Pablo Ibar en el juicio de 2019.

Pablo Ibar en el juicio de 2019.Pablo Ibar en el juicio de 2019.

Pablo Ibar, 28 años en prisión por un crimen que no cometió

El hijo del pelotari vasco Cándido Ibar, permanece en prisión desde 1994, primero bajo pena de muerte y, desde 2019 bajo cadena perpetua por un triple asesinato en el que ninguna prueba lo acusa directamente

La historia de Pablo Ibar da para mucho. Sobre él se han escrito libros y se han hecho series y documentales para contar una de las historias más extrañas y rocambolescas de los últimos años. Y matizo rocambolescas porque HBO hizo un documental que solo se puede ver en Europa pero del que ha privado al público estadounidense. Sin explicar por qué.

“Resulta extraño que no haya un documental de Pablo Ibar en Estados Unidos, siendo el caso que es, cuando sí ha habido de otros muchos casos”, explica Andrés Krakenberger, portavoz de la Asociación Pablo Ibar-Juicio Justo, a republica.com. 

Pablo Ibar, hijo de Cándido, y sobrino del boxeador Urtain -campeón de Europa de pesos pesados- nació en 1972 en Fort Lauderdale (California, Estados Unidos) allí quiso seguir los pasos de su padre, reconocido pelotari, hasta que una lesión le impidió continuar con su preparación cuando su debut como profesional parecía inminente.

A los 21 años, Pablo Ibar recibe la noticia del cáncer de su madre por lo que se traslada desde Connecticut, donde residía con Cándido, hasta Florida para estar con ella. Y allí, en Florida, comenzaron los problemas de Pablo. El mayor de los Ibar -tiene un hermano, Michael, un año menor- se rodea de malas compañías y se mete en algunos líos, “nunca fui un santo”, reconocía el propio Ibar. Es en Florida también donde conoce a la que a la postre será su mujer, Tanya Quiñones. 

Tan solo un año después de trasladarse a Florida sucede un extraño asesinato del que todavía hoy no se ha podido lograr una respuesta clara. Un triple asesinato en una casa de la urbanización Miramar en el distrito de Broward (Florida). 

Los crímenes de Miramar

En aquella casa, un 27 de junio de 1994, aparecen golpeados y tiroteados los cuerpos de Casimir Sucharski, dueño del club nocturno "Casey's Nickelodeon", y de las bailarinas Sharon Anderson y Marie Rogers. Todo quedó grabado gracias a una cámara que Sucharski -propietario de la casa- había instalado en el salón. En aquella grabación, en VHS y de mala calidad se puede ver lo sucedido. 

El caso es de los más recordados en Florida, no solo por lo sucedido si no por la inversión que hay en él. Es uno de los casos más caros del estado.

En aquella grabación dos personas entran por la puerta corredera del salón -una con gorro y gafas, y la otra tapándose la cara con una camiseta- y se ve cómo golpean a Sucharski, Anderson y Rogers y cómo se llevan el dinero de que el propietario del club nocturno guardaba en sus botas. Una grabación de 22 minutos donde incluso se llega a ver a uno de los dos delincuentes durante apenas unos segundos secarse el sudor con la camiseta.

Y es en ese mismo momento, en ese fotograma que se extrae de la cinta de VHS, hace ya 28 años, donde arranca el calvario de Pablo Ibar. 

Los detectives Paul Manzella y Craig Scarlett, que trabajaban en una comisaría de Miramar, recibieron esa imagen de VHS, borrosa, en blanco y negro, alterada para intentar hacerla más nítida, y creyeron reconocer a esa persona. Aparentemente, esa persona era un chico de 22 años que estaba en el calabozo de la comisaria por acompañar a unos amigos a robar una casa; él esperaba paciente en el coche pero también fue detenido. Hay que recordar que Ibar no era un santo y que arrastraba varios “líos” con la policía por culpa de las compañías. 

Con esa imagen borrosa y sin ninguna otra prueba Pablo y Seth Peñalver, otro de los chicos detenidos, fueros acusados de triple asesinato.

La imagen de VHS parecía incriminar directamente a Pablo pese a que no se veía claramente y pese a que él no estaba en aquel momento en aquella casa. Tampoco estaba cerca. Ibar se encontraba aquella noche en casa de Tanya Quiñones, la que por aquel entonces era su novia -como así reconocieron ambos en el juicio-. La coartada se contrastó con la factura telefónica donde aparecían las llamadas de la hermana de Tanya a Irlanda, donde estaban sus padres de vacaciones, para ‘chivarse’ de que Pablo y Tanya habían pasado la noche juntos en casa. 

No obstante, esta prueba no funcionó en este primer juicio como tampoco funcionaron las pruebas que podrían exculparle. Una de ellas fue un soplo que llegó días antes del asesinato de Miramar a la comisaría donde se avisaba que la familia mafiosa Gambino quería acabar con la vida de Sucharski. El soplón aparecería muerto días después. Pero Paul Manzella y Craig Scarlett seguían obsesionados con Pablo. 

Un juicio lleno de problemas

Así las cosas, el primer juicio celebrado en 1997, sin más pruebas que la foto y el testimonio de un vecino de Miramar, Gary Foy que aseguraba haber visto a Pablo Ibar y a otra persona más en el coche de Sucharski -que resultaría ser Seth Peñalver-, fue declarado nulo por 10 a 2 ya que el juez consideró que sin pruebas de ADN, ni huellas dactilares y con el testimonio de un testigo que tenía problemas con Ibar y con las drogas no se podía establecer una conclusión. Pese a ello, Ibar no fue puesto en libertad.

Los problemas para Ibar no harían más que complicarse y es que en el segundo juicio su abogado Kayo Morgan fue detenido por violencia de género. Pablo se enteró del hecho en una visita a los juzgados donde encontró a Morgan arrestado. En aquel momento, Pablo reconocía a Nacho Carretero, periodista, “pensé: de esta no salgo vivo”. Tras este hecho, Ibar presentó una moción de cese del abogado que fue denegada por el tribunal y otra solicitando un aplazamiento del juicio que sí fue aprobada. La familia, todavía hoy, sigue preguntándose porqué se rechazó la petición de cambio de abogado.

La desastrosa labor de Morgan al frente de la defensa de Ibar llevó, tanto a la prensa de Estados Unidos como al propio abogado, a reconocer que Pablo sufrió “indefensión”. Antes de morir, Morgan aseguró en una declaración jurada que su capacidad para representar a Ibar durante el juicio de 2000 “fue deficiente, especialmente en el nivel exigido para un caso de pena de muerte. Pensé que podía superar las circunstancias, pero me equivoqué. El juicio estuvo plagado de ejemplos de mi debilidad y de mis pobres esfuerzos por responder a una agresiva fiscalía”. Cabe decir que en este segundo juicio, y tras la detención del abogado de Ibar, su causa y la de Peñalver que sería condenado a muerte, quedan separadas.

El fiscal, Chuck Morton, machacó a Morgan y logró colmar los sentimientos de la familia de las víctimas: querían la condena a muerte para Ibar y así fue. Pablo Ibar era condenado a muerte en el año 2000 -nueve votos a tres- por una foto borrosa con la que había un escaso parecido. No se encontraron restos suyos de ADN -sí de dos personas no identificadas “y que la fiscalía no investigó” cuenta Krakenberger- en la camiseta con la que supuestamente se secó el sudor. Tampoco un fisonomista pudo asegurar que el de la foto fuese Ibar.

En estas irregularidades en la cadena de custodia hace especial referencia el abogado de Ibar “sin culpar a la fiscalía se ve como en un documental grabado en el 2000, un periodista preguntó al fiscal por las pruebas y este sacó de debajo de su escritorio una caja con todas las pruebas mezcladas. Las cosas en aquel entonces se guardaban así porque no se sabían cosas sobre el ADN que ahora sí”. Más tarde, la camiseta tendría trazas de ADN de Pablo.

Tras las múltiples apelaciones de la defensa de Ibar, el Tribunal Supremo de Florida declara el segundo juicio contra Pablo Ibar nulo, igual que ocurriese en 1997 y manda repetir el juicio. Así las cosas, como cuenta Krakenberger para republica.com el juicio volvía “prácticamente a la casilla de salida”. 

“El Supremo de Florida no puede declarar la libertad de Ibar por lo que lo único que puede hacer es volver a repetir el juicio”, asegura el portavoz que reconoce que no le gustó la actitud de los jueces que apenas dejaron hablar a la defensa interrumpiendo con continuas preguntas.

Una vida en prisión

Cabe señalar que hasta que Pablo no entra en el corredor de la muerte, procedente de la prisión de Broward County, no ha podido abrazar a Tanya, ni tampoco a Cándido. Todas sus conversaciones durante seis años desde 1994 hasta el año 2000 han sido telefónicas

La entrada en el corredor de Pablo hizo que por fin pudiera tener audiencias privadas con Tanya, con Cándido o con Michael. Ibar lleva hasta ese momento 22 años en prisión, los mismos con los que entró. Media vida en la cárcel esperando a la muerte. Ahí es donde se casa con Tanya. Ahí es donde tiene a sus dos hijos, Giorgio y Javier Andrés. Ahí es donde en 2016 vuelve a tener la esperanza de salir del corredor. 

Y es que en 2012, Seth Peñalver se convirtió en el ciudadano 142 en ser exculpado y librado de la pena capital. En el juicio, el jurado exoneró al amigo de Ibar asegurando que no había pruebas que relacionasen al hombre de gafas y sombrero con él. Por lo que la pena quedaba anulada y el mexicano salía en libertad tras pasar 16 años en prisión.

La vida para los hijos de Pablo ni fue ni está siendo fácil. En Estados Unidos ser hijo de convicto no es nada sencillo, tampoco para Tanya ser la mujer de un condenado a muerte; pudo dar la espalda a Pablo pero siempre se ha mantenido a su lado. Cada sábado.

También Michael, su hermano, lo ha pasado mal. El pequeño de los Ibar reconoce a Nacho Carretero que no ha sido fácil “ser hermano de un condenado a muerte es un problema. Cuando alguien me conoce lo primero que hace es buscar mi nombre en Google” y asegura que Pablo le ha llegado a animar a él. Además, asegura que cuando Pablo ingresó en prisión, la policía le paraba a diario, siempre con una excusa distinta para pedirle la documentación, subirlo al coche patrulla o incluso golpearle o robarle dinero. 

Pablo Ibar
Pablo Ibar en el juicio de 2018 que le condenó a cadena perpetua

Krakenberger rechaza hablar de opinión pública sobre el caso de Pablo pero sí de “opinión publicada” y critica a los medios de comunicación americanos que, cuando se le condenó a pena de muerte, abrieron sus diarios tachándolo de sanguinario asesino “con ese carácter típico americano” pero “cuando el Supremo de Florida ordeno la repetición del juicio sí fueron mucho más respetuosos ya que el pronunciamiento dejaba claro que las pruebas eran escasas y débiles”, asegura.

En la casilla de salida

El último juicio contra Pablo Ibar se celebró en 2018. Una vez más el juicio vuelve a estar plagado de irregularidades y en él se demuestra que las pruebas contra Pablo vuelven a ser una camiseta en la que después de seis comparativas muestra una pequeña traza de ADN y la foto borrosa tomada de la grabación de la cámara de la casa de Sucharski. 

Fuentes consultadas por republica.com, así como por el equipo de la defensa de Pablo Ibar, aseguran que los avances en materia forense son tales que el porcentaje de rastro de ADN que se pueden encontrar ahora es mucho mayor que en 1994. También, como explican, el rastro de ADN encontrado en la camiseta muestra una coincidencia parcial que claramente es una contaminación provocada por esas irregularidades en la cadena de custodia a las que hacía referencia el abogado.

En este juicio contra Pablo, volvió un viejo conocido de la defensa, el fiscal Chuck Morton que, jubilado, volvió de su retiro para estar en la parte acusatoria. Es en este juicio donde se pone de manifiesto todas las actitudes extrañas que rodean el caso. 

En este juicio arranca el esperpento. Gary Foy -el testigo que acusa a Pablo y Seth- reconoce que no recuerda lo ocurrido en varias de las preguntas que realiza la defensa de Pablo. Más tarde, llega a reconocer que señaló a Ibar y a Peñalver sin fijarse mucho porque tenía prisa y que podría haber señalado también a otros. Lo que apuntaba a que una de las principales pruebas contra Ibar, después de esto quedaba descartada. 

Gene Klemetzko, el compañero de piso de Ibar y Pañalver que aseguró en el juicio anterior que había visto cómo cogían un arma, declaró, por primera vez en 24 años, que le habían pagado 1.000 dólares por testificar en contra de Pablo Ibar y que quien había aprobado dicho pago era el detective del caso Paul Manzella. 

Sobre Manzella también declaró Jay Taylor, amigo de Pablo, que aseguró que el detective le había presionado para que acusase a Ibar aunque reconoció que él nunca lo había hecho. 

En 2012, en el juicio de Peñalver en el que fue absuelto, se presentaron unas cintas que la defensa de Ibar pidió seis años después. En esas cintas se podía ver a Sucharski en su club recibiendo graves amenazas por parte de otras dos personas. Cuando esas cintas son entregadas para el juicio de Ibar, había sido borradas -estaban bajo custodia policial- utilizando un imán para desmagnetizarlas como aseguró uno de los peritos en el juicio.

Tanya Quiñones y padre de Pablo Ibar, Cándido
Cándido Ibar y Tanya Quiñones en el juicio contra Pablo en 2018

Sorprende también que en este tercer juicio el detective Manzella asegurase que la única línea de investigación que siguió fue la de Pablo Ibar, ni la del soplón de la familia Gambino, ni la de las amenazas de los dos hombres que se veían en la cinta ni la de un hombre que aseguraba que su jefe le había mandado ir y quemar el coche de Sucharski. Nada.

El juez, en una también sorprendente decisión, no permitió a la defensa recordar al jurado que Seth Peñalver había sido absuelto en 2012. Tampoco permitió a la defensa informar de las irregularidades de los laboratorios que analizaron el ADN de Ibar. 

Por tanto, en 2019, cuando todo apuntaba a que el jurado declararía a Pablo inocente, nuevo jarro de agua fría. Al no haber unanimidad para condenarlo a pena de muerte, se le condenó a cadena perpetua. 

Y ahora, ¿qué?

Krakenberger rechaza hablar de optimismo o pesimismo en lo que al juicio se refiere y asegura que la defensa buscará determinación con “una máquina del tiempo a efectos apelatorios y nos plantáramos en el año 2000, con todas las apelaciones posibles. Aquí hay una injusticia y debemos corregirla”. 

La primera apelación será ante el Tribunal de Apelaciones del 4º Distrito del estado de Florida, apelación que ya ha presentado Joe Nascimento y que está a la espera de vista oral y que asciende a los 200.000 dólares “que tenemos que conseguir a través de crowdfunding”. 

Las ayudas del Estado y del Gobierno vasco están solo destinadas a ciudadanos españoles que afronten condenas de pena de muerte, por lo que ya recibieron en su momento esa ayuda en el año 2000 pero ahora se antoja imposible. 

Esta apelación se hará en base a los hechos del juicio. “Hablaremos de la mala praxis del juez y fiscalía en el juicio de 2018 pero no solo de este juicio, sino también de lo ocurrido con la contaminación de las pruebas”.

En esta apelación se volverá a hacer hincapié en que el ADN hallado en la camiseta no puede corresponderse con el de Ibar ya que “la cantidad que debería haber de ADN de Ibar sería mucho mayor de la que hay ya que el perpetrador del crimen se limpió el sudor con ella”.

Explica que en este nuevo tribunal de apelación el panel de jueces estará conformado por tres jueces y no por siete como en en Supremo de Florida pero el funcionamiento será similar al que ya ocurrió en 2016. La defensa tomará primero la palabra y luego le seguirá la acusación. Una vez ocurrido esto, los jueces deliberarán “y espero que para estas fechas -de 2023- tengamos ya una decisión, espero, de repetir el juicio”.

“En caso de que esto no suceda, las próximas apelaciones serían, Tribunal Supremo de Florida, luego dos tribunales de apelación federales y el último que sería el Tribunal de Apelación de los Estados Unidos. Pero vamos, espero no tener que ir a eso porque no sé cuantos años serían, visto lo que llevamos”, asegura Krakenberger.