Rivera y la ‘bisagra garantista’
Hay dos cuestiones que marcan el presente y futuro de Ciudadanos en la política española. La primera de ellas radica en la cita electoral del próximo 27 de septiembre en Cataluña con motivo de los comicios de corte plebiscitario que acaba de convocar Artur Mas; y la segunda en su condición de partido bisagra a nivel nacional y regional que le han otorgado los resultados electorales del 24-M y que le anuncian ahora las últimas encuestas sobre intención de voto nacional.
A igual que lo hace Pablo Iglesias en Podemos, Albert Rivera se empeña en decir a los ciudadanos que él puede ser el próximo presidente del Gobierno de España. Pero ese mensaje optimista no coincide ni con la realidad ni con la percepción de la ciudadanía que si ve en el partido de Rivera una posición moderada, moderna, joven y equilibrada.
Lo que le asigna esa función de ‘partido bisagra’ que no deben eludir en pos de más ambiciosas metas poco creíbles, y ni siquiera como un acto defensivo frente a quienes lanzan los mensajes del voto útil para lograr el gobierno y la estabilidad, o el cambio, como lo hacen Rajoy y Sánchez en pos de lograr la primacía y a sabiendas de que ninguno de los dos se alzará con la mayoría absoluta.
Otra cosa muy distinta sería que Rivera vendiera muy bien la utilidad del partido bisagra como ‘el garante del cambio’, porque sin su ayuda no habrá un gobierno estable ni constitucionalista, salvo que el PP y el PSOE acepten poner en marcha la ‘gran coalición’ lo que en principio no quieren ni ellos ni los ciudadanos de a pie.
De manera que Ciudadanos tiene que explicar muy bien su utilidad a los electores diciendo que ellos garantizan la reforma democrática y un cambio político y moral en el país, y que sus votos son definitivos para lograr todo ello, aunque resulten ser el tercer o cuarto partido. Pero si logran hacer pasar ese mensaje del ‘centro garantista’ y reformista del país su imagen y sus opciones mejorarán sensiblemente y se alejarán de la idea de ‘tonto útil’ a los grandes partidos que algunos pregonan.
Es posible que esto último haya dañado las expectativas de Ciudadanos en la última encuesta del CIS en la que bajan del 13,8% al 11,1 %, una vez que a sus votantes a lo mejor no le han gustado los pactos, o bien porque el PP empieza a recuperar electores perdidos tras los comicios del 24-M donde sufrieron un severo castigo. Pero su base por encima del 10% es firme y les permitirá mejorar los resultados del 24-M, fecha en la que no se presentaron en todas las circunscripciones del país.
Máxime si, como se espera, Ciudadanos logra un buen triunfo en los comicios catalanes del 27-S, donde el PSC-PSOE no logra despegar y sufre la competencia de Podemos y ERC, y donde el PP no parece que mejorar con su nuevo candidato Albiol, mucho más conservador y con escasa empatía electoral.
Para Rivera la cita del 27-S puede ser un trampolín para los comicios generales siempre y cuando no caiga luego en una trampa de pactos de gobernabilidad en Cataluña con nacionalistas radicales porque todo nos dice que el parlamento catalán quedará muy fraccionado -con 8 partidos- y en él no será fácil componer un gobierno salvo en el ámbito de la izquierda y siempre y cuando que ERC aparque su secesionismo hasta mejor ocasión.
En cuanto a los pactos nacionales tras las elecciones generales ya se verá cuando se repartan los escaños. Ahora bien, el aviso que acaba de lanzar Ciudadanos al PP de que ven imposible un pacto liderado por Rajoy es una manera inequívoca de marcar distancias con el Partido Popular, donde piensan que el pacto con Ciudadanos les parece fácil y se pueden equivocar.
Queda mucho por delante pero la condición de ser partido bisagra no es ni mucho menos una mala posición, incluso desde ahí se podría lograr la presidencia del Gobierno como ocurrió muchas veces en los países de la UE. No en vano el centro de la política es el lugar decisivo y decisorio de la gobernabilidad.