Carlos III estrenó su reinado con un par de salidas de tono que presagiaban lo peor. Entre el desagradable y autoritario gesto que tuvo con el ujier en la ceremonia de la proclamación y el chicatazo de tinta que manchó sus congestionadas falanges reales, el nuevo reinado no pintaba nada bien. Hoy, 8 de septiembre, cuando se cumple un año de la muerte de Isabel II, si algo ha dejado claro Carlos III es que ha escogido el continuismo del reinado materno a los procesos de transformación radical.
Durante estos 365 días la prudencia se ha convertido en su estandarte y la sutileza en la punta de lanza de los cambios que, sin duda, están por llegar. Consciente de que no era la figura más popular de la familia Windsor, el monarca más longevo en ascender al trono con 73 años, aferrado al luto, decidió no remover los cimientos de la monarquía británica.
Así las cosas, los ciudadanos británicos y los miembros de la Commonwealth que estaban aterrorizados ante los posibles cambios ni se han enterado. Por ahora.
Una muerte inoportuna
Lo cierto es que Isabel II se murió en un momento muy poco oportuno. En plena era del post Brexit y con una primera ministra, Liz Truss, recién nombrada que duró lo justo para participar en sus exequias (del 6 de septiembre al 25 de octubre). Se fue en el año que se celebraba su jubileo de platino y con la familia fragmentada por el Harrygate y los picores de bragueta del príncipe Andrés.
La reina pagó más de 14 millones de euros a Virginia Giuffre para zanjar la demanda por violación a la que se enfrentaba su hijo favorito. El mismo al que su hermano, en cuanto se sentó en el trono, despojó de todo tipo de privilegios. Por cierto, el Ministerio de Exteriores del Reino Unido no publicará la documentación de este caso que se guarda en el Archivo Nacional hasta el 2065.

Las memorias del príncipe Harry
Respecto al divorcio de los duques de Sussex y los Windsor, el príncipe Harry en lugar de apaciguar los ánimos, dinamitó todos los puentes con la familia con sus memorias. En En la sombra (Plaza & Janés) vomitó negro sobre blanco su vida, compartió sus recuerdos y no dejó títere con cabeza. El príncipe díscolo encorajinó a su familia y al mundo entero. Las críticas le llovieron antes de publicar su autobiografía. El caso es que tampoco fue para tanto, nada que no le hubiera contado a Ophra Winfrey en la famosa entrevista.
Harry ni estará ni se le espera en el primer aniversario de la muerte de Isabel II. Los Sussex prefieren los Juegos Invictus a una reunión con los Windsor sin haber sido invitados.
Carlos III, el rey tacaño
En el mes de julio se publicaron las cuentas de la Casa Real británica correspondientes al ejercicio 22-23. Según ese informe la subvención del estado permaneció estable (99,8 millones de euros), pero los gastos de la corona aumentaron un 5%. La monarquía gastó en ese ejercicio 124,5 millones de euros. Un déficit que obligó a los Windsor a utilizar sus reservas financieras, lo que llaman el monedero privado.
Por eso, Carlos III se ha propuesto reducir los gastos de La firma. Está emperrado en pasar a la historia como el rey austero y nada más asumir su cargo, tras el despilfarro de la coronación, se dedicó a recortar los gastos de la familia. Sin excepciones.
Empezó la tala expulsando de la corte a la mejor amiga de su madre, Angela Kelly. Estilista y confidente de la reina fue la persona que la cuidó en sus últimos días y con la que mantuvo una relación muy cercana.
Kelly obtuvo la autorización de la reina para firmar un contrato de tres libros autobiográficos de los que ha publicado dos. En ellos relataba detalles del día a día de la monarca, de su vestidor y de su entorno más cercano. Unas confidencias autorizadas que a otros les costaron el puesto. El tercer libro está por publicar. Tras el zapatazo de Carlos III promete ser el más interesante.
Además de Kelly, también ha menguado el número de trabajadores con derecho a residencia en las posesiones reales y ha recortado en un 20% el personal de palacio. Se ha planteado abrir al público el castillo de Balmoral y ha puesto a la venta algunos de los 50 caballos de la Reina Isabel.
Por si fuera poco, se ha propuesto bajar el termostato del palacio. El próximo invierno los moradores y trabajadores del Palacio de Buckingham tendrán que ponerse una rebequita. Y se acabó la piscina climatizada. El que quiera nadar que se lance al agua fría que dicen que mantiene el cutis joven.
El eterno becario
Por más que le fastidie, Carlos III jamás ha gozado de la popularidad que disfrutó su madre. En el momento de subir al trono un 42% de sus súbditos le consideraba como el eterno becario. Apostaban por que el primogénito de Isabel II diera un paso atrás y permitiera que su hijo se convirtiera en el próximo monarca. Cosa que ni se le pasaba por la cabeza. Llevaba demasiados años esperando para dejar pasar a su hijo sin pillar trono.
Tras el fallecimiento de la reina, Guillermo y Kate, los duques de Cambridge se convirtieron en los miembros más populares de la familia y durante este año lo han alimentado vendiendo la idea de familia Telerín cuyos retoños, sobre todo el benjamín, enamoran cada vez que prodigan en público.
Los duques de Cambridge heredaron automáticamente el título de duques de Cornualles, además del título del ducado de Rothesay y el del condado de Chester. Y recibieron el título de príncipes de Gales tras el primer discurso como Rey de Carlos III. Aún falta su coronación. Una ceremonia que, sin duda, se emitirá en directo para todo el mundo.
Apertura a los nuevos medios
El nuevo monarca decidió abrir las puertas de los palacios reales para las transmisiones en directo de los medios de comunicación. Empezó pronto. De todos los fastos de la coronación sólo hubo una secuencia vetada para las cámaras. Ya saben, el instante supuestamente sagrado en el que le ungían con el aceite de oliva extraído del Monte de los Olivos. Además, poco a poco, le ha dado un empujón a las redes sociales con las que ha roto el secretismo que durante siglos pululó por la institución.
Camilla ha sido la flamante ganadora de esta partida de ajedrez familiar. La amante, la que estaba llamada a ser princesa consorte, fue coronada como reina gracias al mediación de su suegra. Camilla Parker Bowles, la novia que nadie quiso, la otra, la madrastra del culebrón Windsor que tardó 30 años en entrar en la familia y necesitó casi 20 más para alcanzar la aceptación de su suegra fue coronada en la misma ceremonia que su marido.
Sobre su cabeza todavía sobrevuela el fantasma de Lady Di. En cada evento que preside siempre surgen las comparaciones con la princesa del pueblo. Si no es por el outfit es por su carisma o por sus maneras, absolutamente más distantes que las que manejaba la Diana Spencer.
Otra que ha ganado enteros este año ha sido la princesa Ana. Tras la muerte de la reina, los británicos veían en ella a una digna heredera, por su entrega y dedicación. Ella era y sigue siendo el miembro de la familia Windsor que más se prodiga en actos oficiales.