Este jueves se cumplen cinco años de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. En torno a las 11.32 horas de la mañana del 1 de junio de 2018 el dirigente socialista con gesto serio abandonaba el hemiciclo del Congreso tras prosperar la moción de censura presentada días antes contra el presidente del PP, Mariano Rajoy, y que todo el mundo calificaba de suicida.
Días antes, concretamente entre el 24 y el 25 de mayo, Sánchez tomó la decisión “con su conciencia” de dar ese arriesgado paso. Curiosamente, hay paralelismo entre aquellos hechos con lo ocurrido esta semana, porque un día antes, el 23 de mayo de 2018, los ánimos del PSOE estaban por los suelos. Mariano Rajoy había logrado aprobar los Presupuestos Generales del Estado y todo apuntaba a que agotaría la legislatura hasta 2020 frente a un PSOE desdibujado, con escaso protagonismo político y con un Sánchez más que cuestionado en numerosos sectores del partido.
Pero el 24 de mayo cambió todo. Se hizo público el fallo judicial del llamado “caso Gurtel”, una demoledora sentencia que condenaba al PP y a destacados dirigentes por financiación irregular del partido. Sánchez actuó con celeridad y, en lugar de perderse en declaraciones de condena, reunió en la sede socialista de Ferraz a toda su Ejecutiva.
La tarde-noche fue larga, y hay quien dice que la decisión se tomó esa madrugada y otros que fue en la misma mañana de días 25, pero el hecho incontestable es que a primera hora del 25 de mayo la ahora ministra de Defensa, Margarita Robles, se personó en el registro de la Cámara Baja para presentar una moción de censura contra Mariano Rajoy. La idea se la atribuye Iván Redondo; otros dicen que la entonces ex vicesecretaria general del PSOE Adriana Lastra fue quien la defendió y la planteó con ganas. Pero la decisión la tomó Sánchez.
Nadie se lo tomó en serio. La decisión de Sánchez, además, se tomó sin haber hablado con ningún otro grupo parlamentario y no salían las cuentas para conseguir los 176 votos necesarios para relevar a Mariano Rajoy de ninguna de las formas imaginables.
Tal vez, por ello, el PP fijó con urgencia el debate de la moción de censura el 31 de mayo, para no dar margen a los socialistas para abrir negociaciones y que aquel trámite que se consideraba disparatado pasara cuanto antes. Pero aquello fue un error.
Sánchez se subió el día 31 a la tribuna del Congreso sin tener los apoyos garantizados y, al acabar su discurso, se seguía pensando que, por segunda vez, el líder socialista vería frustrada su intención de ser presidente del Gobierno, como ya le ocurrió en el debate de investidura de 2016. En el PSOE, algunos, le querían pasar factura por ello.
Pero entre bambalinas se movieron cosas. El entonces secretario general de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, hizo un gran trabajo para conseguir el apoyo de ERC y EH-Bildu. Y otras formaciones menores empezaron a sumarse a la moción. Faltaba el PNV y nada hacía presagiar que los nacionalistas vascos dieran su apoyo cuando un día antes habían aprobado los Presupuestos Generales del Estado con el PP. Sin embargo, al mediodía de ese 31 de mayo se supo que el PNV votaría a favor de la moción de censura y un bolso en el escaño vacío de Mariano Rajoy certificaba la derrota del presidente del PP.
De aquello hace hoy 1.816 días, como le gusta contar a Pedro Sánchez los tiempos del Gobierno, y nadie duda que aquella moción de censura suicida cambió la reciente historia de España. El PSOE ganó todas las elecciones celebradas desde entonces hasta el pasado domingo 28 de mayo, el PP pasó por su peor momento político en toda la etapa democrática, la ultraderecha entró por primera vez en las instituciones o se constituyó el primer Gobierno de coalición de la democracia. El 23J sabremos si Sanchez prolonga su estancia en La Moncloa que se inició con aquella moción de censura suicida.