Le bautizaron Màxim el breve. Su paso por el Ministerio de Cultura y Deporte fue el más efímero de la historia de la Democracia. Una semana duró en el cargo. Nada más hacerse público su nombramiento salió a la palestra una condena por fraude fiscal y se convirtió en la diana en la que oposición disparó todos sus dardos. Máximo Huerta, aquel que conocimos como Màxim, presentador de informativos de Telecinco repescado por Ana Rosa Quintana para contar el faranduleo matinal, el escritor dimitió a las 168 horas de su toma de posesión.
Contra todo pronóstico, renunció a todos los beneficios vitalicios que otorga el cargo, se quedó con la cartera grabada de recuerdo y le obligaron a hacer mutis por el foro. “Me tiraron al precipicio. Gente muy importante me dijo que no me iban a apoyar y que estuviera un mes callado. No pude defenderme. Quería hacer una digestión lenta, larga y dolorosa y desaparecí”. Máximo Huerta, haciendo gala de un humor envidiable, reapareció para entregar el premio al Mejor Cortometraje en la gala de los Goya, riéndose de su fugaz título ministerial.
Jamás había contado las entretelas de aquellos días. El lunes, Máximo Huerta rompió su silencio en El hormiguero. También son ganas de dar pábulo al presentador más incorrecto de la televisión. Al final, de una forma u otra, Pablo Motos siempre es el perejil de todas las salsas. El Premio Primavera de Novela 2014 le regaló al presentador el instante más surrealista de su vida: la última reunión que tuvo con Pedro Sánchez antes de dimitir como ministro de Cultura.
“Llegué a Moncloa en coche. Llevaba el discurso escrito en el móvil. Cuando estaba ya para entrar en el despacho me dijeron que esperara. Se me hizo eterno y aproveché para hacerme un selfie con un cuadro que hay en la habitación. Me vi difuso, como estaba yo en ese momento”. ¡Menudo momento para tirar de cámara! Es lo que tiene el estar pendiente de las redes sociales. Ya no sabemos ni esperar, ni aburrirnos.
“Al rato entré en el despacho y lo que me resultó paradójico es que tras decirle que dimitía, en lugar de unas palabras para mí, empezó a hablar de él, de cómo lo vería la historia en el futuro", confesó el periodista y escritor. "Mencionó que todos acababan mal en política, poniendo el ejemplo de Zapatero, de Aznar y de González. 'De mí, ¿qué dirán?', se preguntaba. Me entraron ganas de decirle: 'padre, que estoy hablando yo, déjeme hablar'. Bajé con unas ganas de dimitir", subrayó Huerta frente a un atónito Pablo Motos. El presentador de El hormiguero en ese momento se estaría frotando las manos sabiendo que tenía el trending topic asegurado.
La vendetta de Máximo Huerta
Como le gusta decir a Pablo Motos, Máximo Huerta fue a divertirse a El hormiguero y bien que se divirtió. La venganza se sirve en plato frío. Metido en la piel de Salomé (la del La, la, la, no; la bíblica) entregó la cabeza del presidente en bandeja de plata. Lo dejó tal cual nos lo imaginamos, encantado de conocerse. Algo que ya sabíamos o podíamos intuir. Y si no que levante la mano quien no se imagine a Pedro el hermoso (¡qué pena que no se llame Felipe!) preguntando a su espejo mágico, cual bruja de Blancanieves, si hay alguien en el mundo más guapo que él.
Ideologías aparte, Pedro Sánchez ha hecho de la cosmética un modus vivendi. Triunfa por la cara. Primero lo hizo en España y ahora en Europa. Lo cierto es que se lo han puesto muy fácil. Por delante, sin contar con los del partido de la gaviota, ha tenido a la caricatura de González travestida en cuto por culpa del óxido del tiempo y a Zapatero reconvertido en Mr. Bean reflejado en los espejos deformantes del callejón del Gato. Es el primer presidente de este país que habla inglés fluido y que se puede codear con el resto de los mandatarios sin traductor simultáneo. ¡Cómo no creérselo y cuestionarse cómo lo verá la historia! (léase con ironía).
A él, al más guapo de la clase. Entre el tigretón de los Caídos (perdón, pero aquella salida fue tan surrealista, hasta tuvo problemas para entrar en el helicóptero), la pandemia y la excepción Ibérica, ¿qué duda queda? Nuestro guapo oficial tiene una flor donde la abeja el aguijón. Bueno también puede pasar a la historia por ser el responsable de la ley más desatinada de la historia de la democracia. No, no se trata de la octava Ley de Educación, que también. Se trata de la Ley de 'solo sí es sí', esa que entró en vigor el pasado 7 de octubre y ya ha reducido la pena al menos a 338 indeseables.
Máximo Huerta visitó El hormiguero para promocionar Adiós pequeño, su noveno libro, un relato con tintes de ficción en el que repasa a su infancia. Confesó el motivo de su exilio que no es otro que el dedicarse en cuerpo y alma a su madre que sufre demencia senil. “Por las mañanas soy su madre y por las tardes soy su hijo. Ha pasado dos tumores y una operación de cadera. No quiero arrepentirme en el futuro de no haber hecho lo que tenía que hacer". Aprovechó también para vender en prime time La librería de Leo, el negocio que acaba de abrir en Buñol y donde promete estar atendiendo en persona.
“¿Qué es más arriesgado abrir una librería o aceptar ser ministro?", le preguntó Motos. La respuesta fue clara y contundente. "Sin lugar a duda una librería porque me ha costado mucho más. Es que ser ministro lo decidí en 30 segundos con Virginia tomándome un cruasán y un café con leche". Al final, ni libro, ni librería, ni ná. Su patética conversación con Sánchez arrasó.