Boris Johnson resiste pero queda muy tocado
El primer ministro británico, Boris Johnson, ha sobrevivido a la votación de la ‘moción de confianza’ con 211 (60 %) votos a su favor y 148 votos (40 %) en contra de dicha ‘moción de confianza a la que le obligaron a someterse sus compañeros del Grupo Conservador del Parlamento británico, después de conocerse las múltiples fiestas que el ‘premier’ organizó en su residencia oficial del número 10 de Downing Street mientras que sus conciudadanos estaban confinados por la pandemia del covid-19.
Johnson ha ganado la votación y ha demostrado que tiene más vidas que un gato, porque este escándalo no es el único que ha marcado su liderazgo al frente del Gobierno del Reino Unido. Pero una y otra vez Johnson consigue superar las dificultades y en este momento con tres argumentos: la de ser un político con probada fama de ganador en las elecciones generales; la guerra de Ucrania que no aconseja una crisis de gobierno en este momento; y la crisis económica y de la inflación que necesita un gobierno estable.
No obstante Johnson, a pesar de haber superado la ‘moción de confianza’, queda muy tocado con un 40 % de parlamentarios de su grupo en contra y podría dimitir como hicieron las ex primeras ministras Margarita Thatcher y Teresa May a pesar de haber superado -con porcentajes similares a los de Johnson- sus ‘mociones de confianza’ en sus respectivos mandatos porque consideraron que no tenían un apoyo suficiente de sus diputados.
Ahora bien Johnson también puede dimitir aunque gane la votación, como puede reaccionar con una fuga hacia delante y decidir un adelanto de las elecciones británicas para que sean los ciudadanos los que valoren el alcance de sus errores y de sus escándalos durante la pandemia.
En todo caso, este asunto nos ha dejado un nuevo ejemplo del nivel de los controles democráticos de los que goza la democracia británica. Donde el control del Primer Ministro no solo lo ejerce la oposición sino también los diputados del su grupo parlamentario. Algo que en España es impensable por el sometimiento de los diputados españoles a los jefes de los partidos.
Sobre todo porque son esos jefes o líderes de los partidos los que hacen en España las listas electorales ‘cerradas’ de sus candidatos a diputados y a senadores en las campañas electorales. Mientras que en el Reino Unido los candidatos son libres y responden ante sus electores y no frente al aparato del partido.
Y lo que es peor, en las votaciones en el Parlamento español y salvo algunas excepciones los diputados y senadores acatan las decisiones y las órdenes de los ‘aparatos’ de sus respectivos partidos a pesar de que ese ‘mandato imperativo’ les está prohibido por la Constitución.