Promete bajar impuestos, pero... ¿puede?
Sostiene Rajoy que puede bajar los impuestos (el IRPF) hasta dos puntos a lo largo de la tabla, si repite al frente del Gobierno. En campaña electoral ese tipo de promesas forman parte de la liturgia de las promesas. Otra cuestión luego es el cumplimiento. En materia fiscal la credibilidad de Rajoy es muy limitada, el currículum no le ayuda.
Prometer bajar impuestos y simultáneamente trasladar a los socios de Bruselas que si sigue siendo Presidente ajustara las cuentas públicas para reducir el déficit y entrar en la senda de la consolidación fiscal. No dijo cómo piensa hacerlo, pero si se propone bajar la tarifa de renta convendría que completara la propuesta con las contrapartidas, es decir que otros impuestos van a recaudar lo que falte o que partidas de gasto se van a reducir. De momento estamos a la espera de la siguiente fase de la propuesta.
Los otros candidatos han resistido la tentación de aludir a la rebaja de impuestos, para conformarse con promesas que tienen bastante que ver con aumento de gasto, con el viejo principio de que “gobernar es gastar”. Gastar es lo fácil, vale con dejarse llevar por la inercia y por la amabilidad o comodidad con cuantos reclaman algo del Estado, que no son pocos.
La promesa de bajar impuestos cuando las cuentas presupuestarias están tan desequilibradas y sometidas a observación, roza lo temerario. El argumento de la servilleta de Lafer, la famosa curva que pretendía que bajar impuestos aumenta la recaudación, no ha sido utilizado por Rajoy que es resistente a las falacias y los mitos.
España necesita una reforma fiscal a fondo porque el sistema está gripado, funciona pero con eficacia muy limitada. Con tipos impositivos que se sitúan en la banda alta en la comparación con demás socios de la Unión, la recaudación se coloca en la banda más baja, casi a la americana. Los ingresos crecen menos que los gastos, aunque ambos funcionen con inercia, por eso es tan difícil controlar el déficit y cumplir los objetivos de evitar déficit primario y reducir el monto de la deuda.
El problema fiscal español es que los ingresos son insuficientes para atender un estado social con menos gasto que la media europea. En ese marco la promesa de rebajar el IRPF es, cuando menos, aventurada, incluso irresponsable; más propia de quienes se sienten en esa amplia tolerancia que otorga vivir en la oposición.
Los datos de ejecución presupuestaria de los cuatro primeros meses del año, del Estado y de la Seguridad Social, son inquietantes, apuntan a que de nuevo se van a incumplir los compromisos asumidos en Bruselas. Sostener al mismo tiempo que se pueden bajar los impuestos y que habría que dedicar ingresos tributarios para completar las necesidades de las pensiones es como intentar sorber y soplar al mismo tiempo. No es posible, no es coherente.
Es sabido que las promesas de campaña son de baja intensidad, mera propaganda, pero convendría disimular un poco.