Adiós a la reina madre de la televisión. A los 82 años nos deja María Teresa Campos, periodista de raza que pertenecía a una especie de comunicadores en peligro de extinción. Aquellos que forjaron su adolescencia entre micrófonos en una época en la que el periodismo era una profesión, los mismos que, de algún modo, abrieron el camino de la libertad en una España gris en la que imperaba el yugo de la censura.
La Campos hizo mutis por el foro televisivo en 2021. Ella quería seguir trabajando, pero, poco a poco, su salud le fue jugando una mala pasada. El severo deterioro cognitivo que sufría desde hace tiempo ya le había robado la memoria. Hacía meses que casi no reconocía a sus seres queridos. Incluso sus amigas, las de toda la vida, las de las partidas vespertinas, se vieron obligadas a renunciar a la cita. María Teresa Campos se ha ido sin recordar que durante toda su vida fue una gladiadora en favor de la libertad.
Sí, María Teresa Campos fue mucho más que la madre de Terelu y de Carmen Borrego, fue mucho más que la abuela que se sobreexpuso junto a sus hijas en un reality y, por supuesto, fue bastante más que la mujer que aireó sus desamores otoñales en el papel couché.
Nació un 18 de junio de 1941 en Tetuán, en el seno de una familia acomodada que al año de nacer la pequeña se instaló en Málaga. A los 15 años, la adolescente flirteaba con los micrófonos de Radio Juventud Málaga. Durante décadas prestó su voz a los discos dedicados, trabajó en magazines y compartió pecera con Diego Gómez. Aquella fue la época dorada de Mari Tere Campos. Sin duda se convirtió en la voz de Málaga.
En 1968 fichó por Radio Popular de Málaga donde presentó Español Pop, un programa que le acercó a los grandes cantantes de la época. En plena Transición, dio rienda suelta a su espíritu combativo y organizo conciertos de cantautores de marcado carácter progresista como Joan Manuel Serrat o Lluís Llach. Su camino hacia la libertad la llevó a conducir Mujeres 72, un programa en el que se empezaba a hablar de mujeres libres y de feminismo. No resultó una empresa fácil, pero no había nacido quien amilanara a aquella joven de voz grave, medio aguardientosa, peleona y vehemente.

La periodista María Teresa Campos.
Campos, contra el 23-F
Mari Tere Campos no militaba en partidos políticos, pero se convirtió en el rostro del andalucismo. En 1981, siendo directora de Informativos de Andalucía en Radio Cadena Española, leyó el manifiesto contra el Golpe de Estado del 23-F y por ello sufrió amenazas de sectores extremistas.
Probablemente los jóvenes hoy la recordarán ahí apostada en el salón familiar. En un cajón. Enmarcada en negro, acompañando a sus madres o a sus abuelas en las tareas matutinas. Pocos de esos jóvenes recordarán que el trono de reina de la televisión matinal se lo debía a Jesús Hermida. En 1987, el ex corresponsal de TVE en EEUU fue el encargado de inaugurar la programación matinal y él la lanzó al estrellato como a otras tantas chicas Hermida. Él fue quien fulminó a Mari Tere para dar paso a María Teresa.
La nueva María Teresa Campos, que había sido moldeada en las peceras de la radio, pronto abandonó al maestro para aceptar el puesto de subdirectora de Hoy por Hoy en la Ser (con Iñaki Gabilondo como estandarte). Lo cierto es que el que ha probado la ponzoña de la televisión, nunca la olvida. Pocos meses después de su espantá regresó a TVE para sustituir al mismísimo Hermida. Fue entonces cuando la Campos se convirtió en la reina de las mañanas. Ella, desde lo alto de la noria, desde su púlpito marujil se fue creciendo y creciendo.
El viaje a Telecinco
Un día la cadena pública se le quedó pequeña y apostó por una recién nacida cadena privada, aquella que venía de Italia y lucía un logo con una margarita. De Esta es tu casa a Pasa la vida y más tarde a Día a día, programa con el que cosechó índices de audiencia insuperables.
Cuentan las malas lenguas que era dura, muy dura de pelar. Exigente como la que más, incluso soberbia y tirana en ocasiones. Que se lo pregunten a Jorge Javier Vázquez. Tras casi 2.000 emisiones de Día a día, en julio de 2004 fichó por Antena 3 con un contrato que la unió a la cadena hasta julio de 2007, por la módica cifra de seis millones de euros por temporada.
Orgullosa y de temperamento caliente, desde San Sebastián de los Reyes tildó de gilipollas a Paolo Vasile en directo. Toda una osadía. Sobre todo, porque su paso por la cadena de San Sebastián de los Reyes fue un auténtico fracaso y, tras un considerable parón, retornó al redil de Telecinco, y con la cadena de Fuencarral, de nuevo, al podio de las reinas de la televisión. Ya en calidad de reina madre.
La pelea de Campos con Vasile
En 2012 recibió el Premio Iris de la Academia de Televisión a Toda una Vida. Tenía 71 años y, todavía, toda la fuerza del mundo. Recibió a la prensa encaramada a unos tacones de vértigo y ante su presencia se hizo un silencio gélido. Sus pasos
arrastraron las miradas de los convocados, se sentó y comenzó un proceso de seducción sabio, alimentado por esa templanza que otorga el paso del tiempo. Aquel galardón llegaba justo cuando ¡Qué tiempo tan feliz!, su programa de fin de semana, cumplía 300 emisiones.
Conocía como nadie el universo de las entrevistas. Cuando ella era la interrogada se movía con sutileza en el difícil terreno de las respuestas, pero con el paso del tiempo abandonó el encorsetamiento para tirar de una espontaneidad hilarante. Aunque pudiera parecerlo, el capo italiano de Telecinco no se había olvidado de la bravata de la Campos. Utilizó el carisma de la entonces reina de la televisión y cuando su imagen inició el descenso le arrancó inesperadamente y de cuajo ¡Qué tiempo tan feliz! Su fotografía perdió el rincón privilegiado del pasillo de la fama de Telecinco.
Cuenta la leyenda que, al verse relegada a una esquina, cerca de la salida de emergencias, en un ataque de cólera la Campos arrancó la fotografía y la destrozó.

María Teresa Campos en 'Que tiempo tan feliz'.
Campos y sus hijas
Terminó su trayectoria profesional en un autobús entrevistando a Isabel Ayuso, en lo que se suponía iba a ser un programa de con periodicidad. La Campos móvil nacía como un torpedo desintegrador contra Pasapalabra y su colosal audiencia, pero no funcionó. Ahora pasará a la historia como el último trabajo de María Teresa Campos.
Antes de eso, ella y su camada abarrotaron titulares de todos los colores. Lo suyo fue algo así como no sin mis hijas. Nunca debió participar en aquel engendro que fue Las Campos y que el pueblo bautizó como las Camposhian (da igual que la primera temporada se convirtiera en un bombazo). El amor de madre la llevó a cometer grandes errores. No lo necesitaba. Ella era una mujer con mucho bagaje del que presumir, jamás debió dejar que su legado se manchara al final del partido. Ni siquiera por sus hijas. La maternidad no va de cubrir con fanales a nuestros hijos. Va de formar para dejar marchar. Deja que ellas o ellos construyan su barco, dejar que naveguen en soledad entre tempestades y mares en calma. María Teresa surcó grandes océanos en soledad. Hoy su buque atraca en tierra firme y descansa en paz.