RUMASA, una agonía que duró 30 años
Dicen que resolver problemas complejos suele requerir el doble del tiempo que llevó crearlos. El caso RUMASA puede ser una prueba de ello. Creada por José María Ruiz Mateos el año 1961, RUMASA fue expropiada e intervenida el año 1983 y definitivamente enterrada esta misma semana. El Registro Mercantil cancelará la inscripción de la sociedad y aceptara su liquidación con entrega al Estado de lo que quede, unos 160 millones de euros. Algo más de treinta años para ordenar, limpiar y liquidar un grupo empresarial imposible, construido por la audacia de su promotor y la tolerancia de un Estado poco diligente.
Cuando RUMASA fue expropiada su desequilibrio patrimonial rondaba una cifra equivalente a dos mil millones de euros (de entonces) que el Estado tuvo que recomponer para atender a acreedores (depositantes de los bancos, proveedores, empleados, Hacienda, Seguridad Social...) y mantener los negocios en marcha. Luego hubo mucho ruido a cuenta del procedimiento de la expropiación (excepcional, como excepcional era el caso) y, sobre todo, las posteriores privatizaciones que pasaron por múltiples avatares.
Una primera lección de entonces se refiere a la debilidad del Estado, incapaz en poner coto a las prácticas de RUMASA, a sus impagos fiscales y a la Seguridad Social y. además, por los amaños contables. Hoy, muy probablemente, no hubieran llegado tan lejos. Otra lección se refiere a la ausencia de mecanismos legales y administrativos para evitar los excesos, para intervenir con suficientes garantías.
Posteriormente, durante la gestión pública de RUMASA, hubo falta de trasparencia y de explicaciones y exceso de tolerancia con el autor del desmán. Mientras los tribunales británicos y norteamericanos colocaron a Ruiz Mateos en su sitio (acusado y condenado) en pocos meses, los españoles se tomaron tiempo con instrucciones tediosas, dilatadas y sin profundidad. Los procesos de privatización estuvieron envueltos en demasiadas polémicas insuficientemente clarificadas, con dudas razonables sobre la limpieza de las adjudicaciones.
Liquidar RUMASA no ha sido fácil, se trata de un caso que forma parte de la historia reciente, un escándalo con varias caras que merece un relato final, al menos una explicación en el Parlamento sobre los costes de esa crisis y algunas conclusiones sobre las lecciones aprendidas, si es que alguien aprendió algo. Los españoles nos merecemos ese relato y esa explicación, al menos por vergüenza torera y respeto democrático.
Coda. París y Cataluña ocupan toda la agenda política y social, no se puede apartar la vista de ambos acontecimientos, pero conviene reparar que la vida sigue, que hay otras noticias que merecen atención.