El 5 de junio de 1946, el entonces ministro de la Casa Real italiana, Falcone Lucifero, cumplió fielmente con el encargo del último rey de Italia, Humberto II: entregó un magnífico cofre al gobernador del Banco de Italia para su custodia. En su interior, había un verdadero tesoro de 6.732 brillantes y 2.000 perlas.
La fecha explica el porqué. Habían pasado solo tres días desde que los italianos habían aprobado en referéndum la abolición de la monarquía y el nacimiento de la república. Condenaron al exilio a toda la familia de la dinastía de los Saboya y el Estado confiscó todo el patrimonio real, mueble e inmueble.
Durante 75 años, la espléndida colección de coronas, diademas, pulseras, collares, pendientes y broches repletos de piedras preciosas ha permanecido ahí, en el Banco de Italia, escondida bajo llave. Hasta ahora. Porque los herederos de los Saboya se han propuesto sacar a la luz y recuperar las joyas de la corona. Y no parecen dispuestos a que nada se lo pueda impedir.
De hecho, después de un intento fallido de mediación para llegar a un acuerdo con el Gobierno italiano, han trasladado su reclamación a los tribunales. Los hijos de Humberto II solicitaron el pasado 10 de febrero la apertura de una causa judicial contra el Estado italiano. El caso de la monarquía contra la República Italiana, sí. Y el juez ha fijado fecha para la primera vista, el próximo 7 de junio.
El fascismo y las leyes raciales
La petición causa más que estupor en Italia. Nadie olvida los lazos de esta dinastía con la llegada del régimen fascista de Benito Mussolini. El mismo Víctor Manuel III, el penúltimo rey de los Saboya pidió al Duce que formase gobierno en 1922. Y está todavía grabada en la memoria nacional su firma en las leyes raciales que permitieron la deportación de los judíos italianos en 1938. Y no le perdonan tampoco su huida con toda la familia y el Gobierno tras firmar el armisticio en 1943, dejando el país en llamas y a los italianos en manos de los alemanes.
Víctor Manuel III abdicó tres años después en su hijo Umberto II. Era mayo de 1946. La corona le duró solo un mes. En junio, ya saben, se celebró el histórico referéndum. De hecho, los Saboya no han podido volver a poner un pie en Italia hasta el año 2002, después de que se derogasen, también con un referéndum, las disposiciones parciales que se lo impedían. Desde entonces sus descendientes no han cesado de reclamar sin éxito lo que ellos consideran que les corresponde por derecho.
Serán los hijos de Humberto II quienes se sentarán ante el juez como la parte denunciante. A saber, el ex príncipe Víctor Manuel de Saboya y las ex princesas María Gabriela, María Pía y María Beatriz. En frente, se sentarán los representantes de las instituciones que, según ellos, tienen alguna responsabilidad en el asunto: la Presidencia del Gobierno, el Ministerio de Economía y Finanzas y el Banco de Italia.
"A quien tenga derecho"
La clave de la estrategia de los abogados de los descendientes de Humberto II se encuentra en las palabras que Lucifero dejó escritas cuando entregó el cofre a Luis Enaudi, el entonces gobernador del Banco de Italia, elegido después (ironías de la Historia) primer presidente de la República Italiana. "Se entregan en custodia a la caja central para mantenerlos a disposición de quien tenga derecho, los objetos preciosos que representan las llamadas joyas de la Corona del Reino".
Entre los documentos desempolvados para sostener su causa, se encuentra también una frase que Luis Enaudi escribió en su diario respecto a aquel 5 de junio de 1946: "Mi impresión es que ese 'a quien tenga derecho' que mandó escribir el rey se refería a la familia real y no al Estado".
En estas líneas se esconde, interpretan los letrados, la prueba de que las joyas no formaban parte del patrimonio real incautado. Consideran que el Estado tiene la custodia de las joyas, que el Banco de Italia es solo un depositario, pero que la propiedad es de los Saboya.
Manuel Filiberto, el nieto de Humberto II, habitual de algunos programas de televisión, es el único que ha hablado hasta ahora con los medios para apoyar la tesis familiar. "Mi abuelo escribió [en realidad fue Lucifero en nombre del rey] 'a quien tenga derecho' y quienes tienen ese derecho son los herederos", ha declarado.
"Las joyas son de la Casa Saboya y deberían volver ahí", ha insistido Manuel Filiberto. "La familia está muy unida en esta batalla. Se han cumplido 75 años desde aquel 1946, es ya el momento de dar un paso para reclamar todo lo que es de Casa Saboya y obtener la devolución de los bienes privados de la familia", ha puntualizado en declaraciones al Corriere della Sera. "Es lo que han hecho con las familias ex reinantes de Yugoslavia o Bulgaria, incluso con los herederos de los zar", alega.
Manuel Filiberto ha sugerido también el posible destino del tesoro real: "Después, sería expuesto en Italia porque es parte de la historia italiana y nunca ha sido expuesto". Cierto, aunque la idea de emular a la Corona británica, con cobro de entrada a la muestra incluido para admirar las joyas, no es nueva.
Lo intentó la Región del Piemonte en 2006 para enseñarlas con motivo de la celebración de la celebración los Juegos de Invierno en Turín. Por aquel entonces era gobernador del Banco de Italia el hoy primer ministro del país, Mario Draghi, que estaba de acuerdo con una cesión temporal. Sin embargo, el silencio de la presidencia del Gobierno mantuvo el cofre en su caja fuerte.
Reclamación por 54 años de exilio
Solo un año después, en 2007, los Saboya enviaron una carta de siete páginas al entonces presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, y al primer ministro Romano Prodi para reclamar una indemnización de 260 millones de euros como "compensación por los daños morales de 54 años de exilio". Sus cuentas contemplaban 170 millones para el ex príncipe Víctor Manuel y 90 para su hijo Manuel Filiberto. Además, exigían la devolución de los bienes confiscados por el Estado en 1946.
Entonces no lo consiguieron. El Gobierno respondió enseguida para asegurar que no solo no creía tener que pagar nada a la ex familia real, sino que incluso estaba valorando "pedir una compensación a la misma familia por la responsabilidad que ha tenido en algunos de los hechos de la historia italiana".
Ya hay quien estos días ha retomado esta idea y sugerido que el Estado no devuelva las joyas de la corona, que algunos valoran en 300 millones de euros, pero que sí las recupere para mostrarlas en público. Como ha escrito el periodista Thomas Mackinson en Il Fatto Quotidiano, "si Italia ha decidido que las culpas de los padres no recaigan sobre las cabezas de los hijos, eso no quiere decir que tenga que adornarlas con tesoros que podría usar para resarcir en parte el daño al país".
Hoy, las únicas imágenes de las joyas de la Corona son reproducciones en blanco y negro, antiguas fotografías de la popular reina Margarita con sus famosos collares de perlas y las refinadas piezas de brillantes.
Los jueces tienen ahora la última palabra para decidir si volverán a ver la luz o permanecerán bajo llave.