Este martes, posiblemente, arranque el curso político más largo de la etapa democrática con el Consejo de Ministros de este martes, la Diputación Permanente del miércoles y el pleno extraordinario del próximo jueves.
Si es inusual que la actividad política empiece con tanta intensidad un 23 de agosto, todo apunta a que esta será la dinámica del periodo político marcadamente electoral que se avecina y que se prolongará casi ininterrumpidamente durante casi año y medio.
Las elecciones municipales y autonómicas están marcadas ya para el 28 de mayo y, salvo sorpresa mayúscula, las elecciones generales serán en diciembre de 2023, como ha reiterado ya en varias ocasiones el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; coincidiendo con el final de la Presidencia de España en la Unión Europea. La fecha máxima legal para la convocatoria sería el 10 de diciembre, aunque también podría ser el domingo día 3.
Cualquiera de las dos fechas supondría, además, que Sánchez acabase estando en La Moncloa la Presidencia de la UE aunque no fuera reelegido presidente.
Pero, hasta entonces, el camino se antoja largo y complejo, con el añadido de que la cercanía de elecciones siempre suele crispar más el ambiente y condicionar las posiciones políticas por puros intereses partidistas.
Con este escenario, varios retos tendrá que afrontar Sánchez en los poco más de dieciséis meses que le quedan en La Moncloa. Y el primero lo tiene el mismo jueves con el apoyo del decreto energético, que tendrán que ratificar el Congreso, y cuyos apoyos todavía no tiene asegurado.
Los Presupuestos, la piedra angular
La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para 2023 supone la piedra angular para saber cómo puede transcurrir el devenir político en este tiempo. Su no aprobación no implicaría la convocatoria electoral, porque es más que probable que Sánchez prorrogara las actuales Cuentas del Estado, como se ha hecho en múltiples ocasiones. Pero sí supondría un factor de debilidad e inestabilidad para el próximo año.
Por el contrario, sacarlos adelante significaría aprobar en tiempo y forma tres Presupuestos de tres, lo que sin duda alguna reforzaría a Sánchez y a su Gobierno, y marcaría una estabilidad parlamentaria que necesita para el próximo año y medio.
De hecho, mantener este bloque que apoyó la investidura de Sánchez en 2019 es una de las obsesiones del Ejecutivo para esta recta final de la legislatura, porque quedan en tramitación parlamentaria importantes leyes que para que vean la luz tienen que contar con el respaldo de dicho bloque.
Otro motivo de inquietud es que también pueda haber estabilidad en el Gobierno. No en el sentido de que pueda romperse el Ejecutivo de coalición -eso está totalmente descartado-, sino en que las diferencias internas sean menos “ruidosas” e impedir que sean utilizadas por el PP como un factor permanente de desgaste político. En ello, también se está trabajando con Yolanda Díaz y Unidas Podemos.
Pacto de rentas, subida del SMI y reforma fiscal
Además, para este otoño que todos vaticinan caliente, el Gobierno tiene tres frentes como mínimo por delante de gran complejidad. El principal, tal vez, sea conseguir el Pacto de Rentas y cómo afrontar la inflación. El acuerdo entre los agentes sociales, antes de agosto, parecía lejano, y desde La Moncloa se considera esencial dicho acuerdo.
La subida salarial de funcionarios y la subida del IPC a los pensionistas también será otro frente nada fácil para el Gobierno, aunque en ambos casos se considera más fácil encauzar el acuerdo. El Ejecutivo mantiene que sea cual sea la inflación cumplirá con la ley y será la subida que tengan los pensionistas a finales de año.
Pero resta también para negociar en este otoño una nueva subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) que quiere impulsar la propia vicepresidenta primera del Gobierno, Yolanda Díaz; completar la reforma de las pensiones que quiere cerrar el ministro de Inclusión Social, José Luis Escrivá; y concretar las medidas de ahorro para la crisis energética que debe acordar la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera.
El año y medio se espera muy intenso en lo político. El otoño caliente en lo social y en los económico; el invierno duro, nadie sabe si escampará en primavera y el 26 de mayo se abre un ciclo electoral nuevo que todo apunta a que será muy diferente al de 2019.