Yolanda Díaz se fue a la casa de Pedro Sánchez a decirle a Pablo Iglesias que ella, sin tutelas, va a ser la próxima presidenta del Gobierno de España. Con la demencia a sus pies y una sonrisa de Gioconda a su espalda, la Fashionaria presentó su candidatura para La Moncloa. La líder de Sumar dibujó su proyecto: va de escuchar, de ser feliz y de mirar a los ojos a los poderosos, de seducir a los jóvenes, de hacer política para todos aunque no te voten. Va de ternura.
A Pablo Iglesias no lo nombró, pero le bastó con una frase para liquidarlo. Matar al padre es justo y necesario.
Si Manuel Fraga, gallego como ella, se despachó con un "ni tutelas ni tu tías" cuando le dio el control del Partido Popular a José María Aznar en 1989, la gallega de Sumar sentenció: "Yo, mujer, no soy de nadie". Y por si quedaban dudas, concluyó: "Las mujeres estamos cansadas de tutelas".
Lo de acudir a la casa de Pedro Sánchez es más poético. Eligieron Díaz y Sumar el Magariños como escenario de su puesta de largo. Ya saben que el Ramiro de Maeztu fue la cuna de Estudiantes -equipo de baloncesto- y que su afición, La Demencia, se hizo famosa y querida a finales de los 80 y principios de los 90. Sánchez estudió en el Ramiro y jugó en el Estu. En el Magariños. Nada es casual en esta vida. En casa del líder, mato al líder.
La 'demencia', contenida
Demencia hubo. No desaforada, cierto. Pero se vivieron esos momentos de júbilo, felicidad y esperanza que se supone que es para lo que se celebran estos actos. Bueno, y para ganarse las portadas de los medios. Entre 2.500 y 3.000 personas jalearon a Díaz.
La intervención más emotiva, dulce, profunda y sensible la realizó la escritora nicaragüense Gioconda Belli.
A Belli el gobierno de Daniel Ortega no sólo le ha quitado la casa, le ha quitado la nacionalidad y la ha expulsado del país, sino que le ha borrado su identidad en el registro civil. Gioconda Belli no existe en Nicaragua. Por orden de Ortega, con quien compartió en el Frente Sandinista de Liberación Nacional la revolución que derrocó al dictador Somoza.
Fue un momento tan emotivo como confuso, que arrancó aplausos tímidos. Es posible que muchos de los presentes estén aún confusos con Nicaragua y los Ortega.
Gioconda, de verbo tan vivaz como pausado, dijo de la líder de Sumar que es "la cuidadana de ciudadanos". La que los cuida. Dijo también: "Yo quiero ser española para tener una líder como Yolanda Díaz". Y la colmó de adjetivos: empática, enérgica, respetuosa...
La izquierda de 'sabelotodos"
Dejó consejos sobre la tarima para Yolanda y para la demencia: que se cuide ella y que se cuide la izquierda de "sabelotodos" (tampoco aludió a nadie en concreto, cierto). Que se cuide, sobre todo, la democracia, que es de cristal frágil. "La voluntad de una pareja [en referencia a Ortega y su mujer] destruyó nuestra revolución y nuestra democracia".

'La Fashionaria', pegatina repartida en el acto de Yolanda Díaz y Sumar.
Y le susurró Belli a Yolanda Díaz un poema: Consejos para la mujer fuerte.
En ese punto el pabellón estaba entregado, esperando la intervención estrella de la mañana y con la vista puesta en la hora, que el día en Madrid invitaba a aperitivo, terraceo y sonrisas con los colegas, no a mítines perpetuos.
Yolanda fue generosa con los presentes. Razonable la longitud de su intervención. De dónde venimos -la Constitución de Cádiz de 1812, Pi i Margall, Concepción Arenal, Clara Campoamor...- y hacia dónde vamos -eso se verá, pero se aproxima, dice, a la felicidad, que es de lo que trata la político-.
La gente, sin embargo, estaba a lo que estaba. No por sabido, querían oír de ella lo que querían oír. Que dijera que sí. Y dijo que sí. "Voy, humildemente, a dar un paso adelante. Voy a ser la primera mujer que presida el país". Fervor, aplausos, vivas, presidenta, presidenta... Y ya no había manera de escuchar. En la grada de los periodistas la frase se completaba, como un puzzle, gracias a las palabras que había escuchado una con las que había escuchado otro. Los dementes, rendidos, parece que quieren elecciones mañana mismo, si pudieran ya estarían con el voto listo y el martillo pronto para poner los clavos en el ataúd de... Eran un solo grito, un solo aplauso. En fin, ya saben ustedes.
'La Fashionaria'
En el escenario, con Yolanda y Gioconda Belli, la activista Carla Antonelli (que abandonó el PSOE), la tendera Maite Navarro, capaz de vender con éxito una cesta asequible de productos básicos en su ultramarinos de Valencia, el tiktoker Helio Roque, que a a sus 20 años no dudó en decir que los jóvenes no son "unos quejicas", lo que quieren es que no los "exploten", y la sindicalista Teresa Fuentes. Abajo, entre el público, se habían sumado a la propuesta de Díaz Ada Colau, Íñigo Errejón, Joan Ribó, Rita Maestre, Mónica García, Jorge Javier Vázquez, los ex de CCOO Antonio Gutiérrez e Ignacio Fernández Toxo, Inés Sabanés, Juantxo López de Uralde, Luis Pastor, Susi Sánchez...
Todo según lo previsto.
Incluso el traje blanco, los pendientes largos, el pelo recogido y los tacones. El tono suave, los datos y la contundencia. La referencia al neolibrealismo y las tutelas. Las llamadas a sumar, escuchar y dialogar. Las críticas a los del no a todo, estén donde estén, sean los que sea. Sobre su atuendo nada dejaríamos escrito aquí si no fuera porque Sumar repartió entre el público pegatinas en los que identificó a Yolanda Díaz como La Fashionaria, mote creado a partir de fashion (moda) y Pasionaria, histórica líder del PCE. Vamos, que es Sumar quien explota la imagen de su líder.
Quizá por eso de la nostalgia del PCE Yolanda Díaz hizo un guiño quizá inconsciente a Julio Anguita, quien fuera gran líder de Izquierda Unida. Si aquel se hizo famoso por su "programa, programa, programa", ayer la vicepresidenta del Gobierno y aspirante a La Moncloa acuñó su propio eslogan: "Dialogar, dialogar, dialogar".
Y ternura. Lo dijo ella.