El 22 de noviembre de 1963, tres disparos acabaron con la vida del líder más carismático y admirado de Estados Unidos en su recorrido por las calles de Dallas ante una multitud dividida a favor y en contra. El servicio de seguridad había aconsejado adoptar medidas extraordinarias por el riesgo que implicaba la visita al estado sureño e, incluso, que se cancelara, pero Kennedy contestó - no era la primera vez que lo decía - que no tenía miedo a morir.
En realidad, había estado muy cerca de la muerte en tres ocasiones. La primera durante la Segunda Guerra Mundial y, después, como consecuencia de graves complicaciones postquirúrgicas de las que los médicos no esperaban que saliera con vida. De hecho, en ambas ocasiones le fue dada la extremaunción y, desde entonces, JFK solía decir que la vida era en un “don maravilloso que había que aprovechar al máximo”. Sin miedo.

JFK, a la derecha, y tripulantes del PT 109 que sirvieron en las Islas Salomón durante la Segunda Guerra Mundial en 1943. John F Kennedy Presidential Library/EPA
Sin embargo, su apellido, sinónimo de estirpe, la del clan familiar más famoso de Estados Unidos, también se había convertido, antes incluso del magnicidio que conmocionó al mundo hace 60 años, en sinónimo de muerte prematura en trágicas circunstancias. La de John Fitzgerald Kennedy fue la más impactante, dramática y “misteriosa”, aunque no fuera la primera ni sería la última.
La familia real estadounidense
La familia Kennedy, católica de origen irlandés, no es la única dinastía de Estados Unidos, pero sí es la única cuyos méritos políticos, acontecimientos sociales y trágicos destinos llevan décadas ocupando titulares de periódicos y revistas. Con el matrimonio de Joseph Patrick Kennedy y Rose Fitzgerald a principios del siglo XX, se inició oficialmente la historia de la venerada saga, aunque su origen se remonta a 1828 y es fruto, como tantas otras grandes historias, de una decisión marcada por la pobreza, el desarraigo y el coraje.
Aquel año, en Kilkenny, Irlanda, el precursor del clan, Patrick Kennedy, se embarcaba en una dura travesía con destino a Boston huyendo del hambre, la humillación y la persecución a los católicos que asolaba su país. Con la ambición de dejar atrás el pasado y el lema de la familia, “Ante todo vencer; ser los primeros”, no tardó en plantar la semilla de la fortuna que el abuelo y el padre del presidente consolidarían, acompañándola de grandes aspiraciones políticas.
Sin embargo, la tragedia se cruzó por primera vez en los planes. Joseph, primogénito y favorito de Joseph Patrick Kennedy, moría a los 29 años cuando, a los mandos de su avión de combate, fue derribado durante la Segunda Guerra Mundial. Antes del conflicto bélico, Joseph – Joe, como le llamaba la familia – había recibido una estricta formación cuyo objetivo era llegar a lo más alto de la política estadounidense. De modo que, tras su muerte, a pesar de que nunca había sido “el elegido”, Jack, cuya carrera apuntaba hacia otras metas, recogió el testigo convirtiéndose en el nuevo delfín.
Jack, héroe en una guerra que lo transformó
El futuro presidente había tenido una infancia dominada, precisamente, por la rivalidad con Joe. Sus peleas eran frecuentes, pero jamás preocuparon al jefe de la familia. Al contrario, estaba convencido de que “los más fuertes debían imponerse por derecho propio”. Y el fuerte era, sin duda, Joe, porque a su gran personalidad se sumaba el poderoso físico que a Jack le faltó toda su vida. De hecho, su grave dolencia en la columna vertebral estuvo a punto de impedirle seguir los pasos de su hermano en la guerra. En su primer intento para alistarse, tras el ataque a Pearl Harbour, fue rechazado. Sin embargo, lo que le faltaba físicamente, Jack lo compensaba con tesón. Y contaba, además, con la ayuda de su padre.

La familia Kennedy en Hyannis Port, Massachusetts, con JFK en la parte superior izquierda con camisa blanca, 1931. WIKIPEDIA
Gracias a la influencia del director de Inteligencia Naval, antiguo ayudante del patriarca en su etapa de embajador en Londres, Jack ingresó en el Centro de Escuadrones de Lanchas Torpederas y a bordo de una de ellas, la famosa PT-109, alcanzó la ansiada gloria. Su heroica acción fue condecorada con la Medalla de la Marina y del Cuerpo de Marines y el siguiente reconocimiento: “(...) Sin importar el daño personal, el alférez de navío Kennedy luchó sin vacilar contra las adversidades en las tinieblas para dirigir las operaciones de rescate, nadando muchas horas para rescatar y proveer de ayuda y comida a sus compañeros una vez que éstos se encontraban a salvo en la costa. Su valor sobresaliente, entereza y liderazgo contribuyeron a salvar la vida de muchas personas y a mantener las mejores tradiciones de la Armada estadounidense”.
Recibió asimismo el Corazón Púrpura, la Medalla de la Campaña Asia-Pacífico y la Medalla de Victoria, pero donde más influyó la experiencia bélica fue en su propia personalidad: adquirió la seguridad en sí mismo que no tenía, afianzándose en el hecho de que era en la cabeza y no en el cuerpo donde residía su gran poder.
Brillante analista y escritor
De Jack solía decir su madre Rose, férreo bastión de la familia, que nada le hacía tan feliz como ser el primero en leer el periódico y, “mientras leía, se concentraba de tal forma que no se daba cuenta de lo que sucedía a su alrededor”. A pesar de ello, en la escuela nunca fue buen estudiante y sus profesores lo calificaron como “un joven con posibilidades de triunfar, pero del que no podía sacarse gran partido”.
Sin embargo, durante la formación universitaria, su interés por la geopolítica se tradujo en una tesis sobre la participación del Reino Unido en los Acuerdos de Múnich, que, a instancias de su padre, publicó en un libro titulado Por qué Inglaterra se durmió, bestseller en 1940. En él, Jack analizaba la fría reacción británica al rearme alemán, acusando a los pacifistas, los partidos políticos y la opinión pública de ser responsables del desafío germano. Este concienzudo y valiente análisis, sirvió a Jack para graduarse cum laude en Harvard a los 23 años. Más tarde, en 1956, inspirado en su propia dolencia, publicó su segundo libro, Perfiles de coraje, que recogía historias de superación protagonizadas por senadores y fue galardonado con el premio Pulitzer.
Carrera hacia la presidencia
Sin embargo, tras la muerte de Joe, al patriarca no le costó convencer a Jack para redirigir el rumbo. Con su hermano Bobby al frente de la campaña electoral y todo el famoso clan volcado en ella, su inteligencia, impecable oratoria y carisma llevaron a Jack al Capitolio en 1957. Para algunos, representaba el soplo de aire fresco capaz de encarar las reformas que necesitaba el país; para otros, aparecía en escena un peligroso contrincante. Aún faltaban, sin embargo, tres años para las elecciones presidenciales. Primero tuvo que enfrentarse a múltiples adversarios de su propio partido y luego, ya como candidato oficial, al republicano Richard Nixon. Los ataques contra él se centraban en su fe católica y, especialmente, en su frágil salud. También se criticó duramente el respaldo de su acaudalado padre que, según sus oponentes, no escatimaba en donaciones millonarias a cambio de votos “para su hijo inútil y enfermizo”.

El periodista de la NBC Frank McGee moderó el segundo debate presidencial Kennedy-Nixon desde un estudio de televisión en Washington, D.C. WIKIPEDIA
Por fin, en 1960 se cumplía el sueño de la familia y un Kennedy ocupaba la Casa Blanca, desde donde enfrentaría los grandes acontecimientos históricos que marcaron los siguientes tres años: la invasión de bahía de Cochinos, la crisis de los misiles en Cuba, la construcción del Muro de Berlín, el inicio de la carrera espacial y la consolidación del Movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos.
Camino a la reelección
A pesar de que se daba por hecho que repetiría mandato, un año antes, de nuevo con Bobby al frente de la campaña, JFK inició una gira por el país que asegurase la reelección. Su agenda, aún más frenética, alteraba además la rigurosa disciplina terapéutica que seguía para mantener a raya el dolor de espalda que, a veces, le obligaba a caminar con unas muletas que escondía en público. Acompañado de su ya entonces famosísima esposa, Jackie, decidió empezar por los estados considerados “zona hostil”, el sur del país, donde la cuestión racial seguía siendo un virulento asunto.
Después de Tampa y Miami, el matrimonio voló a Dallas la misma mañana del atentado e inició su recorrido entre fervorosos aplausos y, también, numerosos abucheos y pancartas - “¡Ayudemos a John Fitzgerald a destruir la democracia!” o “¿A qué Kennedy odia usted más? – en su contra. Hasta que todo se fundió en el rojo de la sangre que, de pronto, tiñó el inolvidable traje rosa de Jackie a la altura del Book Building, y la imagen del presidente llevándose la mano a la garganta, en una época en la que la televisión aún era una recién llegada, impactó al mundo. El atentado más mediático de todos los tiempos, ha sido recreado en decenas de filmes, documentales e investigaciones sobre el que sigue siendo un asesinato “sin resolver”.

Asesinato de Lee Harvey Oswald el 24 de noviembre de 1963. WIKIPEDIA
Su presunto asesino, Lee Harvey Oswald, corrió la misma suerte que su víctima dos días después, a manos de Jack Ruby quien, a su vez, murió en la cárcel poco después sin aportar información relevante. La Comisión Warren, encargada de esclarecer el asesinato, concluyó que Oswald había actuado solo, aunque en 1979 el Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos ya estimó que pudo existir una conspiración. Décadas después, existen infinidad de hipótesis, algunas con más base real que otras, sobre la autoría real del atentado contra JFK durante su recorrido.
La maldición de la dinastía
La noticia del atentado arrasó la residencia familiar de Hyannis Port. Rose ni siquiera se atrevió a decírselo a su esposo, afectado por las secuelas de la embolia sufrida en 1961. Ted y Eunice, dos de los menores de la saga, fueron los encargados de hacerlo. Nadie imaginó que la reacción del patriarca fuera de gran entereza, como si se hubiera resignado a la tragedia que, cada cierto tiempo, golpeaba a los miembros del poderoso clan, combinación de ambición, inteligencia y atractivo. Antes de fallecer en 1969, el patriarca fue testigo junto a su esposa de la muerte del primogénito, Joe, en 1943, la de Kathleen - cuarta de los nueve hijos del matrimonio – en 1948, de Jack en 1963 y de Bobby, tiroteado en julio de 1968 tras vencer en las primarias demócratas de California para la carrera presidencial.
Por desgracia, las siguientes generaciones tampoco fueron inmunes a la tragedia. David A. Kennedy, cuarto hijo de Bobby, falleció por sobredosis en 1984 y, en 1997, lo hizo su hermano pequeño en un accidente de esquí en Aspen. Más impactante - no solo por tratarse del hijo pequeño de JFK, sino por su brillante carrera en ascenso -, fue el accidente el 16 de julio de 1999 de John Fitzgerald Kennedy, Jr., conocido como John-John, cuando el avión que pilotaba se estrelló en el océano junto a su esposa, la actriz Carolyn Bessette, y su cuñada.
La lista de jóvenes y prometedores descendientes Kennedy fallecidos antes o poco después de cumplir 30 años, ha seguido aumentando. En las últimas desgracias conocidas, murieron Christopher, primogénito de Patricia, hermana del presidente, y un año después, en 2019, Saoirse Kennedy Hill, sobrina-nieta del presidente. Sin mencionar los accidentes en que algunos de sus miembros se vieron involucrados, salvando la vida pero llevándose la de sus acompañantes.
Hoy, Caroline es la única descendiente de la familia nuclear de la familia de John F. Kennedy que está viva. Se casó en 1986 con Edwin Schlossberg y tuvieron 3 hijos: Rose, Tatiana y John Jack, único nieto varón del presidente, que hoy representa el legado de su abuelo y ya se ha convertido en una estrella indiscutible en su país, donde se le sigue en cada acto y, por descontado, en sus redes sociales.
Jack Schlossberg, futura esperanza de los Demócratas
A sus 30 años, Jack Schlossberg aún no ha dado el salto a la política. Sin embargo, trabajó para John Kerry y, más tarde, en la administración Obama. Tiene, además, un papel estelar en los premios Profile in Courage Awards, que la familia Kennedy entrega a las causas políticas que preservan la democracia y el pasado año fue el encargado de entregar los premios a los ganadores, entre ellos, el presidente Volodymyr Zelenskyy.
Graduado en Harvard, Schlossberg apoya sin fisuras y con la elegante vehemencia que caracterizaba los discursos de su abuelo, a Joe Biden, a quien califica como “el presidente progresista más grande que hemos tenido”. Y a la gran pregunta que cada vez se le hace con mayor frecuencia, ¿cuándo dará el paso a la política?, sigue respondiendo: “Me inspira el legado familiar de servicio público, es algo que me hace sentirme orgulloso, pero todavía estoy tratando de labrarme mi propio camino y no tengo nada decidido”.

Joe Biden con Caroline Kennedy and Jack Schlossberg. WIKIPEDIA
En la actualidad, sin embargo, lleva semanas protagonizando una feroz crítica contra otro Kennedy, Robert F. Kennedy Jr., y su poco realista campaña para optar a la presidencia. A través de un video en Instagram, el hijo de la embajadora de Estados Unidos en Australia, Caroline Kennedy, criticó la forma en que su primo intenta llamar la atención de los votantes. “Su candidatura es una vergüenza. No nos distraigamos de nuevo con el proyecto vanidoso de alguien. El presidente John F. Kennedy es mi abuelo. Y su legado es importante. Se trata de mucho más que Camelot y teorías de conspiración. Se trata de servicio público y valentía”, escribió.
Agallas, inteligencia y atractivo son de nuevo las cualidades más visibles del que, un día, si nada lo impide, podría devolver el famoso apellido de la saga a lo más alto del poder de Estados Unidos. Para muchos, mañana podría ser demasiado tarde.