Nunca fue un divo
Nunca fue un divo. Paco Gento no se pareció a los ídolos actuales de los que suelen soplar en caldo helado. Paco ha muerto con la misma humildad con la que paseó su nombre de seis copas de Europa, el único, y sus más de veinte títulos nacionales e internacionales. Ha sido noticia en todos el mundo, entre otras razones, por ser único y desde Pelé al último admirador se ha sabido ponderar su trayectoria. Paco nunca hinchó el pecho, En sus mejores años supo otorgar los mayores valores del equipo a sus compañeros. Tanto en la época en que Don Alfredo era el dios del fútbol, como en el tiempo en que fue el número once de un equipo de jóvenes que lo tuvieron primero como héroe y después como compañero. Paco supo vivir los mejores años del Madrid y cuando acabaron supo retirarse casi en silencio. He dicho que supo olvidar a tiempo los neones de las noches madrileñas y su vida familiar fue ejemplar. Tomar café en la Plaza de Panamá, donde vivía, no era difícil porque nunca rehuía el contacto con quienes le había conocido como gran futbolista. Allí enfrente estuvo un tiempo como empresario Ferenc Puskas, que no tuvo suerte con la fábrica de salchichas que creó, ni con el restaurante que regentó.
La personalidad de Gento se ha retratado en el último momento cuando ha querido se enterrado en Guarnizo, en su tierra. El hombre que llevó al mapa mundial a su pueblo cántabro le ha dedicado su último deseo.
Gento ha tenido la despedida cariñosa de centenares de aficionados que han hecho cola en el Bernabéu para decirle adiós. Florentino Pérez es presidente que, como aficionado, conoció las virtudes del extremo izquierda. El presidente aún me recitaba la alineación de aquel equipo “ye-yé” del que Paco fue capitán, emblema y faro que alumbró a aquellos jóvenes que abrieron su historial con la Sexta Copa que él lo cerró. Gento fue campeón de Copa en el Camp Nou, en 1970, ante el Valencia y en el equipo jugó Planelles, que tenía la mitad de su edad. Se prestó a una foto tomando en brazos a su juvenil compañero. Era así de complaciente.
Ante su féretro han estado viejos y entrañables jugadores del Madrid como Gallego y Helguera y viejos adversarios y grandes compañeros como José Ángel Iribar que llegó de Bilbao para expresar el pesar de su club y, fundamentalmente, el suyo propio.
Gento ha tenido la virtud de poseer amigos además de admiradores que han sido millones en el mundo. Su vida profesional y sus manifestaciones humanas no han tenido nada que ver con los modos que ahora se llevan. No es posible encuadrarle en cualquiera de los grupos que ahora, antes que jugadores de fútbol presumen de ídolos.