Podemos-UP, unir no supone necesariamente sumar
En vísperas de que unas nuevas elecciones se materialicen en el horizonte de finales de junio todos los contendientes afinan las estrategias electorales; unos tratan de anticipar sus conflictos internos para cicatrizar cuanto antes las heridas, y los otros se proponen esconderlos para llegar a la cita sin ensañar debilidades y vergüenzas. Ahora ponderan la eficacia de las estrategias para formar (o no) Gobierno con resultados muy desiguales y opinables.
En el PP se trata de imponer la idea de que Rajoy ha hecho bien en no moverse, algo que sabe hacer como nadie porque el personaje es resistencia sin esfuerzo, no hacer y dejar hacer. Así el tránsito de la campaña de noviembre/diciembre a la campaña de mayo/junio, se ha hecho sin un solo movimiento adicional; puede calcar la campaña repitiendo los mismos eslóganes y mensajes. La esperanza de Rajoy y del PP radica en la fidelidad de sus votantes que le seguirán votando aunque les maldigan, por identificación o por temor a lo que pueda venir. La emergencia de Podemos actúa como acelerador del voto miedoso a favor del PP. Y Rajoy no ha dejado ninguna rendija a la renovación aunque las facciones internas del PP son cada vez más claras.
Los socialistas están en plena confusión, como el resto de la socialdemocracia europea. Les muerden por todos los costados y no ganan en ninguno. La estrategia para hacer Gobierno les complica la campaña electoral inminente y la crisis interna va más lejos de la confrontación Susana-Pedro, hay otro boquete entre los veteranos con experiencia y los recién llegados a los despachos de Ferraz y su equipo de estrategia y comunicación que, según opiniones bastante generalizadas, no es el mejor de los posibles. Hay quien dice que es “de avería”.
Ciudadanos es un enigma, Rivera es el político más valorado, el más prometedor, el que expone ideas con más fuste, pero sigue afectado de inexperiencia, al menos atribuida; y el partido tiene agujeros territoriales que son determinantes. Tampoco se ha decidido a ocupar el espacio del PP como Podemos pretende, el de los socialistas.
El eje central de Podemos es ocupar la izquierda, toda la izquierda, con un modelo que desborda el tradicional de los partidos políticos aunque tiene las mañas más clásicas. Desde el comienzo de la aventura de Podemos estaban claros dos objetivos: primero borrar del mapa a Izquierda Unida, de donde proceden la mayoría, sin costes para ellos. Ni integración, ni fusión (nada del modelo PSP y PSOE) porque supone asumir demasiadas deudas y demasiados dirigentes no convenientes. Se trataba de laminar el viejo Partido Comunista (disimulado en IU) para resucitar otra cosa apta para el siglo XXI. Syriza era una buena referencia inicial que se ha desdibujado con el paso del tiempo, pero que sigue sirviendo de guía. Ahora renace, con más propaganda que calado, la posibilidad de un acuerdo con IU y aledaños, que daría la razón a quienes sostienen que Alberto Garzón es un submarino para llevar lo que quede de IU a Podemos, sin arrastrar deudas ni compromisos.
A favor de ese movimiento está el argumento de la suma de votos en diciembre a favor de Podemos, las confluencias, IU y sus añadidos y asociados. Todos juntos suman menos que el PP, pero algo más que el PSOE. Y ese es el objetivo estratégico de Podemos, ocupar el espacio preferente de la izquierda y desplazar a los socialistas, como en Grecia. Pero no está tan claro que las sumas sean automáticas, los electores son gente de todo tipo con motivaciones, incluso extravagantes, que sin difíciles de interpretar. Ninguna fusión da como sumando final más que el agregado de las partes.
Junio no es diciembre, en seis meses han pasado demasiadas cosas, los protagonistas se han expuesto mucho, y aunque las tendencias de voto duran, el panorama se presenta demasiado abierto. Puede pasar cualquier cosa, incluidas las no previstas o previsibles.