Ya lo venían avisando desde hace semanas tanto el Gobierno de coalición como sus socios y el resto de grupos parlamentarios. "Circo", "esperpento" o "show" fueron algunos de los calificativos con lo que se había bautizado a la moción de censura de Vox con el economista Ramón Tamames como candidato. Epítetos que finalmente se quedaron cortos, a tenor de lo vivido este martes en el Congreso.
Lo que pretendía ser un intento, condenado al fracaso, de censurar al Ejecutivo para supuestamente adelantar las elecciones generales al 28-M ha conseguido justamente todo lo contrario. Por un lado, la iniciativa parlamentaria solo ha servido para brindar una victoria parlamentaria a Pedro Sánchez y su Gobierno, uniendo de paso al bloque progresista, y por el otro, algo más importante para su supervivencia de cara al futuro: impulsar la inminente candidatura de Yolanda Díaz y su proyecto Sumar.
Lo que mal empieza mal acaba. Desde que a principios de febrero Vox hiciera público que el veterano exmilitante del PCE sería el candidato de su segunda moción de censura contra el Gobierno de Pedro Sánchez, los sinsentidos e incongruencias han sido una constante. La lista de discrepancias entre Tamames y el partido proponente de la moción no cesaba de acrecentarse a golpe de entrevista de un candidato desde el principio incontrolable. Luego vino el capítulo de la filtración del discurso del economista a seis días del debate. Y de aquellos barros, estos lodos... el espectáculo de este martes como traca final.
Las caras de Santiago Abascal y su portavoz en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, serían el mejor resumen de una endeble moción que ha resultado ser más lamentable de lo que se esperaba. El discurso de Tamames estuvo muy por debajo del nivel intelectual que se le presuponía, un discurso con una visión desfasada de una España que ya no es y en el que la única mención a las mujeres ha sido para culparlas de la baja natalidad. Un candidato que ha acudido al hemiciclo sin ningún programa de Gobierno bajo el brazo y sin buscar el fin que debe tener una moción de censura, ser constructiva, ofrecer una alternativa. Con continuas referencias a su pasado, la mayor parte de los grupos parlamentarios han lamentado que el 'último servicio' del 'viejo profesor' al país haya sido haber acudido al Congreso para blanquear a la ultraderecha.
Más allá de sus palabras, la actitud de Tamames tampoco ha sido la esperada: quejándose de la duración de las intervenciones de Sánchez y Díaz (una hora y 26 minutos y una hora y cinco minutos, respectivamente), queriendo interrumpir al presidente durante su réplica reprochándole que respondiera con un "tocho de 20 folios" escritos de antemano o sin aplaudir siquiera a Abascal, el líder del partido que le brindó la oportunidad de poder exponer al resto de partidos y a los ciudadanos su visión económica, social y política de España y las razones por las que, a su juicio, hay que parar al Gobierno 'Frankenstein'. Incluso tras pronunciar su discurso, precedido por un agrio cara a cara entre Sánchez y Abascal, el candidato a la Presidencia parecía haber perdido todo interés en la moción. Apenas ha dedicado dos minutos a contestar a Yolanda Díaz, renunciando después a contestar de manera individual a cada uno de los grupos parlamentarios.
Una victoria para el Gobierno y sus socios
Con todo estos mimbres, la moción se ha transformado en un boomerang que se ha vuelto contra Vox. Sin sumar ni un solo apoyo más de los 52 diputados de los de Abascal, el debate de este martes solo ha servido para brindar una victoria parlamentaria a un Gobierno que aún se estaba lamiendo las heridas de la votación de la reforma de la Ley del 'sólo sí es sí'. Sin embargo, la moción de Vox y Tamames solo ha servido de pegamento para los socios de una coalición obligados a entenderse y, de paso, para un bloque progresista que se fracturó en la misma votación de la rectificación de la 'norma estrella' de Irene Montero.
Si alguien le ha sacado provecho a esta moción ha sido paradójicamente Moncloa al permitirle confrontar dos modelos de país: el suyo, con un avance imparable de derechos y conquistas sociales, y la alternativa, una 'España en blanco y negro' de la mano de PP y Vox. Además, le ha brindado la oportunidad de dejar en evidencia al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, por su "equidistancia" - este martes se encontraba en un acto la embajada de Suecia- al no dar la orden a su partido, como hizo Casado, de votar en contra de esta moción.
Pero el mayor éxito del Gobierno de coalición ha sido usar la moción para el lanzamiento no oficial de Yolanda Díaz como candidata para las próximas generales y de su proyecto Sumar. La reorganización de la izquierda a la izquierda del PSOE es clave para la reedición del Gobierno de coalición. De ahí que Yolanda Díaz fuera la 'elegida' por Sánchez para dar la replica a Tamames, pese a la insistencia de Ione Belarra e Irene Montero en intervenir. Una misión que la vicepresidenta segunda ha sabido aprovechar con creces a través de un discurso que hasta el propio Tamames ha tachado de "interesante en muchos de sus pasajes" y que le ha permitido esbozar su proyecto de país y en definitiva las entrañas de su proyecto político, Sumar.
Las réplicas de todo el arco parlamentario, incluso desde las fuerzas de la derecha como el PP o Foro Asturias, han hecho hincapié en la "inutilidad" de Vox al traer al Congreso una moción con "fines fraudulentos" y "electoralistas". Los socios del Gobierno reprochando a los de Abascal su intento de "regresar al pasado" y los partidos de la oposición echándoles en cara haber dado a Sánchez y Yolanda Díaz el primer 'spot' de la precampaña electoral. Como le ha dicho el propio presidente del Gobierno al veterano catedrático: "Encabezar esta moción no ha sido la mejor idea que ha tenido en su vida".