Rajoy regresa a la Moncloa
La crisis económica internacional no cesa y va ‘por barrios’, es decir por continentes. Primero fueron los Estados Unidos, cuna del estallido de las hipotecas ‘sub prime’ y los escándalos de la especulación financiera, fraudes, derivados y demás artimañas, y de ahí pasó a la Unión Europea donde ese ‘ángel exterminador’ causó estragos en torno a la moneda única porque el euro se hizo mal, sin la base sólida de una política fiscal y bancaria común.
Y a España nos pilló en pleno estallido de la burbuja inmobiliaria y nos sumergió en el desastre en cadena de las naciones del sur de la UE. Ahora, los temblores y amenazas se ciernen sobre Brasil, la gran potencia emergente de América Latina donde su moneda, el real, se está depreciando a marchas forzadas como síntoma de otra burbuja que está a punto de estallar lo que, sin duda, tendrá consecuencias para todos y aquí incluida la ‘vieja Europa’ cuando empezaba a dar señales de recuperación.
Todo ello obliga a extremar la actividad de los gobernantes, y los de España de manera especial porque si bien es cierto que en este país hay signos indiscutibles de mejora en el turismo, algo en el paro, en la balanza comercial, la Bolsa y la prima de riesgo, aún estamos muy lejos del vuelco definitivo de la tendencia y mucho mas del crecimiento sólido, la recuperación del empleo y el final seguro de la recesión.
Ello le obliga al Gobierno de Rajoy y conjunto de fuerzas políticas a esfuerzos suplementarios y actos de responsabilidad nacional y conjunta, lo que hasta ahora no se ha conseguido porque los unos, desde el Ejecutivo se consideran auto suficientes con su mayoría absoluta, y el resto sigue jugando al cuanto peor para España -ahí está el caso catalán de Artur Mas- mejor para ellos. Y así y todo ello adornado por la corrupción, es muy difícil que este país salga pronto de la crisis, sabiendo además como sabemos que existen riesgos de empeoramiento en España y en la UE, si Merkel, tras sus elecciones del día 22 septiembre, no cambia la austeridad por crecimiento y la hegemonía financiera alemana por la solidaridad, empezando por la consolidación del euro.
En estas circunstancias excepcionales resulta difícil de explicar que el presidente Rajoy y su Gobierno se hayan ido de vacaciones, aunque sean breves, por más que lo necesiten y aunque solo sea para olvidar por algunos días -porque el problema volverá- el escándalo de Bárcenas y de la financiación ilegal del PP que se desprende de los famosos papeles de la doble contabilidad que redactó minuciosamente y a lo largo de 20 años el extesorero.
Y es en estas circunstancias en las que el presidente Rajoy vuelve el próximo lunes al palacio de la Moncloa para reanudar su labor, sin que hasta el momento nadie nos haya anunciado que en este mes de agosto el Ejecutivo ha preparado un plan de choque para reactivar la economía, reducir el gasto político y administrativo, y proponer al conjunto de los partidos políticos un acuerdo conjunto de lucha contra la crisis y de reforma a fondo de la vida política e institucional, cuyas carencias se suman y están en el origen de la crisis que sufrimos.
Por supuesto, y salvo sorpresa de fin del verano, tampoco parece que Rajoy vaya a anunciar una reforma a fondo del Gobierno y de la estructura del Gabinete, primando el área económica con una vicepresidencia y reformando la comunicación pública. Algo, esto último, que no solo necesitan los ciudadanos para saber la verdad, sino también el Gobierno para explicar su actuación, en lugar de huir de la realidad con silencios que provocan sospechas sobre el verdadero alcance de la crisis nacional.
El pasado mes de abril, en un ataque de sinceridad, Rajoy nos dijo que hasta 2016 no hay nada que hacer. Un mensaje fatalista y resignado que provocó la indignación ciudadana (e incluso la de Aznar, que salió en tromba contra Rajoy) que respondió al presidente diciendo que su petición de ‘paciencia’ era inaceptable y que hacía falta otro horizonte y plan de actuación, otro gobierno y otro presidente. Y desde ese momento Rajoy, y fracasada la estrategia de los malos augurios, Rajoy y sus ministros cambiaron de la noche a la mañana el pesimismo por el optimismo. Y ahora ante los buenos síntomas de una lenta recuperación el Gobierno se nos presentan ufano convencido de que el otoño será mejor y de que Merkel nos salvará, por lo que la parsimonia gobernante seguirá.
No en vano Rajoy, que suele disfrazar de ‘prudencia’ la falta de audacia, siempre creyó que el tiempo todo lo cura y siempre juega a su favor. No es eso precisamente lo que anuncian las encuestas preelectorales, pero para el tiempo de ir a votar todavía falta un año -en los comicios europeos- y de aquí a esas fechas muchas cosas pueden pasar en los ámbitos económico, político y hasta en el judicial.