Sin Barça-Madrid, desencanto chino
La semana del desencanto mundial en la que según el señor Tebas con el aplazamiento del Barcelona-Madrid hubo millones de telespectadores chinos que se olvidaron de la Liga Española, el mayor interés nacional, porque en ello había también cierto morbo, estuvo en el Metropolitano. El Atlético y su padre el Athletic tenían un partido en el que había más que los puntos. El Atlético necesitaba reconciliarse con los suyos y el Athletic, que arrancó fuerte y se ha deshinchado, precisaba un buen resultado para recuperar la fe en los suyos.
Cuando las aficiones tuercen el gesto no es capricho. Hay razones por las cuales existe desencanto. El Atlético, que no acaba de gustar a la parroquia, se llevó en su última aparición en partido europeo, pitos y bronca injusta hacia Koke. Los socios colchoneros tienen delante un equipo que no consigue crear el juego que justifique los muchos fichajes de este año.
A los metropolitanos les resulta difícil hacerse a la idea del nuevo equipo. Trippier, Hermoso, Felipe, Lodi y Lemar no son jugadores que conformen una alineación para recordar. En la defensa actual hay, la menor reminiscencia histórica con Felipe y Hermoso en el centro.
Las dudas de Simeone son muchas. Ante el Athletic dejó a Diego Costa en el banquillo. Prefirió alinear a Correa que algo inventa y a Morata que se pasa muchos minutos en fuera de juego. Con Joao Félix lesionado a la grada le quedan pocas oportunidades para disfrutar. Contra los vizcaínos no hubo una sola jugada hasta el minuto 28 y fue la que proporcionó el gol de Saúl. Hasta ese momento lo más sobresaliente había sido una gran parada de Oblak, intervención que reprodujo a la media hora cuando los bilbaínos pretendían el empate.
En la segunda parte entró Diego Costa que no hizo nada sobresaliente y el Cholo sustituyó a Correa, el mejor del equipo, por Herrera. El Athletic recurrió, aunque tarde, al rematador Aduriz al que no dieron un solo pase sus compañeros y tampoco pudo entrar en juego en los balones aéreos. Hubo mejora entre los colchoneros, pero tampoco para echar cohetes.
Posdata. Tras dos años sin jugar, con el pronóstico de que lo más que podría hacer seria caminar, Santiago Cazorla está dictando lecciones de buen fútbol en el Villarreal.