Impresión artística de los palacios asirios de "Los monumentos de Nínive" por Sir Austen Henry Layard, 1853

Wikipedia.Impresión artística de los palacios asirios de "Los monumentos de Nínive" por Sir Austen Henry Layard, 1853Impresión artística de los palacios asirios de "Los monumentos de Nínive" por Sir Austen Henry Layard, 1853.

Historia | Próximo Oriente

Nínive, una pugna entre los franceses y los ingleses

Esta es la historia de la carrera que mantuvieron (y mantienen) arqueólogos ingleses y franceses por los restos de la ciudad de Nínive, una de las joyas arqueológicas de Próximo Oriente

Nínive fue una importantísima ciudad que vio la luz durante el Período Neoasirio, concretamente bajo los reinados de los gobernantes asirios Sennaquerib (705-681 a.n.e.) y Assurbanipal (668-627 a.n.e.). Situada cerca de la actual Mosul, estaba integrada por dos montículos, el de Kuyunjik, donde se descubrió el Palacio del Suroeste de Sennaquerib y el Palacio norte de Assurbanipal, y, un kilómetro al sureste, el de Nebi Yunus.

Mapa con la localización de la ciudad de Nínive y plano de la ciudad de Nínive, con los montículos de Kuyunjik y Nebi Yunus.

Mapa con la localización de la ciudad de Nínive y plano de la ciudad de Nínive, con los montículos de Kuyunjik y Nebi Yunus.

Sin embargo, no es la asombrosa historia de los gobernantes que la hicieron brillar ni los indescriptibles monumentos con los que ellos la dotaron lo que ocupa las palabras de este artículo, sino la curiosa historia que existe detrás del intento de musealización de los vestigios que de ella extrajeron franceses e ingleses en una pugna que sigue latente hoy en día.

El sueño de exploradores y viajeros

Muchos fueron los exploradores que clamaron el descubrimiento de ciudades como Nínive o Babilonia fascinados por la magia de aquellos exóticos lugares. Sin embargo, no es de extrañar que, tras pseudo historiadores clásicos como Heródoto, fuera en la Edad Media cuando comenzó a sentirse un gran interés por el Próximo Oriente, aunque guiado por motivaciones muy diferentes. Dado que los redactores del Antiguo Testamento tuvieron una visión muy inflexible respecto a aquellas civilizaciones que consideraron excesivamente idólatras y con una moral cuestionable, en la Edad Media se consideraba a las civilizaciones del Antiguo Oriente como una especie de era de tinieblas jamás iluminada por la Gracia de Dios, en contraste con la posterior era de luz difundida por la Revelación monoteísta. No obstante, para que la diferencia entre ambas épocas quedara patente, tenían que conocer y mostrar los restos de aquellas civilizaciones y sus costumbres, lo que motivó a viajeros hebreos, musulmanes y cristianos a desplazarse hacia la región de Mosul desde la Edad Media.

Casualmente, uno de los viajeros más antiguos conocidos fue el rabino Benjamín de Tudela (1130-1173), que visitó Mosul e identificó correctamente el emplazamiento de Nínive entre las apenas discernibles ruinas que emergían del Tigris, datos que fueron posteriormente confirmados por Ibn Jubayr (1145-1217), Ibn Battuta (1304-c.1368) y el físico alemán Leonhart Rauwolff (1535-1596), entre otros. La confirmación final vino gracias a Claudius James Rich (1786-1821), un representante de la British East India Company y cónsul general del Impero Británico en Bagdad: pudo trazar de manera precisa cómo las murallas de Nínive englobaban ambos montículos. Además, en Nebi Yunis compró el famoso Bellino cylinder, que contaba con escritura cuneiforme que describía dos de las campañas de Sennaquerib y una extensa descripción del “Palacio sin rival”, texto publicado en 1850 por Georg F. Grotefend.

Bellino Cylinder.

Bellino Cylinder.

Unos duros comienzos

Sólo tras visitar el British Museum y admirar la riqueza de la colección de manuscritos de Claudius James Rich, el cónsul británico en Bagdad, el francés Jules Mohl, por aquel entonces secretario adjunto de la Société Asiatique de Paris, instó al arqueólogo Paul-Émile Botta a que descubriera “las riquezas que aguardaban a la ciencia en una tierra olvidada desde hace tanto tiempo”.

Retrato de Paul-Émile Botta hecho por Charles-Émile-Callande de Champmartin, 1840.

Retrato de Paul-Émile Botta hecho por Charles-Émile-Callande de Champmartin, 1840.

Y eso fue lo que intentó de manera infructuosa el arqueólogo francés Botta entre diciembre de 1842 y marzo de 1843 en Kuyunjik, donde, según sus propias palabras, no descubrió “nada más que ladrillos y fragmentos insignificantes”. Esto, junto con los grandes hallazgos que estaban teniendo lugar en Khorsabad, hizo que Botta decidiera mover a su equipo hacia esta última ciudad, donde comenzaron a excavar en mayo de 1844. Obstinado en la idea de que estaba descubriendo Nínive, Botta envió los hallazgos descubiertos en Khorsabad a Bagdad, donde se embarcaron en viaje hacia París. Así fue como lograron su gran objetivo: la inauguración del primer “Museo Asirio” del mundo en el Louvre en mayo de 1847. De la mano de estos eventos vino la publicación sin titubeos de una obra titulada Monument de Nínive por parte de Botta, trabajo que se convirtió en el primer bestseller arqueológico de la historia.

Mientras tanto, el arqueólogo inglés Austen Henry Layard, interesado en los plausibles tesoros que aún debían de esconderse en la auténtica Nínive, fue a reunirse con Botta para seguir excavando las trincheras que este último había iniciado allí. Probablemente debido a que Botta estaba muy ocupado con sus excavaciones en Khorsabad y planificando lo que haría con sus tesoros, Layard no tuvo ningún problema en comenzar a excavar Nínive en 1846, labores que se prolongaron hasta 1851 y que no incluyeron sólo el montículo de Kuyunjik, sino también el de Nebi Yunus.

Publicación Monument de Ninive, por Paul-Émile Botta y M. E. Flandin

Publicación Monument de Ninive, por Paul-Émile Botta y M. E. Flandin

No obstante, fue precisamente en Kuyunjik donde tuvo lugar su principal descubrimiento, que no fue otro que el monumental Palacio del Suroeste del rey Senaquerib, uno de los tres grandes gobernantes que llevaron a Asiria a convertirse en la principal potencia del momento. No es de extrañar que describiera semejante hallazgo con palabras llenas de júbilo:

"En este magnífico edificio he abierto no menos de 71 salas, habitaciones y pasillos cuyas paredes, casi sin excepción, estaban revestidas con losas de alabastro esculpidas que registran las guerras, los triunfos y las grandes hazañas de los asirios. Según un cálculo aproximado, se han sacado a la luz unos 9.880 pies, o casi dos millas (3.2 km), de bajorrelieves, con 27 portales formados por colosales toros alados y esfinges, y ello sólo en esa parte del edificio explorado durante mis investigaciones". (Layard, 1853)

Retrato de Austen Henry Layard, 1858.

Retrato de Austen Henry Layard, 1858.

Entre tales bajorrelieves se encontraba la famosa serie que muestra el saqueo y captura de Laquis. Igualmente destacados son los bajorrelieves que muestran el transporte de las enormes estatuas en forma de toros alados (denominados lamassu en acadio) para el palacio que finalmente construyeron y que, posiblemente, fueron algunas de las que el propio Layard acababa de descubrir. Pero también sacaron a la luz tesoros de menor tamaño, concretamente “tablillas y fragmentos de tablillas que cubrían el suelo de dos habitaciones del palacio hasta la altura de un pie o más” (30 cm aproximadamente). Es, por tanto, evidente que se trataba de un destacadísimo hallazgo con un innegable valor histórico, artístico, documental y patrimonial. No obstante, a pesar de la grandilocuencia de los descubrimientos de Layard, se estima que constituían menos de la mitad del edificio original.

Relieves con escenas del saqueo de Laquis procedentes del Palacio del Suroeste de Sennaqueriben Nínive, 700-692 a.n.e.

Relieves con escenas del saqueo de Laquis procedentes del Palacio del Suroeste de Sennaqueriben Nínive, 700-692 a.n.e.

Una ‘amistosa' rivalidad

Layard volvió a Inglaterra en la primavera de 1851 para llevar sus descubrimientos en Kuyunjik al British Museum, donde se inauguraron las primeras salas centradas en Asiria. Como era de esperar, después de que Léon Faucher, ministro del interior francés, visitara dichas salas del museo y quedara absolutamente impresionado con la colección asiria descubierta por Layard, decidió que los franceses debían reiniciar sus investigaciones en Asiria. Esta vez, fue Victor Place a quien se le encargó la ardua labor de reanudar las excavaciones en Khorsabad y de investigar toda la región completa de Asiria, incluidas las zonas que habían sido previamente excavadas por los ingleses.

Entre ellas se encontraba, por supuesto, Kuyunjik, ahora bajo la supervisión general de Colonel Henry Rawlinson, un residente británico en Bagdad, y Christian Rassam, un vicecónsul en Mosul que se encargaba del desarrollo diario de la excavación mientras Layard se encontraba en Inglaterra. Victor Place entabló amistad con Rawlinson, que le permitió registrar una serie de inscripciones de Kuyunjik. Allí, el francés Place se dio cuenta de que los ingleses sólo estaban investigando un tercio del lugar, y comenzó a desarrollarse una amistosa pero creciente rivalidad entre ingleses y franceses, tanto que Rawlinson llegó a sugerir que Francia debía elegir algunos relieves para el Louvre a cambio de ayudarles con el transporte de cajas con los hallazgos de las campañas inglesas.

También quiso compartir la excavación de Nínive con Victor Place, aunque quedándose los ingleses con la parte meridional del yacimiento. Sin embargo, Place no pudo aceptar la oferta por carecer de fondos suficientes para ello. Desgraciadamente para él, cuál sería su sorpresa al enterarse de que, en diciembre de 1853, el asistente de Layard, Hormuzd Rassam, que trabajó en la excavación de Nínive entre 1852 y 1854, sacó a la luz en la zona septentrional del yacimiento, es decir, la que podría haber pertenecido a los franceses, el Palacio Norte de Assurbanipal, con sus maravillosos relieves decorados con escenas de caza del león, visibles hoy en día en el British Museum. También se descubrieron numerosas tablillas escritas en cuneiforme que, junto con las halladas en el Palacio del Suroeste de Sennaquerib, integran la denominada Kuyunjik Collection, más conocida como la Biblioteca de Assurbanipal, albergada en el mismo museo y con un incalculable valor para los asiriólogos y otros especialistas, ya que entre ellas se incluía una descripción de un diluvio hasta entonces bíblico.

Biblioteca de Assurbanipal.

Biblioteca de Assurbanipal.

No contento con ello, en palabras de Place, Hormuzd Rassam le escribió para decirle: "Os equivocasteis al no aceptar nuestra oferta, ya que hemos encontrado estas bellas cosas en vuestro territorio, y con la ayuda de vuestros trabajadores". Sin embargo, los problemas de Victor Place no concluyeron ahí.

"Os equivocasteis al no aceptar nuestra oferta, ya que hemos encontrado estas bellas cosas en vuestro territorio, y con la ayuda de vuestros trabajadores"

El naufragio de los tesoros de Nínive

En mayo de 1855, Place preparó una monumental pero antigua embarcación para enviar al Louvre 50 toneladas de hallazgos procedentes de Khorsabad, Nínive y Babilonia. Desafortunadamente, el 21 de mayo la embarcación fue abordada por hombres fuertemente armados que les obligaron a dirigirse a la orilla del río. Tras golpear y robar a la tripulación, fueron en busca de los objetos que contenía el navío, entre los cuales tan solo llamaron a su atención aquellos elaborados con madera, eludiendo los objetos arqueológicos. Después pasaron a saquear las propias balsas, que a duras penas se mantenían flotando, hasta tal punto que una con un coloso toro alado y numerosas cajas se hundió cerca de al-Qurna, y otra se perdió completamente, de modo que sólo dos de ellas llegaron a Basora con parte de su carga. Place, atónito ante tales noticias, recordó que no sólo había perdido todos sus hallazgos, sino también sus notas y dibujos de Khorsabad, así como la información de los trabajos realizados en Babilonia. Además, como no habían llevado a cabo un inventario para el envío, nunca será posible conocer cuántos y cuáles fueron los hallazgos que, a excepción de un toro alado de Khorsabad y un genio alado colosal -junto con la trompeta de Place, eso sí-, nunca llegaron al Louvre.

Curiosamente, no era la primera vez que grandilocuentes monumentos neoasirios sufrían estragos en su transporte hacia el lugar en el que debían descansar eternamente. Prueba de ello es una tablilla escrita en cuneiforme asirio y datada en el s. VIII a.n.e. que describe un accidente naval, ya que el Tigris funcionaba como un relevante medio de transporte, tal y como muestran los propios relieves que decoraban los palacios neoasirios. En dicha tablilla se describe lo siguiente:

"Al rey, mi señor: tu servidor, Assur-bani. ¡Buena salud al rey, mi señor! Assur-sumi-ke’in me pidió ayuda para cargar los colosos toros en los barcos, pero los barcos no soportaron la carga [y se hundieron]. Ahora, aunque me costó un gran trabajo, lo he vuelto a subir". Traducción de Parpola 1987, SAA 1, Nr. 119.

Escena de transporte de esculturas colosales neoasirias, dibujo de Layard, 1853

Escena de transporte de esculturas colosales neoasirias, dibujo de Layard, 1853

Así, Assur-bani corrió mejor suerte -porque siempre es cuestión de suerte- que Victor Place 2600 años después. Pero nos quedaremos, tal y como abogan los representantes de sus correspondientes instituciones en una pugna aún viva hoy en día, con el hecho de que actualmente podemos admirar los grandes tesoros neoasirios, se trate de reproducciones o no -de nuevo, dependiendo del azar- en los principales museos occidentales gracias a la fascinación que por ellos sintieron grandes figuras de la arqueología.

Sobre el autor de esta publicación

(*) Sara Arroyo Cuadra es Licenciada en Historia del Arte por la UCLM (2009) y doctora en Historia, Historia del Arte y Territorio por la UNED (2018). Se ha especializado en Iconografía, Arqueología e Historia del Próximo Oriente Antiguo, abogando por los actuales estudios culturales interdisciplinares. Sobre tales temáticas versan publicaciones en revistas científicas internacionales como Akkadica. Además, ha realizado estancias de investigación en instituciones como la Universidad de Heidelberg, el CNRS de París, la Universidad de Oxford o el Museo del Louvre. Ha trabajado como investigadora en la Universidad de Alcalá y actualmente es Profesora-Tutora en la UNED.