Circula un vídeo en el que una sonriente Giorgia Meloni al volante se para en una gasolinera y pide 50 euros de carburante. Cuando el chico termina de llenarle el depósito, ella entusiasta se dispone a pagarle.
- No, son 15 euros, le dice el chico.
- ¿Cómo 15 euros?, se extraña la líder de Fratelli d'Italia.
- El resto es para mi socio
- ¿El socio? ¿Y quién es?
En ese momento aparece en imagen un hombre de gafas oscuras y un maletín en el que se lee "Fisco". "¡Oh! ¡qué miedo!" suelta Meloni antes de girarse en un primer plano ante la cámara: "¿Habéis entendido? Cuando echáis 50 euros de gasolina, 35 van al Estado entre IVA y tasas". Lo repite, alza el tono... "Es una vergüenza. Nosotros queremos abolir progresivamente estas tasas porque la mayor parte de esos 50 euros de gasolina debe terminar en mi coche y no en las arcas de Estado".
Entre esa Giorgia Meloni y la de ahora ha pasado un tiempo. Aquella grabó la promesa en campaña electoral, cuando las encuestas le daban un raquítico 4% de votos, y la de ahora gobierna Italia con mayoría absoluta en una coalición conservadora. La del pasado ponía el grito en el cielo a la mínima ocasión y la de ahora ha rebajado mucho el ruido.
Se ha dado de bruces con la realidad: festeja este domingo su primer cumpleaños electoral con el precio de la gasolina a una media de 2 euros por litro. Ya no habla de eliminar las tasas. Ni siquiera de bajarlas. Acaba de prometer una ayuda de 80 euros (un solo pago) a los más pobres.
La política más valorada
No, no es la misma 12 meses después de sorprender al mundo con una victoria rotunda en las urnas italianas, la primera de la ultraderecha desde el final de la dictadura de Benito Musolini. En sólo un año ha hecho saltar por los aires sus grandes promesas. Pero lo que más ha cambiado es su imagen. Sale de hecho ilesa de la detonación. Sigue siendo la política más valorada del país después del presidente de la República, Sergio Mattarella.
Por más que los periodistas critiquen su alergia a las ruedas de prensa (se comunica básicamente a través de videos que titula "Los apuntes de Giorgia"), muchos italianos parecen valorar por encima de todo la actual estabilidad del país. Una prueba: hace un año era más que complicado encontrar a alguien que confesara votar a Fratelli d'Italia, ahora sacan pecho públicamente.
"Yo no soy de ningún partido, no la he votado, pero ella me gusta, es como nosotras, trabaja y se ocupa de su hija. El otro día no fue a la cena con Joe Biden durante la reunión de la ONU para irse a cenar con su hija [la acompaña en casi todos los viajes oficiales] a una pizzería de Nueva York, es una grande", celebra Elisabetta, una italiana de unos 50 años en plena calle. "Ningún político cumple sus promesas, eso no importa, lo que importa es que está ahí. Espero votarla en las próximas elecciones".
"El cambio de cara de Meloni ha llevado a la gente a olvidar su pasado más extremo", reflexiona Luisa Rizzitelli, feminista y activista LGBTQ+. "Tiene un modo de hacer las cosas muy astuto, aunque se mantiene fiel a sus instintos naturales. Su estilo ha cambiado por completo, pareciendo menos agresivo y más parecido a una derecha blanda; esto le da el poder de influir en la opinión pública sobre políticas que son realmente peligrosas”.
Menos derechos sociales
No ha decepcionado desde luego a los votantes que comparten con ella uno de sus lemas: Dios, patria y familia. Ha declarado la guerra a las familias homosexuales, ha criminalizado los vientres de alquiler, ha anunciado medidas de apoyo a las familias numerosas, acaba de aprobar otro decreto que castiga con hasta dos años de cárcel a los padres que no lleven a sus hijos al colegio... Ha eliminado también el subsidio a las familias en dificultad. Los "gandules", les llamaban los periódicos de derechas afines a Fratelli d'Italia.
"No me esperaba nada diferente, la verdad", reconoce con cierta resignación Mara, una votante de izquierda de 45 años. "Creo que les ha ido peor a quienes la han votado: ha incumplido sus promesas (ni eliminación de las tasas de la gasolina ni la tarifa plana para la retención de los autónomos ni intervención algunas en la gestión de la inmigración). En resumen, pocas cosas hechas, pero gritadas muy fuerte. Lo peor, la reducción de los derechos sociales, la ausencia de políticas de igualdad y de medidas contra la violencia de género".
Las cifras de mujeres asesinadas no favorecen al Gobierno: 108 homicidios en el ámbito familiar o afectivo, 45 muertas a manos de sus parejas o ex parejas en lo que va de año. A ellas se añaden las menores de edad que han sido víctimas de violaciones grupales, que han sacudido el país este verano.
La pareja de Meloni y padre de su hija, el periodista televisivo Andrea Giambruno, le regaló la polémica más sonada de este primer año: "Si evitas emborracharte y perder el conocimiento, también evitarás los problemas porque después te arriesgas a encontrarte con el lobo", aconsejó a las chicas.
Queda en familia otra célebre controversia, que debe a su cuñado y ministro de Agricultura, Francesco Lollobrigida: hace poco soltó que "los pobres comen mejor que los ricos" en relación a la calidad de los alimentos de consumen y recuperó la retórica supremacista blanca cuando habló del "riesgo de sustitución étnica" en Italia.
Pero sin duda, el asunto que la ha puesto de verdad contra la pared a la primera ministra italiana ha sido el de la inmigración. Ella se ha desgañitado criticando a sus predecesores al frente de los gobiernos italianos porque favorecían (palabras suyas) la "invasión" de inmigrantes irregulares y no defendían los confines de la nación. Fue clave en su campaña electoral.
133.000 inmigrantes
Aseguraba entonces que si la votaban, se encargaría de frenar el trafico de cayucos. No sólo no lo ha hecho: en lo que va de año han desembarcado sólo en Lampedusa (Sicilia) casi 133.000, más del doble que en todo 2022, más del triple que en todo 2021. Son datos oficiales.
Para ilustrarlo mejor: es como si toda la provincia de Teruel, toda, emigrara de golpe a una pequeña isla de 6.000 habitantes censados. Si se mantiene el ritmo, la cifra de inmigrantes alcanzará pronto el equivalente a todos los habitantes de Ceuta y Melilla juntos.
¿Qué dice ella ahora? Resumido: que la culpa es de Europa. La primera ministra italiana conserva intacta su más que demostrada habilidad para pasar de responsable a víctima. Aun cuando asume la responsabilidad, logra dar la sensación de que ella no ha podido hacer nada por evitarlo y prometer (otra vez) que lo resolverá. Le funciona.
Mientras siguen llegando inmigrantes sin parar y tras aprobar un decreto para complicar los rescates en el mar de las ONG, el discurso se centra desde hace unos meses en Bruselas: en la pasividad del Parlamento Europeo que deja a Italia sola, en la insolidaridad del resto de los miembros de la UE (Francia e Austria han aumentado los controles en sus fronteras con Italia) y en la necesidad de establecer acuerdos con los países africanos para contener la emigración.
Imagen internacional
Ésa es la estrategia de Meloni y ha convencido a la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen , convertida en su más fiel aliada (ella necesitará los votos de la italiana para su reelección). Esta semana ha superado incluso las fronteras del Viejo Continente y ha transformado la responsabilidad en la gestión de los flujos migratorios en una cuestión "global". Ha sido el eje de su discurso en la última reunión de la ONU.
La primera ministra italiana sigue la estela de su homólogo británico Rishi Sunak en Reino Unido, con quien también ha estrechado relaciones durante este año. Meloni ha hecho otro decreto para garantizar repatriaciones rápidas de vuelta a África y construir centros de retención (en realidad cárceles para inmigrantes) de los que no pueden salir mientras se tramitan sus expedientes.
Ha recuperado además la propuesta de un bloqueo naval europeo frente a las costas africanas (difícil de organizar sin el consenso de los gobiernos del norte del continente porque podrían considerarlo una amenaza militar) y presiona para que las peticiones de asilo se tramiten en los países de origen de modo que nadie zarpe sin documentos. Ya les ha dicho en un vídeo que se abstengan de viajar a Italia si no tienen papeles porque serán "retenidos y repatriados".
Meloni ha conseguido transformar un problema interno e una oportunidad para reforzar su papel internacional. Su apoyo inquebrantable a Ucrania la ha colocado entre los líderes más poderosos. La herencia económica de su predecesor, Mario Draghi, y la necesidad de recibir los fondos europeos han marcado una política económica que también ha propiciado una buena relación con la UE.
El pasado fascista se evapora
Ya nadie saca a relucir sus orígenes políticos en el Movimiento Social Italiano, heredero de Musolini, ni se preocupa por que el símbolo del partido que fundó, Fratelli d'Italia, conserve la llama tricolor del fascismo. Doce meses después, aquel rumor que anunciaba la vuelta del fascismo se ha disuelto.
Fratelli d'Italia le/se ha preparado una fiesta por todo lo alto para celebrar su primer cumpleaños en el poder, con panfleto y consignas ya dadas. El Duce publicó el suyo bajo el título Historia de un año. Ellos han evitado parafrasearlo y han proclamado La Italia vencedora, un año de resultados. Este domingo se reunirán en la plaza de la Conciliación de Roma, a dos pasos del Vaticano. Estará el Papa con su Angelus y Meloni con sus fieles.
Los eventos organizados para este fin de semana repartirán ministros por todo el país. Y se hablará mucho (lo harán ellos) de reforma fiscal, de los recortes anunciados en la fiscalidad laboral, del crecimiento del PIB por encima de la media europea, del techo al precio del gas (en realidad una iniciativa promovida por Draghi y apoyada por varios países de la UE, entre ellos España), del impuesto a los beneficios extraordinarios de la banca (Meloni lo reivindica a pesar de que tuvo que dar marcha atrás en sus pretensiones iniciales).
Pero por mucho que Meloni defienda su gestión al frente de un Gobierno de coalición con la Liga y Forza Italia, la esperada/temida revolución de la derecha no ha llegado (por ahora). En esto parecen estar de acuerdo todos los analistas. Lo que varía es la interpretación que dan a lo ocurrido en Italia desde el 25 de septiembre del año pasado.
Los medios afines a la ultraderecha italiana se llenan de elogios. Las cabeceras conservadoras algo más objetivas salvan a Meloni porque, resumiendo, no ha tenido tiempo suficiente para hacer lo que quiere y la coyuntura económica e internacional no ha estado de su parte. Los medios progresistas suspenden su política al frente de problemas que prometió eliminar y critican el enfoque policial de todas sus iniciativas.
Los socios invisibles
Un ejemplo de la posición más radical: "El primer año indecente de Meloni: el guión es siempre el mismo, aparte de los selfies con los potentes, no ha hecho nada. Lo único que ha hecho es usar metáforas de sabor bélico, a la manera agresiva de un Estado policial que castiga, elimina y reprime", publica el periódico de izquierda L'Unitá.
Otro: "La descripción que Giorgia Meloni hace de su primer año de Gobierno es surrealista. La verdad es que literalmente no ha dado una", la ha sentenciado Marco Travaglio, el editor del Fatto Quotidiano, afín al Movimento 5 Stelle.
Al margen de las valoraciones, lo que se escenifica también este fin de semana es lo que en Italia ya se da por hecho: el inicio de la campaña de cara a las próximas elecciones europeas y por tanto de las rivalidades entre los socios del Gobierno de coalición. Presumen siempre de llevarse estupendamente y de formar un Ejecutivo compacto, pero se han convertido en invisibles en las celebraciones organizadas a mayor gloria de Meloni.
Ellos también participaron en las elecciones hace exactamente un año, se presentaban todos unidos en una candidatura conjunta de la derecha: Giorgia Meloni, con Fratelli d'Italia, la Liga con Matteo Salvini (hoy vicepresidente del Gobierno) y Forza Italia, con Silvio Berlusconi entonces, hoy sustituido en su liderazgo por Antonio Tajani, también vicepresidente del Gobierno.
Ella obtuvo muchos más votos que ellos (por eso es la primera ministra). Pero ahora, 12 meses después, eso no quiere decir que ellos estén dispuestos a repetir resultado en la próxima cita con las urnas. Ya han dado señales de que pelearán por su parte. Meloni también. Y habrá que ver si la coalición de Gobierno resiste. Pero eso será historia del segundo año de legislatura.