Campaña electoral: los debates con gaseosa
La campaña electoral en la que estamos embarcados por la impericia de los políticos de turno, tiene el riesgo de agotar a la audiencia. Casi todo está dicho, sobre todo lo que están dispuestos a decir los candidatos, que no es mucho. Una campaña gaseosa en contenido y en estrategia, hay pocas posibilidades de que haya sustancia, contenido, propuestas que llevan a pensar, a ponderar y valorar.
Los candidatos son conscientes de que el campo de juego está en las televisiones, en todos los programas que den entrada a los candidatos, mejor los de entretenimiento, con los que se puede pactar toda la escaleta, que los informativos y, sobre todo, los debates, que son más inciertos y comportan más riesgos. Todos los candidatos desfilarán, simpáticos y cercanos, por el entretenimiento, y no tanto en los informativos.
En principio los partidos tradicionales son renuentes a debates que no estén precocinados, mientras que los nuevos tienden a decir que sí a todo, porque necesitan exposición y tienen pocos cadáveres en el armario, por falta de historia. El problema ahora es que ya no hay nuevos, que todos acumulan historia y temores.
Iglesias busca la confrontación con Rajoy para reforzar la imagen de alternativa, mientras que Rajoy pretende la menor exposición. Los asesores de Sánchez van cambiando de foco a medida que las encuestas les sepultan al tercer lugar del podio, perdiendo el rango de jefes de la oposición. Y Rivera está dispuesto a casi todo porque se sabe ir de cuarto y necesita sumar todo lo posible, asumiendo riesgos mayores que los demás.
Tal y como están las cosas es posible un solo debate con los cuatro líderes, pero no está claro el formato: quién convoca, quién modera, con qué cadencia y escenario. Todas las cadenas han pedido el debate, de manera que no será fácil llegar a un acuerdo. Para el PSOE que se ocupe TVE no es aceptable, elegir una de las dos cadenas del llamado duopolio parece imposible y buscar un tercero neutral es complicado, después de la última experiencia con Campo Vidal y la Academia de la televisión.
Una salida sería mezclarlo todo, que la Academia convoque, pero que las tres grandes televisiones generalista (TVE, Mediaset y Atresmedia) aporten algo al proceso, por ejemplo moderadores, cámaras, producción... Lo cual puede acabar siendo un churro. Dejar a todos contentos puede ser el camino a la frustración colectiva.
Quedan los debates temáticos, el segundo escalón, o subóptimo primero. Puede que interese, pero también puede ser un fracaso con audiencias irrelevantes. Si por ellos fuera los programadores de las cadenas darían por concluida la campaña y a otra cosa, mariposa. Perciben que si meses atrás la política interesaba, ahora empieza a aburrir al personal.
Los debates a pares, que son los más fáciles de producir, no acaban de concretarse. Évole quiere repetir el Iglesias-Rivera, pero encuentra dificultades inesperadas, los artistas quieren, pero con condiciones que complican el acuerdo. Rajoy no ve ninguna necesidad de cara a cara y Sánchez solo aspira a uno con Rajoy, que es casi imposible. Así que mucha negociación pero poco espacio para el acuerdo.
No va a ser una campaña de ideas, ni de propuestas viables, más bien de descalificaciones y de ofertas bien sonantes, que luego quedarán en el,olvido por la necesidad de pactos que retorcerán todas las promesas. Una campaña que invita a desconectar, a dejar que pase, porque lo importante vendrá después de votar. Lo de ahora es gaseosa con mucho gas.