El triunfo tiene varios padres
El campeonato liguero que acaba de conquistar el Real Madrid no puede ser obra de Cristiano. Tampoco de Zidane. Es atribuible, en general, a la plantilla. Si de lo sucedido se analizan los pormenores habrá que aceptar que los valores del entrenador son importantes porque ha conseguido algo que parecía inaudito: obligar Cristiano a descansar y a ser sustituido. El cambio fundamental de esta temporada ha sido la aportación de los jugadores de segunda fila y la autoridad de que fue investido Zidane para poder tomar medidas como la de hacer alineaciones casi revolucionarias. Llegados a este punto es indudable que el entrenador ha podido ejercer gracias a que cuenta con la total complacencia de Florentino Pérez.
Al margen de las cuestiones individuales y del porcentaje que cada uno ha tenido en la conquista del torneo hay que convenir que lo que ha llevado al éxito al equipo ha sido el cambio de mentalidad. El individualismo que primaba fue sustituido por ganar con la participación colectiva. Al Madrid siempre se le puso como modelo el juego armónico del Barça de los mejores años. En el Camp Nou se decía, y era verdad, que competía solidariamente desde el portero al último de los futbolistas. Al Madrid se le afeaba que fundamentara todo su poder en la potencialidad de sus tres delanteros estrella y fundamentalmente Cristiano por su poder goleador.
En el Barcelona se ha producido en el último tramo de la temporada justamente la pérdida de su identidad. A la hora de la verdad todo se cifraba en Messi. Había desaparecido el equipo, el conjunto. Ciertamente, porque carecía de plantilla en la que los cambios no produjeran descenso de potencialidad.
En el Bernabéu, se ha visto la auténtica luz en los momentos en que el equipo ha dejado a solo dos hombres delante y se ha colocado a Isco en labores de creación. Desde el centro del campo se han fraguado los mejores momentos de la temporada. La aparición de Asensio, en algunos momentos, y Lucas Vázquez, también como recurso, han dado al Madrid una imagen más creativa más juvenil, más espejo de futuro. El Madrid ha sido el mejor siempre que ha jugado con cuatro hombres en la zona media. Si se puede acusar a Zidane de algo constatable ha sido la injusticia que ha cometido al no dar más minutos a los de segunda fila. Lo han merecido más que algunos de la primera. Este seguirá siendo el problema de Zidane. En la final de la Liga de Campeones, aunque se juega en Cardiff, debería tener valor suficiente para contar con Isco antes que con Bale. En ese momento aumentaría su valor en los éxitos del conjunto.
Posdata. La final de Cardiff es un escándalo económico protegido por la UEFA. Los seguidores del Madrid podrían llegar a las gradas al grito de “manos arriba, esto es un atraco”.