"La mujer, por tanto,
tenía que parecerles
cosa de poca monta…"
(Nancy O’Sullivan-Beare. Las mujeres de los conquistadores).
Las mujeres fueron protagonistas invisibles de la Conquista de América. Las crónicas que cuentan aquella Historia las silenciaron una y otra vez. Sabemos, sí, que cuarenta mujeres embarcaron en el segundo viaje de Cristóbal Colón (partió en septiembre 1493) al Nuevo Mundo. Que otras cuarenta lo hicieron en el tercero (mayo de 1499). Entre 1493 y 1600 más de 10.000 surcaron el Atlántico rumbo a América.
Las cifras que recoge José Luis Martínez(1) de los estudios de Peter Boyd-Bowman(2) difieren levemente de las aportadas por Mar Langa(3), que eleva a un total de 13.218 el número de mujeres que cruzaron el Océano entre 1509 y 1600. No es la cifra precisa algo relevante para determinar que el 16% de pobladores que se trasladaron desde la Península a América apenas si ha tenido un espacio ínfimo en la Historia.
¿Quiénes fueron? ¿Qué fue de ellas? ¿Por qué un manto de invisibilidad ocultó al 28% (el 36%, según Langa) de viajeros que en el siglo XVI partió hacia las Indias? El olvido está lleno de memoria, escribió Mario Benedetti. También de datos que revelan el menosprecio al papel de la mujer en ese periodo. Un olvido intencionado(4) o un olvido cultural(5): no se las consideraba. La "poca visibilidad" de las mujeres en la Conquista, en expresión de Marina Alfonso Mola(6), no se justifica. La ausencia de diarios o libros escritos por estas aventureras no es suficiente razón para obviar su evidente presencia.
Los perfiles de las mujeres
Que una Real Cédula de 1515 obligara a todos los cargos y empleados públicos a viajar a América con sus esposas no impidió que ya mediado el XVI empezaran a embarcarse mujeres solas. Unas en busca de sus esposos, de los que habían dejado de recibir noticias. Otras, como institutrices; no pocas como prostitutas, de lo que da detallada cuenta Nancy O’Sullivan-Beare(7).
Los perfiles diversos de viajeras llevan a Alfonso Mola a hablar de cuatro grupos(8) de mujeres: las aguerridas conquistadoras, las intrépidas exploradoras, las enérgicas y decidas colonizadoras y las sufridas y humilladas cautivas.
Isabel de Guevara podría ser incluida sin problema en los tres primeros, quizá. Guevara formó parte de la expedición que, encabezada por Pedro de Mendoza, en 1535 partió hacia el Río de la Plata. Los documentos especifican el número de hombres e incluso de caballos y yeguas (72, por ser precisos) que se embarcaron en el navío, pero no da cuenta de las mujeres que viajaron(9) en él. Una vez más, el papel de las mujeres en la Conquista quedaba silenciado.
Años después de aquel viaje calamitoso, Isabel de Guevara remitió una carta –datada en Asunción de Paraguay y fechada de 2 de julio de 1556– a la princesa Juana de Austria, hija de Carlos V e Isabel de Portugal y hermana de Felipe II. En 1554, Carlos V designó a Juana gobernadora de Castilla y de los Reinos de Ultramar. Lo fue hasta que, en 1559, Felipe II regresó a España y se hizo cargo de la Corona. Guevara no detalla cuántas mujeres la acompañaron en la expedición que, remontando el río Paraná, llega hasta Asunción. Habla, sencillamente, de “ciertas mujeres”.
CARTA ÍNTEGRA DE ISABEL DE GUEVARA
A la muy alta y muy poderosa señora la Princesa Doña Juana, Gobernadora de los Reinos de España, […] En su Consejo de Indias.
Muy alta y muy poderosa señora:
A esta provincia del Río de la Plata, con el primer gobernador de ella -Don Pedro de Mendoza- habemos venido ciertas mujeres, entre las cuales ha querido mi ventura que fuese yo la una. Y como la Armada llegase al puerto de Buenos Aires con mil e quinientos hombres y les faltase el bastimento, fue tamaña la hambre que a cabo de tres meses murieran los mil. Esta hambre fue tamaña que ni la de Jerusalén se le puede igualar ni con otra nenguna se puede comparar.

Carta de Isabel Guevara.
Vinieron los hombres en tanta flaqueza que todos los trabajos cargaban de las pobres mujeres, ansí en lavarles las ropas como en curarles, hacerles de comer lo poco que tenían, alimpiarlos, hacer centinela, rondar los fuegos, armar las ballestas cuando algunas veces los indios les veníen a dar guerra, hasta acometer a poner fuego en los versos [cañones] y a levantar los soldados, los que estaban para ello, dar arma por el campo a voces, sargenteando y poniendo en orden los soldados. Porque en este tiempo, como las mujeres nos sustentamos con poca comida no habíamos caído en tanta flaqueza como los hombres.
Bien creerá Vuestra Alteza que fue tanta la solicitud que tuvieron que si no fuera por ellas todos fueran acabados, y si no fuera por la honra de los hombres muchas más cosas escribiera con verdad y los diera a ellos por testigos. Esta relación bien creo que la escribirá Vuestra Alteza más largamente y por eso cesaré.
Pasada esta peligrosa turbunada determinaron subir río arriba, así flacos como estaban y en entrada de invierno, en dos bergantines, los pocos que quedaron vivos, y las fatigadas mujeres los curaban y los miraban y les guisaban la comida, trayendo la leña a cuestas de fuera del navío y animándolos con palabras varoniles que no se dejasen morir, que presto darían en tierra de comida, metiéndolos a cuestas en los bergantines con tanto amor como si fueran sus propios hijos. Y como llegamos a una generación de indios que se llaman 'timbúes', señores de mucho pescado, de nuevo los servíamos en buscarles diversos modos de guisados porque no les diese en rostro el pescado, a causa que lo comían sin pan y estaban muy flacos.
Después determinaron subir el Paran arriba en demanda de bastimento, en el cual viaje pasaron tanto trabajo las desdichadas mujeres que milagrosamente quiso Dios que viviesen por ver que en ellas estaba la vida de ellos.
Porque todos los servicios del navío los tomaban ellas tan a pechos que se tenía por afrentada la que menos hacía que otra, serviendo de marear la vela y gobernar el navío y sondar de proa y tomar el remo al soldado que no podía bogar y esgotar el navío y poniendo por delante a los soldados que no se desanimasen, que para los hombres eran los trabajos.
Verdad es que a estas cosas ellas no eran apremiadas ni las hacían de obligación ni las obligaba, sí solamente la caridad. Ansí llegaron a esta ciudad de la Asunción, que aunque agora está muy fértil de bastimentos entonces estaba de ellos muy necesitada, que fue necesario que las mujeres volviesen de nuevo a sus trabajos haciendo rozas con sus propias manos, rozando y carpiendo y sembrando y recogiendo el bastimento sin ayuda de nadie, hasta tanto que los soldados guarecieron de sus flaquezas y comenzaron a señorear la tierra y alquerir indios e indias de su servicio, hasta ponerse en el estado en que agora está la tierra.
He querido escrebir esto y traer a la memoria de Vuestra Alteza para hacerle saber la ingratitud que conmigo se ha usado en esta tierra, porque al presente se repartió por la mayor parte de los que hay en ella, ansí de los antiguos como de los modernos, sin que de mí y de mis trabajos se tuviese nenguna memoria, y me dejaron de fuera sin me dar indio ni nengún género de servicio. Mucho me quisiera hallar libre para me ir a presentar delante de Vuestra Alteza con los servicios que a Su Majestad he hecho y los agravios que agora se me hacen, mas no está en mi mano porque estoy casada con un caballero de Sevilla que se llama Pedro de Esquivel.
Que por servir a Su Majestad ha sido causa que mis trabajos quedasen tan olvidados y se me renovasen de nuevo, porque tres veces le saqué el cuchillo de la garganta, como allá Vuestra Alteza sabrá, a quien suplico mande me sea dado mi repartimiento perpetuo, y en gratificación de mis servicios mande que sea proveído mi marido de algún cargo conforme a la calidad de su persona, pues él de su parte por sus servicios lo merece. Nuestro Señor acreciente su Real vida y estado por muy largos años.
De esta ciudad de la Asunción y de julio 2, 1556 años. Servidora de Vuestra Alteza que sus Reales manos besa. Doña Isabel de Guevara.
Esta carta es un canto a la resistencia de las mujeres en la Conquista, a su papel activo y decisivo para la supervivencia de muchos miembros de la expedición de Pedro de Mendoza. "Vinieron los hombres en tanta flaqueza que todos los trabajos cargaban de las pobres mujeres (…) Los curaban y los miraban y les guisaban la comida, trayendo la leña a cuestas de fuera del navío y animándoles con palabras varoniles que no se dejasen morir…", escribe. "Si no fuera por ellas todos fueran acabados".
Un papel determinante
Guevara no se limita a enumerar una sucesión de calamidades, sino que construye un argumentario sólido con el que demostrar que el suyo y el de las otras mujeres ha sido un papel tan determinante o más que el de los hombres en este viaje. No ha lugar, por ello, a la ingratitud de la que considera que es víctima "porque al presente se repartió [la tierra] por la mayor parte de los que hay en ella, así de los antiguos como de los modernos, sin que de mi y de mis trabajos se tuviese memoria, y me dejaron de fuera sin me dar indio ni ningún género de servicio".
Es acaso el tono final de la carta lo que lleva a la profesora argentina Gladys Lopreto, citando al profesor Alberto M. Salas, a definir a Guevara como "la primera feminista del Río de La Plata"(10). Ella, que sólo en el último párrafo emplea la primera persona del singular, habla en plural en nombre de todas las mujeres de la expedición(11). Pocos han reivindicado el papel de las mujeres en la Conquista como en este caso.
Soldados, exploradoras, maestras...
Como hemos dicho, a mediados del XVI las mujeres dejan de ser meras ‘acompañantes’ de los destinados a las Indias para motu proprio lanzarse a la aventura en busca de una vida mejor(12). Como Guevara, lo hicieron otras que, pese a su relevancia, no han "dejado más que un nombre oscuro escondido entre el polvo de las crónicas"(13). Las mujeres de la Conquista fueron referenciadas en algunos libros como "las mujeres de los conquistadores", sin autonomía ni independencia alguna.
Arribaron mujeres soldado (María Estrada); las hubo que participaban en banderías o en política (María de Toledo, esposa de Diego Colón y virreina, o Beatriz de la Cueva, esposa de Pedro de Alvarado y, a su muerte, gobernadora de Guatemala). Otras que ejercieron de maestras, como Catalina Bustamante, en una escuela de Texcoco. Exploradoras que estudiaron la tierra colonizada y reclamaron a España trigo para cultivar, como María Escobar. Analfabetas que participaron en la vanguardia de la conquista de Chile, como Inés Suárez, a la sazón amante de Pedro de Valdivia; o la que, como Isabel Barreto, atravesó el Pacífico en una expedición que descubrió las Islas Salomón y las Marquesas.
Cuando nos preguntábamos al inicio de este texto por la razón del olvido de las mujeres en la Conquista advertíamos que podía ser intencionado. El poder de la historiografía anglosajona ha sido tal que, usando, entre otros, los argumentos de Bartolomé de las Casas, dibuja a los españoles como bandidos. Si los suyos eran valientes colonos, los españoles eran saqueadores, violadores y avaros en busca de oro y plata y riquezas varias. Nada más.
"El pueblo español por buena fe, negligencia o por el simple complejo de haber pasado a ser una potencia de segundo orden, ha dejado que su historia haya sido manipulada y tergiversada, dando muchas veces más crédito a lo venido de fuera que a lo dicho por sus propios historiadores"(14). Ensalzar a las mujeres en la Conquista, su papel y sus hazañas, hubiera significado humanizar el proceso y poner en valor la empresa de España. Los ingleses (tampoco los holandeses) no se podían permitir enaltecer a su mayor enemigo.
BIBLIOGRAFÍA
1 José Luis Martínez, Pasajeros de Indias, Madrid, 2001.
2 Peter Boyd-Bowman, Índice geobiográfico de más de 56 mil pobladores de la América Hispánica.
3 Mar Langa, Mujeres en la expedición de Pedro de Mendoza: cartas, crónicas y novelas; verdades, mentiras, ficciones y silencios, América sin nombre, Nº 15 (2010) 15-29.
4 En este caso recurrimos a Juan Francisco Maura, Españolas de ultramar en la Historia y la Literatura, Valencia, 2005.
5 Nancy O’Sullivan-Beare. Las mujeres de los conquistadores, Madrid, 1956.
6 Marina Alfonso Mola, Viaja con nosotros, https://canal.uned.es/mmobj/index/id/20446.
7 Nancy O’Sullivan-Beare. op. cit. pág, 53 y pág. 158.
8 Alfonso Mola, op. cit.
9 Mar Langa, op. cit. pág. 18.
10 Gladys Lopreto, La carta de Isabel de Guevara. http://bit.ly/1uQQqes.
11 Eloísa Gómez-Lucena, Españolas del Nuevo Mundo, Madrid, 2013.
12 Juan Francisco Maura, op. cit. pág. 49.
13 Nancy O’Sullivan-Beare. op. cit. pág. 201.
14 Juan Francisco Maura, op. cit. pág. 55.