Aguirre debe dimitir de la presidencia del PP de Madrid
Esperanza Aguirre debe presentar la dimisión como presidenta del PP de Madrid ante el cúmulo de escándalos desvergonzados de corrupción que se han perpetrado desde sus gobiernos y bajo su presidencia. Y ya está bien de rasgarse las vestiduras, de condenas verbales y mohines de presunta indignación porque la responsabilidad política que a ella le atañe directamente es enorme.
Y veremos si de manera indirecta o incluso directa no acaban tocados tanto ella misma como el que fuera su sucesor, Ignacio González, sobre el que pesa una amplia sospecha que va desde el famoso ático Marbellí con tapadera en Delaware, a no pocos escándalos como el que acaba de empitonar al que fue su brazo derecho y consejero de la Presidencia, Salvador Vitoria.
A Esperanza Aguirre fueron muchas las personas que la avisaron de los rumores e indicios que señalaban a Francisco Granados -y a González- como un presunto golfo de altos vuelos, porque medio Madrid sabía o había oído campanas y campanadas por todas partes. Como las que ya sonaron con aquel incendio de su garaje donde aparecían misteriosos coches de alta gama, lo que fue el primer aviso del gran incendio de la trama de las Púnicas que ha empezado a ver la luz.
En la sede nacional del PP de Génova 13 escurren el bulto y señalan a Aguirre diciendo que es ella la que debe dar la cara y actuar. Pero la ‘lideresa’ hace lo de siempre, lo que hizo cuando le estalló Gürtel en las manos de su Consejero López Viejo, decenas de ayuntamientos y en los escaños de la Asamblea de Madrid: públicas condenas y nada más.
Pero resulta que ahora al Gürtel del PP de Madrid se le ha unido el lío de las Púnicas que tienen a Granados en la cárcel, mientras empiezan a verse en el sumario del caso actuaciones y golferías de gran tamaño y alusiones de Granados en las que se declara dispuesto a ‘amenazar a Aguirre’ -amenazarla ¿con qué?-, por lo que todo apunta que el tal Granados es un ‘coche bomba’ que tiene de los nervios a González y Aguirre, como puede que muy pronto se sabrá.
Y lo que falta por conocerse de otras cuestiones públicas como el Canal de Isabel II, el tren de Navalcarnero, el aeropuerto del Álamo, y ayudas de todo tipo a los medios de comunicación del entorno de Aguirre -que ya están siendo investigadas por el camino del tal Vitoria y de la jefa de prensa de Aguirre y González. Y sin duda más asuntos que aparecerán si canta Granados -por ahí sigue el espionaje aquel de la Comunidad de Madrid a Cobo y Gallardón-, o cuando el gobierno autónomo madrileño levante las alfombras de todas las auditorias que Cristina Cifuentes ha pactado con Ciudadanos.
Y muy bien que ha hecho Cifuentes en personar a la Comunidad en el proceso de las Púnicas, en defensa de patrimonio público madrileño. Una entrada de Cifuentes en el proceso que tiene a Granados en su punto de mira y a lo que no se atreve el PP madrileño porque Aguirre no quiere enfrentarse directamente con Granados por lo que pudiera pasar. Y no digamos el tal González que ha desaparecido de la escena, como alma que lleva el diablo.
Motivos todos ellos sobrados para que Aguirre abandone de una vez -debió hacerlo tras su fracaso electoral en Madrid capital- la presidencia del PP madrileño. Y quizás debe abandonar también el cargo que aún tiene en el Ayuntamiento madrileño porque todo esto le impide ejercer la oposición sin que le caiga encima una fulminante réplica de Podemos o del PSOE sobre su responsabilidad política en el espectacular doblete de la corrupción de Madrid: Púnicas y Gürtel. Dos tramas parecidas y organizadas por responsables políticos de los Gobiernos de Aguirre que sigue tan campante al frente del PP madrileño como si nada fuera con ella y a la espera de que salte la liebre más gorda de esa podrida chistera donde ya asoma las orejas y de donde a buen seguro va a salir.