Padre Georg se acercó lentamente, se arrodilló, colocó con delicadeza el Evangelio sobre el ataúd, besó la madera de ciprés… Y el Vaticano entero contuvo la respiración. Porque la imagen afectuosa del último adiós a Benedicto XVI era también el símbolo del principio de lo que ya se espera como una vendetta en toda regla de quien fue fiel secretario, amigo, consejero y confidente del Papa emérito contra el actual Papa Francisco. De hecho, ya ha comenzado.
Monseñor Georg Gänswein ha decidido contar todo lo vivido junto Joseph Ratzinger desde que la Iglesia unió sus vidas en 2003. Todo. La venganza tiene título: "Nient'altro che la verità" (Nada más que la verdad"), un total de 336 páginas llamadas a convertirse en todo un best seller y a alimentar las legendarias intrigas vaticanas. Las firma junto al periodista vaticanista Saverio Gaeta. Y promete revelar más de un secreto.
Por ejemplo: “Los escritos privados de todo tipo deben ser destruidos. Esto se aplica sin excepciones y sin lagunas”, le habría ordenado el Papa emérito, según ha publicado el Corriere della Sera. A decir del Gänswein, Ratzinger habría dejado también "instrucciones precisas, con indicaciones de entrega que, en conciencia, me siento obligado a respetar, relativas a su biblioteca, los manuscritos de sus libros, la documentación relativa al Consejo y su correspondencia".
"Ha llegado el momento de que el actual Prefecto de la Casa Pontificia cuente su propia verdad sobre las siniestras calumnias y oscuras maniobras que han intentado en vano ensombrecer el magisterio y la actuación de los Pontífice alemán (...), tantas veces injustamente denigrado por los críticos como 'Panzerkardinal' o 'Rottweiler de Dios', anuncia la editorial Piemme.
Garantiza material sobre el escándalo de Vatileaks (la filtración de documentos internos por parte del mayordomo de Benedicto XVI), los casos de pederastia, la relación entre el Papa emérito y su sucesor Francisco... Lo sabe todo porque nunca se alejó de él. Ha estado a su lado hasta su último suspiro. Desde la muerte de su hermano, ha sido su única familia junto a las cuatro mujeres consagradas a su cuidado.
En el Vaticano todos aguardan con interés y miedo la confesión sobre sus últimos años, que podría incluir algunos pecados teñidos de púrpura cardenalicia. Habrá que esperar hasta la fecha de publicación, el próximo 15 de enero, pero como en toda promoción que se precie, apenas 24 horas después del entierro ya circulan algunas filtraciones del contenido del libro. "Una historia auténtica y franca", palabra de la editorial.
"Mañana no vuelvas a trabajar"
Nada hace esperar más que elogios hacia su mentor (lo eligió como secretario personal cuando era solo un sacerdote alemán y lo ha mantenido a su lado hasta el final de sus días) y ninguno dedicado a su sucesor, el Papa Francisco. Se teme también un ajuste de cuentas con los que L'Osservatore Romano, el periódico vaticano, bautizó como "los lobos" que rodearon a Benedicto XVI y en cierto modo forzaron su renuncia.
De momento, Gänswein ha revelado que se quedó "sin palabras y bajo un shock" cuando el argentino le apartó de sus funciones como prefecto de la Casa Pontificia tras la dimisión de Ratzinger, en febrero de 2013. "Me dijo: sigues siendo prefecto pero a partir de mañana no vuelvas a trabajar".
El ya Papa emérito intentó, asegura, intercedió en su favor, pero todos los esfuerzos fueron vanos. "Creo que el Papa Francisco ya no confía en mí y quiere que seas mi guardián...", bromeó después Ratzinger con un punto de ironía.

El Papa Francisco presidió el funeral de Benedicto XVI
No es de extrañar que Gänswein sea visto ahora como un referente de la corriente más conservadora del Vaticano, la más enfrentada al Papa Francisco, la que Ratzinger logró contener mientras ambos papas hacían gala de una diplomacia ejemplar. El problema, explica en el libro, no era "tanto el de la convivencia de los dos papas, uno reinante y otro emérito, sino el nacimiento y desarrollo de dos peñas». Los seguidores de Benedicto XVI y los de Francisco.
Con el tiempo, precisa, "nos dimos cuenta cada vez más de que en realidad había dos visiones de la Iglesia" y que "estos dos grupos de fans" crearon una "tensión" a menudo basada en declaraciones o actitudes de Francisco y Benedicto y "a veces con invenciones", publica este viernes el Corriere della Sera.
De este periodo, el padre Georg cuenta que Francisco "partió el corazón" a Ratzinger cuando anuló la misa en latín que su antecesor había recuperado y consideraba uno de los hitos de su Pontificado. Tampoco gustó la negativa de Bergoglio a vivir en la residencia papal.
“Normalmente duermo como un tronco. Pero al pensar en el apartamento no pegué ojo», le dijo Bergoglio, que eligió vivir en la Casa de Santa Marta, una residencia mucho más modesta que los lujosos apartamentos en los que estuvo hospedado su antecesor hasta su renuncia. "Para mí es un problema de personalidad. Necesito vivir entre la gente y si viviera solo, quizás un poco aislado, no me haría ningún bien", le escuchó explicar a un grupo de alumnos de un colegio jesuita.
"Razones psiquiátricas", alegó después el papa Francisco, según Gänswein, al ser preguntado al respecto por un profesor. Él mismo intentó convencerlo para que cambiara de opinión: "Para todos los que pasaban por delante de la basílica vaticana al anochecer, la luz encendida en el Apartamento Pontificio era un punto de referencia". "Tuve la impresión", escribe, "de que los miles de kilómetros alejados de Roma no le habían hecho partícipe de tal sensibilidad”.
La grieta en el Vaticano
Cada frase del padre Georg parece ensanchar la grieta abierta entre el sector más conservador del Vaticano y el más progresista, el que apoya al Papa Francisco. Desde el fallecimiento de Benedicto XVI es más que palpable no solo la división interna, sino también los movimientos de la Curia en ambos frentes. A estas alturas, nadie cuestiona la difícil situación que tiene por delante Bergoglio.
Tras el funeral del jueves, lo han acusado de frialdad, de haber ofrecido un sermón sin referencias explícitas y personales hacia su antecesor, que ha sorprendido tras una relación de afecto que ambos han manifestado siempre y hasta el crítico Gänswein ha reconocido como tal "con intercambios de vino y dulce de leche argentino y dulces tiroleses y limoncello".
Se antoja obvio pensar que no le habrán gustado las declaraciones que el secretario personal de Benedicto XVI comenzó a hacer apenas abierta la capilla ardiente de su antecesor. Ni las voces que le sugieren que siga su camino y presente su renuncia a sus 86 años, con un pulmón maltrecho y obligado a desplazarse en silla de ruedas por sus problemas de rodilla.
Por ahora, no parece que se lo plantee. Es más, el panorama lo sujeta a la silla de de San Pedro, desde la que organiza el cónclave de cardenales para finales de este año con una ampliación a 2024 porque sabe que la cita traerá cola. Desde ahí escucha también las peticiones de quienes reclaman la canonización de su sucesor. Pero tampoco parece que eso esté entre sus prioridades.
La niebla que rodeó la Santa Sede para despedir a Benedicto se ha convertido, como el beso de Gänswein a su féretro, en otro símbolo del nebuloso futuro que espera a la Iglesia.