El 28 de febrero de 2013, a las 11,42, Benedicto XVI, se asomó por última vez a la ventana del Vaticano: "a partir de las 20.00 horas no soy más el Pontífice de la Iglesia Católica, ahora soy simplemente un peregrino que inicia su última etapa de peregrinaje en esta tierra". Nueve años después, Joseph Ratzinger ha llegado al final de aquel recorrido para entrar en lo que él mismo había definido en vida "el nuevo mundo".
“Ya no pertenezco al viejo mundo, pero el nuevo todavía no ha comenzado realmente…”, confesó a su biógrafo, Peter Seewald, hace dos años. El "viejo" es el que dejó el papa de origen alemán cuando, tras dimitir, se retiró a vivir al monasterio de clausura Mater Ecclesiae, en el interior de Ciudad del Vaticano, donde ha fallecido. Allí lo acompañaban su fiel secretario personal, el arzobispo Georg Gänswein y cuatro mujeres, las denominadas Memores Domini de Comunión y Liberación que lo atendían.
Cuentan que desde hace tiempo su estado físico era muy frágil y su voz muy débil, casi imperceptible, pero que se mantuvo siempre lúcido y firme en sus opiniones y en sus convicciones religiosas. En realidad, no se le han conocido enfermedades graves, salvo una rara infección de la cara. Cada mañana le leían los periódicos (dos alemanes, l'Osservatore Romano y algunos italianos seleccionados previamente por el Vaticano), escuchaba música, rezaba. Él mismo explicó que ejercer de papa emérito significaba acompañar a la Iglesia católica con la oración. Así que rezaba mucho y recibía algunas visitas.
Como las que le hacía frecuentemente su sucesor y amigo, el papa Francisco. La última, poco antes de morir. Justo después de solicitar a los católicos que rezaran "una oración especial" por el papa emérito, "pidiendo al Señor que lo consuele y lo sostenga en este testimonio de amor a la Iglesia hasta el final”.
Lo había visto días antes de Navidad, como era tradición entre ellos, y entonces, las palabras de Francisco no hicieron presagiar un deterioro inminente. "Es un santo, un hombre de gran vida espiritual", contó Francisco hace sólo unos días tras visitarlo. "Lo visito a menudo y su mirada transparente me edifica. Vive en la contemplación… Tiene buen sentido del humor, es lúcido, muy vivo, habla bajo pero sigue la conversación. Admiro su lucidez. Es un gran hombre".
La vida de ambos se entrelaza porque han compartido un momento histórico en la Iglesia católica. Nunca antes hubo dos papas y ambos han demostrado que la convivencia es posible. Ratzinger insistía siempre en que "el Papa es solo uno" cuando se le señalaba la, digamos, anomalía, pero lo cierto es que no hay precedentes de un papa emérito. Tampoco es fácil encontrar renuncias al Pontificado previas a la muerte. Hay que retroceder más de seis siglos para hallar un gesto de tanta trascendencia. Sin duda es una de las señas de identidad de su papado.
"La conciencia tranquila"
"Tengo la conciencia tranquila", declaró hace un año Benedicto XVI al periodista italiano Massimo Franco en una entrevista para Il Corriere della Sera en 2021. "creo que he hecho bien en renunciar, ha sido una decisión muy sufrida, difícil, pero creo que hice bien. Algunos de mis amigos un poco 'fanáticos' todavía están enojados, no querían aceptar mi elección. Pienso en las teorías de conspiración que lo siguieron: algunos dijeron que se debió al escándalo de Vatileaks, algunos a una conspiración del lobby gay, algunos al caso del teólogo conservador lefebvriano Richard Williamson. No quieren creer en una elección consciente".
Habían pasado solo 8 años desde que fue elegido Papa. En aquel momento, Ratzinger alegó su avanzada edad para justificar su dimisión. "Después de haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, debido a la edad avanzada, ya no son adecuadas para ejercer adecuadamente el ministerio de San Pedro", comunicó en 2013. Aquella explicación nunca terminó de convencer. Sus comentarios al respecto, recogidos por Massimo Franco ocho años después, aludían a algunas polémicas que precedieron a su dimisión y que marcan también su biografía.
Como cuando en 2009 el sacerdote suizo Hans Küng, al que la Santa Sede anuló en 1979 la autoridad como teólogo católico, reclamó su renuncia ante lo que consideró "una cadena de errores en los que Benedicto XVI ha ido poniendo obstáculos en el diálogo de las iglesias cristianas entre sí y con otras religiones". O cuando un año después, se repitió la petición de renuncia del Papa durante las manifestaciones en Europa tras la difusión de una serie de escándalos de pederastia protagonizados por sacerdotes católicos.
O el ya famoso Vatileaks. El mismo Benedicto XVI habría recibido en diciembre (tres meses antes de su renuncia) un informe detallado por parte de los cardenales asignados para investigar las filtraciones de documentos internos del Vaticano, en el que constaba la «extendida resistencia en la Curia al cambio y los muchos obstáculos a las acciones impulsadas por el Papa».
El diario La Repubblica publicó poco después que ese mismo informe podría haber contenido también evidencias de «una red homosexual compleja, organizada y cimentada dentro de la cúpula de la Iglesia» y de la existencia de «luchas de poder» entre los mismos integrantes de la Curia. Los medios reclamaron al Vaticano la difusión del famoso informe, pero Benedicto se opuso. El único que lo ha visto ha sido su sucesor, el papa Francisco.
Este mismo año, a inicios de 2022 su nombre volvió a los medios ligado a los escándalos de abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica. Se le acusó de "conducta errónea" por no haber gestionado con la firmeza suficiente en cuatro casos de abusos sexuales cuando era arzobispo de Munich, entre 1977 y 1982.

Benedicto XVI.
La "gran culpa" por las denuncias de abusos
Hace unas semanas, Benedicto XVI anunció su intención de "defenderse" de la denuncia presentada ante el tribunal provincial de Traunstein, en Baviera, que se basa en el citado informe del pasado mes de enero, elaborado por el bufete de abogados "Westpfahl Spilker Wastl" sobre 497 casos de abusos cometidos en la Iglesia de Múnich tras la guerra. En una carta publicada en febrero, el papa emérito reconocía que sentía una "gran culpa" por la que pedía perdón a Dios y a las víctimas.
Ése fue su último testimonio al respecto. La última imagen pública del papa emérito es de hace pocos días, tras la entrega de los premios de la Fundación que lleva su nombre a principios de diciembre. Los dos académicos galardonados por el premio Ratzinger de estudios teológicos de este año lo visitaron en el monasterio. Las imágenes lo mostraban sentado en un sillón, delgado, muy frágil, pero con la mirada atenta y sus pequeños ojos siempre alerta.
Ratzinger, nacido en Marktl am Inn, (Alemania) el 16 de abril de 1927, termina su vida con más de 70 años de sacerdocio y una carrera de indiscutible trascendencia en la Iglesia católica, que culminó a los 78 años, con su elección como papa, en 2005. El entonces cardenal representaba la línea más dogmática y conservadora de la Iglesia. En su Alemania natal le llegaron a acusar de inquisidor.
Si ahora se ha ido arropado por un papa, entonces llegó de la mano de otro, Juan Pablo II. Fue su brazo derecho y uno de sus valedores en el cónclave de 1978. Durante el pontificado de Wojtyla se convirtió en el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la versión moderna del Santo Oficio). Al frente de esta congregación, Ratzinger fue responsable, por ejemplo, de las medidas disciplinarias adoptadas por el Vaticano contra los teólogos de la liberación en Iberoamérica y de otros miembros de sectores aperturistas de la Iglesia.
Fue también él quien ofició la misa de funeral que reunió en torno a los restos mortales de Juan Pablo II a los principales gobernantes del mundo y a una multitud de fieles que le aclamó como santo. En la ceremonia previa al inicio del Cónclave condenó el llamado "relativismo" y defendió la ortodoxia doctrinal, todo un programa para el pontificado que comenzó el 18 de abril de 2005. "Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, no es ser integrista", subrayó Ratzinger antes de conducir la procesión de cardenales hacia la Capilla Sixtina, de la que en 24 horas salió Papa.
El credo de Benedicto XVI
El credo de Ratzinger no tiene matices ni medias tintas. "Sólo en la Iglesia Católica existe la salvación eterna", sostuvo el reputado teólogo, que se dedicó durante 25 años a la docencia universitaria antes de llegar al Vaticano como asesor, en los años 60. De ahí, a cardenal con Pablo VI, para dibujar un largo rastro de importantes responsabilidades.
La Iglesia, decía antes de ponerse al frente del Vaticano, es "una barca que hace aguas. Cuánta suciedad hay en la Iglesia y también entre aquellos que se deben entregar a la causa del sacerdocio y pertenecer completamente a ella. Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia", escribió. Después, se opuso al sacerdocio de las mujeres, al matrimonio de los curas, a la homosexualidad, que consideraba "un desorden objetivo"...
Nada extraño en alguien que como Benedicto XVI había nacido en una modesta y muy católica familia de agricultores de la Baja Baviera. Hijo del comisario de la gendarmería, que lo hizo bautizar el mismo día de su nacimiento (su biografía dice que cayó en sábado santo), el pequeño Joseph pasó su adolescencia en Traunstein, una pequeña localidad cerca de la frontera con Austria, a treinta kilómetros de Salzburgo.
En aquella época, la vida de Joseph estaba unida a la de su hermano mayor Georg. Ambos vivieron en primera persona la II Guerra Mundial. El papa emérito fue enrolado en los servicios auxiliares antiaéreos. Su hermano fue capturado por los aliados en marzo de 1945 y permaneció prisionero en Nápoles durante unos meses antes de ser liberado para regresar con su familia.
Después, ambos fueron monaguillos, ingresaron en el seminario y fueron ordenados sacerdotes el mismo día de 1951. También él llegó a ser cardenal, aunque su formación era musical (fue profesor de coro). Falleció en 2020 a los 96 años.
La biografía que publica el Vaticano, relata que "la fe y la educación de su familia lo prepararon para afrontar la dura experiencia de esos tiempos, en los que el régimen nazi mantenía un clima de fuerte hostilidad contra la Iglesia católica. El joven Joseph vio cómo los nazis golpeaban al párroco antes de la celebración de la santa misa".
Tras el conflicto, estudió Filosofía y Teología en la universidad de Munich. En 1953 era ya doctor en Teología y tenía por delante un brillante futuro para alguien que había decidido consagrar su vida a Dios y a la Iglesia Católica. Ahora, no son pocos los que creen que su muerte no es el final de su biografía, que el broche lo pondrá su probable canonización.
Joseph Ratzinger (Benedicto XV) Markti, Alemania (16 de abril de 1927) - Roma, Italia (31 de diciembre de 2022).