Federer y Nadal, grandes campeones
Lo peor que le podía suceder a un tenista era disputar cinco sets con Rafa Nadal. Acababa maltrecho físicamente y, encima, perdía el partido. En Melbourne esta vez no fue así. Contra su amigo Roger Federer, el último gran artista de un deporte en el que ahora se juega más con la fuerza que con la técnica, fue derrotado en la quinta manga después de la exhibición de ambos. Federer aumentó su historial. Es el jugador que mayor número de grandes trofeos, los denominadas del “Grand Slam”, ha conquistado. En Australia, en el primero campeonatos de los cuatro grandes del año, sumó más de tres millones de dólares a su fortuna en la que ya ha contabilizado más de cien. Y más que los dineros lo que suma es un prestigio envidiable. El mejor deportista español hizo el gran esfuerzo tras haber gastado parte de sus energías en la semifinal frente al búlgaro Dimitrov y no pudo.
Rafa y Roger protagonizaron una final casi épica. Han sido las dos grandes estrellas del torneo para cuya final parecían predestinados Djokovic y Murray. Su presencia en la final fue casi una película ya vista. Era como una vuelta atrás. En las dos últimas temporadas no han sido, por diversas razones, los grandes genios de siempre. Volver a Melbourne con la final en sus manos fue casi regalo. A los espectadores presentes, y cuantos los vimos por televisión no pareció reencontrarnos con la historia.
Los detalles de más calidad fueron propiedad de Federar. El espíritu combativo fue cosa de Nadal. El suizo entendió mejor la manera de vencer. Adelantó siempre un paso en la pista. Rafa se quedó siempre por detrás, a la espera. Quien subió a la red en más ocasiones, tal vez en casi todas, fue el campeón. Nadal le buscó el fallo en los golpes de derecha y Federar respondió con voleas inesperadas y cercanía a la red. El ganador falló bolas impropias de su categoría y, no obstante, asentó su triunfo en momentos de mayor decisión.
El público vivió emociones extraordinarias con dos tenistas a quienes se podría pedir que por decreto llegaran siempre a la final aunque participasen los demás. En los palcos familiares se pudieron presenciar instantes de euforia y preocupación. Ambas situaciones fueron naturales de acuerdo con la incertidumbre del marcador. La novia de Nadal, que trató siempre por contenerse, hubo momentos en que pareció una virgen dolorosa. Al final, los dos adversarios se dedicaron los piropos propios de los grandes vencedores. Federer, otra vez, soltó la lágrima. Ya lo hizo vez con Nadal de triunfador. El hombre es más sentimental de lo que podría parecer deportista de tantas glorias y millones.
Posdata. Casi al mismo tiempo, el Barça empató en Heliópolis con el Betis, Cada vez que Luis Enrique da descanso a algunos de los mejores, la victoria de escapa. Y la Liga.