lo ha redactado no se ha preocupado por la claridad y por ese principio que debe presidir esos escritos: que se entiendan. Pero no exime al periodista de tomarse su tiempo, de leer atentamente y de preguntar, que forma parte de la naturaleza del oficio. Empezando por los señores del gabinete de prensa, a los que no tengo el gusto de conocer, que ante un recurso tan caliente deberían haber extremado las cautelas. La fiscal, por profesionalidad y prudencia, debería haber supervisado esa nota de prensa inicial. Fallaron los procedimientos (supongo que los hay) y el resultado ha sido malo. Pero todo ello no excusa a los periodistas que se tragaron la primera nota de prensa sin el debido contraste con el texto del recurso. Es cierto que eso requiere tiempo y que las noticias queman, pero hace más daño el error por precipitación que el retraso por precisión.
Recuerdo que en las discusiones del primer libro de estilo de El País, meses antes de su salido al quiosco, dedicamos alguna sesión a razonar sobre la naturaleza de las notas de prensa. Son fuente de información (y también de desinformación) que requieren contraste, ponerlas al trasluz y detectar lo que ocultan o lo que llevan de despiste. Con esa cautela, con un repaso al recurso, la información hubiera sido correcta y evitado el descrédito y la confusión, que perjudican al periodismo y a la justicia. ¿Servirá la lección?, sospecho que no, la presión por la urgencia y el brochazo fácil se imponen al rigor y la profesionalidad. Así nos va.
En cualquier caso he podido leer en varios diarios una interpretación cabal del recurso (buen periodismo), aunque el impacto de las tertulias matutinas de ayer habrá sido mucho mayor que las reposadas notas de unas horas más tarde.