Aznar levanta pasiones (encontradas)
La madurez democrática de una sociedad se mide por su capacidad de asumir las declaraciones de políticos con naturalidad, hayan sido o no presidentes del Gobierno. Sin embargo, todavía quedan muchos resabios de los años del franquismo. Las referencias a la lealtad, prietas las filas, en los partidos políticos, es una de las perversiones instauradas en nuestro sistema de partidos políticos y de la que deriva la esclerosis que padecemos.
Aquí se prima la obediencia ciega y su gráfica representación, sintetizada en la frase de Alfonso Guerra -”el que se mueva no sale en la foto”- ha generado doctrina. El PP también aplicó esta tesis con éxito desde la vuelta de Manuel Fraga, como método para acabar con las divisiones del centro derecha que habían culminado con la voladura incontrolada de la UCD y la moción de censura que sus compañeros le impusieron a Adolfo Suárez en el Congreso de Palma. Un hecho sin precedentes en la historia política de nuestra democracia.
El país ha cambiado en estos años. Los ciudadanos cuestionan la estructura de los grandes partidos, la respuesta que han dado a la crisis económica, con la percepción de que el sistema de Cajas de Ahorro que ha dejado muchos perjudicados, se ha derrumbado por la intromisión, el reparto, de los cargos políticos, a lo que se ha unido la desafección por los casos de corrupción generalizada. El enriquecimiento en el entorno de los partidos, sea el caso de los ERE, Gürtel o los líos de las ITV de los Pujol, se confronta con los daños generalizados de una crisis muy larga, muy dura y de la que no se percibe una pronta salida.
Ya no cabe repetir la frase de Alfonso Guerra ni poner sordina a los debates internos. Los movimientos y las redes sociales rompen los contenedores de información, la uniformidad y las consignas. Y los partidos o reforman su relación con los ciudadanos que no quieren ser meros electores cada cuatro años o sufrirán en las urnas el alejamiento de sus tradicionales votantes. Lo que abre grietas en el bipartidismo imperfecto que ha caracterizado todos los procesos electorales y genera espacios electorales que otros ocuparan sin duda.
Tras la declaraciones de Aznar en Antena 3, no se ha planteado un debate de lo que dijo, sino un conjunto de descalificaciones en razón de la persona, con argumentos tan banales y poco sólidos, como el regalo de Correa en la boda de su hija, el cobro de sobresueldos o la paternidad de la crisis que sufrimos por ser el responsable de la burbuja inmobiliaria, por no repetir las frases insultantes. Ya tenemos el perfecto culpable de los males que sufrimos ahora, individualizado pero perfectamente identificado con la camiseta del PP.
Ninguno de los presidentes de Gobierno en estos 35 años de democracia que cumpliremos se ha enriquecido en la política y su evolución económica, tras abandonar La Moncloa, es coherente y normal. A Suárez le quisieron manchar con los video marcadores del Mundial. A Felipe González le adjudicaron una isla en Contadora, fruto de sus relaciones con Carlos Andrés Pérez. Y a Aznar le pretenden mezclar con la red Gürtel y le afean que el PP abonase unos complementos retributivos. Por cierto, unos complementos que están contabilizados, declarados ante la Hacienda Pública y, por mucho que se haga demagogia con los parados de hoy, muy alejados de las retribuciones de líderes de la comunicación y de las retribuciones de consejeros y presidentes del empresas del IBEX.
Otra cuestión es que, a su vera, se han producido casos de corrupción y enriquecimiento de determinados personajes que han utilizado en beneficio propio su paso por la política. Roldán, el BOE, la Cruz Roja, nacieron, se desarrollaron y explotaron en los tiempos del PSOE. Como los casos Banca Catalana, Casinos, Liceo e ITV en los entornos de CiU. Lo que no excluye que se exija responsabilidad política a los gobernantes y se valore muy negativamente determinados nombramientos.
Pasados los años es indudable que el PP se equivocó confiando en el señor Correa como proveedor de Génova. Es evidente que contó con complicidades internas en sus manejos y que fallaron controles en la auditoria y en la contratación. Y también es evidente que Bárcenas no ha respondido del origen de sus cuentas suizas y que las explicaciones que hasta el momento ha dado son inconsistentes. Pero, por mucho que algunos se empeñen, la red Gürtel es una red privada de enriquecimiento, en beneficio propio que utilizaba su posición como proveedor de Génova para maximizar sus beneficios, con cómplices en la infraestructura de gestión del partido y en algunos cargos. No es el vehículo de la financiación del PP y sus cabezas visibles quisieron dar un salto cualitativo, para pasar de montadores de actos a gestores de negocios con gobiernos locales. Todo ello con unos servicios en los que el beneficio del proveedor multiplica por varios enteros el coste real de los servicios, aprovechándose de la deficiente y chapucera organización de gestión y control empresarial del PP que se pone de manifiesto con la incorrecta contabilidad y los apuntes a mano en los famosos papeles.
Aznar ha transitado por la política activa con honradez y austeridad extrema. Ni se ha preocupado ni le ha preocupado el dinero en la política. Su perfil para los periodistas podrá ser duro y adusto, pero quién piense que beneficiaba a la red Gürtel por iluminar la boda de su hija, conoce poco al personaje y llega a una conclusión equivocada.
En la entrevista televisiva, Aznar ha planteado cuestiones que están en la calle y que son estructurales en el electorado del PP. El proyecto, colectivo, histórico de España. La capacidad del PP para generar crecimiento y prosperidad. Y la reforma fiscal asentada en un escenario de liberalizaciones. En definitiva la respuesta a las grandes crisis que hoy España tiene planteadas y que todo el mundo dictamina, pero que todo el mundo olvida cuando es Aznar el que las recuerda.
La desmesurada respuesta que se está dando a su reaparición demuestra que la izquierda está en un estado de debilidad política tan acusado como el que reflejan las encuestas. Vista la respuesta de algunos medios, Aznar ha superado cualquier expectativa que sus asesores, si los tuvo, hubieran previsto. Abierto el debate, hay que continuar con el debate que enriquece la lánguida estulticia de un país que ha bajado los brazos.
La política es una pregunta permanente. ¿Estamos o podemos estar mejor, igual o peor? La lealtad es una actitud no una prohibición. Y la mayor deslealtad es el silencio de los corderos que practican y protegen los comportamientos gregarios.
Escribe tu comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Agradecemos tu participación.