Cristina, la infanta que nunca sabía nada

Ni los mails del 'duque em-palmado', ni los flirteos cibernéticos con la mujer de su mejor amigo, ni la ex prometida recuperada como amante, ni el banquillo, ni la cárcel... Sólo una colección de imágenes robadas ha terminado con el matrimonio Urdangarín-Borbón.

Cristina, la infanta que nunca sabía nada

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Anda la corte revolucionada por unas imágenes que, cual axiomas filosóficos, demuestran una infidelidad Real. Una infanta de España ha sido coronada públicamente. Cristina, investida con la tiara del adulterio. ¡Qué desacato, pardiez! ¿Quién ha sido el osado caballero que ha mancillado la imagen de su Alteza Real? ¡Qué injusticia! ¡Qué irreverencia!

La Infanta Cristina de Borbón y Grecia, sexta en la línea de sucesión, primera licenciada de la familia y, basándonos en las alharacas de las cortesanas y cortesanos, primera cornuda principesca. Como si a lo largo de la Historia de España las hazañas entre tálamos reales hubieran brillado por su ausencia. ¡Mira que las tiene cerca! Igual, en lugar de volar a Abu Dhabi la próxima semana debería pedir consejo a la profesional, a la princesa griega que fue educada para ser Reina.

Cuentan los cronistas reales que Cristina está devastada. Parece que le ha costado digerir la portada de la revista Lecturas en la que su marido, el gallardo Urdangarin, pasea por una playa del sur de Francia de la mano de Ainhoa Armentia, una compañera de trabajo y el motivo de sus desvelos.

Lógico. Que te dejen por una más joven. Uff, eso sí que duele. No es lo mismo intuir que saber. No es lo mismo sospechar que ver con tus propios ojos y, sobre todo, no es lo mismo una verdad oculta que una divulgación pública. Lo notorio siempre espolea más que lo privado, máxime cuando eres una Infanta acostumbrada a mirar para otro lado, una Infanta que nunca supo y que nunca sabe nada. No hay nada como ser rubia y hacerse la rubia.

Los 'mails' del duque

Las fotos de la discordia han sido un torpedo en la línea de flotación del matrimonio Urdangarin-Borbón cuya crisis ahora parece que conocía todo el mundo. Ni los mails del duque em-palmado, ni los flirteos cibernéticos y no tan cibernéticos con la mujer de su mejor amigo, ni la prometida recuperada como amante, ni el banquillo, ni la cárcel, nada tumbó el profundo amor de nuestra Infanta por su hidalgo caballero de ojos azules.

Solo una colección de imágenes de la pillada ha provocado que publiquen de mutuo acuerdo un comunicado en el que anuncian que interrumpe su relación matrimonial. Eso sí, el compromiso con sus hijos permanece intacto. Solo faltaría, Altezas (mientras estén casados ambos lo son). ¿Qué necio interrumpe su relación con los hijos?

Estamos ante un despropósito de comunicado redactado por alguien que no ha superado el Manual de Gramática Española. Si puedes decir algo en una palabra, por qué utilizar cuatro. Separación. Del cese temporal de la convivencia en 2007 hemos pasado a la interrupción del compromiso matrimonial en 2022. No evolucionamos.

Indulgencia regia a una Infanta

Anda la corte exaltada porque los más ingenuos auguran cierta indulgencia regia. Por fin la Infanta se separa, se aleja de aquel que la sentó en el banquillo, de aquel que consideran tiró de la espita que provocó la abdicación real. Para los cortesanos, esta interrupción soñada podría recuperar su imagen para el redil monárquico.

Qué desmemoria la suya. En 2018 la Sala Segunda del Tribunal Supremo condenó a Iñaki Urdangarin a 5 años y 10 meses de prisión por los delitos de prevaricación continuada y malversación, tráfico de influencias, fraude a la Administración y dos delitos fiscales. Respecto a su mujer, aunque fue absuelta, la Sala mantuvo su responsabilidad como partícipe a título lucrativo en los delitos de malversación de caudales públicos y de fraude a la Administración cometidos por su marido. Por todo ello se le condenó a devolver 265.088 euros.

Cristina de Borbón basó su defensa en el “nunca he sabido cuáles eran los ingresos y los gastos de Aizoon” (siendo dueña al 50%); “yo no tengo especiales conocimientos contables ni fiscales” (trabajando en la Caixa); “Mi marido y yo no hablábamos de Aizoon ni de nada que se le relacione, no eran temas que me interesase hablar con él” (ya tenía bastante con sacar adelante a cuatro churumbeles); “La tarjeta [Visa de Aizoon] la custodiaba él. Se la ofrecieron, y la aceptó. No recuerdo haber hecho ningún pago con esa tarjeta” (estaba a su nombre, pero la custodiaba él como en el medievo).

Ella no sabía nada

Cristina de Borbón se libró del castigo probablemente porque Roca, su abogado penalista, basó la defensa en echarle el muerto a su marido. En su comparecencia como imputada del 8 de febrero de 2017, la infanta Cristina respondió al juez José Castro con 579 evasivas sobre su papel al frente de la sociedad de la que era copropietaria. Ella no sabía nada. El que sí era conocedor y se autoinculpó fue su marido, el deportista.

Parece que el capitán del Barça, el propietario de los antebrazos más famosos del balonmano español, se dejó cegar por el relumbrón que rezuma la sangre azul. Necesitó poco tiempo para aprender a operar cómo funcionaba desde hacía décadas la casa que le adoptaba. Ella no sabía nada, él sí. Él fue directo a la cárcel, ella se desvinculó de la Caixa y con 55 años encontró un cojotrabajo en la Fundación de Aga Khan. ¡Qué suerte la suya!

El gallardo caballero vasco ejerció de defensa real, lo que siempre se le había dado tan bien. Amortiguó los golpes a la Monarquía y el 18 de junio de 2018 ingresó en la cárcel de Brieva. Durante más de dos años, por seguridad, fue el único hombre preso en una cárcel de mujeres. Días, semanas, meses de soledad que imagino habrá llenado con tremendas dosis de gimnasio y lectura. El ex Duque de Palma mudó a Conde de Montecristo y como Edmundo Dantés tuvo tiempo, si quiso, de amañar su salida real. Ya lo dijo Claire Liebaert: “Estamos bien, ya hemos hablado, ya está todo dicho, ya podemos ser una familia normal”.

La humillación de la Infanta

Sostiene la corte que la Infanta es la gran víctima de esta historia de testas coronadas públicas. Después de todo lo sufrido, ahora su gentilhombre le paga con esa humillación. ¡Con lo enamorada que estaba! Cristina, que nunca supo nada, a sus 56 años parece que sigue creyendo en el amor verdadero.

Recuerdan los cortesanos que fue ella la repudiada por su hermano, la misma a la que despojó del ducado, regalo de bodas real; fue ella la excluida de la familia, la misma a la que se le exigió un divorcio express y se le instó a renunciar a sus derechos dinásticos. En nombre del amor verdarero, jamás pasó por el aro.

Ella, la Infanta Cristina, la niña de los ojos del rey emérito, se enrocó en la defensa de su familia de catálogo. Tan rubios, con esos ojos azules, tan guapos, tan vikingos. Se obcecó. Quizá porque en lo más profundo de su corazón todo le era familiar. Hoy busca el consuelo de quien no tiene autoridad moral para dar consejos. Pobre Infanta que no sabía nada.