Maduro, un adversario incómodo e indeseable
Dicen que la medida de cada persona la proporcionan sus adversarios; el gobierno español tiene un problema, el adversario del día se llama Maduro, extravagante presidente de Venezuela que lleva a la deriva y al desastre a su país y a sus paisanos. La defensa de Maduro, sus sistema de resistencia pasa por el discurso del enemigo exterior, siempre los Estados unidos, el capitalismo, la plutocracia… y algún otro pez menor. En tiempos fueron los vecinos colombianos, pero el presidente Santos ha evitado ese charco y no discute con el vecino, por un lado desdén y por otro distancia.
Así que el puesto lo está ocupando España que tiene muy poco que ganar y algo que perder en esa pendencia. Los que Maduro dice de España, de Rajoy, de Aznar o de Felipe González es disparatado; tanto que solo cabe el desprecio o respuestas contundentes. Como estas no son posibles solo queda lo primero.
La llamada al embajador para protestar forma parte de la retórica inútil. En realidad España tiene pocas bazas contra Venezuela, y todas ellas implican costes inútiles. Colar a Venezuela en la política nacional es un mal negocio; aguantar sus improperios también. La cosa tiene mal arreglo, seguramente lo más inteligente es bajar la persiana y bloquear el problema.
Los intereses españoles en Venezuela están afectados y comprometidos desde hace años, el mayor éxito es evitar el fracaso, salvar los muebles que se puedan, evitar ruidos, porque el país y Maduro van directamente al desastre una vez que los barriles de petróleo han dejado de ser el cuerno de la abundancia.
La Cumbre de Panamá abre nuevos horizontes en las Américas, España tiene que reforzar su posición política en el área porque tiene demasiados intereses comprometidos y porque un competidor que parecía dormido, Estados Unidos, ha decidido volver a ese espacio dejando de lado la arrogancia y la pretensión de hegemonía.
Una guerra diplomática, propagandística con Venezuela, con Maduro, es inconveniente y estéril. La mejor solución a los problemas es evitar que lleguen a serlo. En este caso esa solución no es posible, así que a falta de óptimo hay que lograr algún subóptimo.