Carta a Moscoso y Madina, los ‘cachorros’ del PSOE
Sabemos lo mal que está casi todo en España, y los problemas de liderazgo y gestión que tiene el Gobierno de Rajoy amén de los que se derivan de los escándalos ‘barcianos’ del PP y espantadas de Cospedal. Pero el PP tiene la mayoría absoluta y nada aparece en el horizonte electoral español como posible alternativa, entre otras cosas porque el PSOE tiene muchos problemas -los del PSC son letales- y su líder Rubalcaba carece de legitimidad para exigir responsabilidades políticas a Rajoy, porque él nunca se las pidió a Felipe González -del GAL, Filesa, Roldán, Rubio, BOE, etcétera- ni pedir responsabilidades económicas y sociales al Gobierno del PP después de haber sido vicepresidente de Zapatero, cuando se negó la existencia de la crisis con claro oportunismo electoral. Por ello las encuestas que anuncian el final del modelo bipartidista español, y a pesar del paro, la crisis y de Bárcenas, no le dan al PSOE más de 100 diputados frente a los cerca de 130 del PP.
Hace unos días -el pasado 9 de agosto en El País- uno de las más notorias jóvenes promesas del PSOE, Juan Moscoso escribía un artículo titulado Un nuevo ciclo económico y político en el que, sin aportar ninguna precisión y marcado por el ‘buenismo’ de los tiempos de Zapatero, venía a proponer reformas institucionales y políticas que no concretó y resumía en bondadosa intención con palabras como estas: ‘La sociedad reclama cambios profundos en la manera de hacer política, en las actitudes de los políticos, en el funcionamiento de los partidos y en el de las instituciones’ (sic).
Cambios, maneras y actitudes, eso es todo. Para empezar no sabe Juan Moscoso que esto que sufrimos en España -y llevo muchos años diciéndolo- no es una democracia sino una oligarquía de los partidos, que ‘secuestran’ la soberanía nacional, que carece del principio de justa representatividad electoral y de la separación de los poderes del Estado (solo existe una separación aparente de las funciones de dichos poderes). Y que, en consecuencia, no existen controles democráticos a ningún poder del Estado, empezando por el Ejecutivo y siguiendo por los poderes fácticos económicos y de las finanzas, o incluso de la Corona que ha desbordado su marco institucional sin que nadie ponga coto a todo eso que ha acabado en una ‘corrupción ambiental del Estado’, algo que una verdadera Democracia habría impedido y cortado de raíz desde hace ya mucho tiempo.
Además, España es el único país de nuestro entorno europeo que no elige de una manera directa y por su nombre a ninguno de los gobernantes o de los representantes de los ciudadanos. Y mientras Juan Moscoso, o su amigo Eduardo Madina, no asuman esto y el hecho nefasto de la partitocracia, ellos ni su partido el PSOE dirán la verdad y estarán en condiciones de convertirse en alternativa de poder, porque mal que les pese y a pesar de la crisis la derecha en España nada muy bien en los modelos no democráticos -porque ellos vienen del franquismo- que son resultado del pacto ‘contra natura’ democrática de la transición (sin periodo constituyente y con la Constitución redactada en secreto y luego ‘aclamada’).
Y ya puestos a invitar a una reflexión democrática a estos jóvenes y preparados ‘cachorros’ del PSOE, vamos a añadir algo que o no saben, como parecen no saber lo que es una Democracia, y deben conocer para entender cuestiones de fondo del problema español. Porque la salida de la crisis, el Estado del Bienestar, las reformas de las estructuras, la ceguera de la burbuja inmobiliaria y los líos de la corrupción ambiental de España y los errores de Europa, son cuestiones importantes que están ahí y deben ser abordadas. Pero antes hay que arreglar los pilares del edificio que se construyeron mal -como los del euro- al inicio de la transición con el alibi de la recuperación de las libertades y la reconciliación nacional, lo que siendo importante y quizás la única salida posible frente al poder saliente del franquismo, obligó al sacrificio de un firme modelo democrático y representativo y todo ello derivó en la oligarquía de partidos, o partitocracia, nacida de la transición. Que se pudo obviar con la práctica política, cosa que no hicieron ni González ni Aznar, para el disfrute sin control del inmenso poder que ambos acumularon.
Y en ese sentido tenemos que subrayar que en España existen dos fuentes de poder: el Régimen y el Sistema político. El Régimen está incluso por encima del Sistema político y es un club especial muy al estilo de los poderes fácticos del franquismo, donde están presentes los grandes partidos nacionales, la Corona, la Banca, las empresas líderes del Ibex, los Grupos de comunicación (en crisis por causa de Internet), el Vaticano y los Estados Unidos. Esto es así y funciona de manera espontánea con eficacia y coordinación, y casi todos los miembros del Club del Régimen han estado muy implicados -el PSOE también- en el golpe de Estado de Armada, o en los Gal de Felipe González -el héroe de Juan Moscoso- y por supuesto en la locura de la burbuja inmobiliaria y la corrupción, en la que el felipismo no tiene nada que envidiar al aznarismo.
Es debajo de la ‘boina’ del Régimen, la fabrica de los pactos y los repartos de dinero e influencias y de las ocultaciones de delitos y abusos de poder -gracias al control exhaustivo del poder Judicial, el Parlamento y los medios, donde se ubica el Sistema político con reglas no democráticas, que empiezan por la propia ausencia democrática en el interior de los partidos políticos y se extiende a todo lo demás, incluidas las primeras instituciones del Estado.
De manera que hay que hacer dos cosas: abolir el Régimen oculto a los ojos ciudadanos; y reformar el sistema político, empezando por la separación de poderes y la ley electoral, para convertirlo en democrático y representativo. Y convocando un referéndum sobre Monarquía o República, que se hurtó al inicio de la transición -o ¿acaso Moscoso y Madina son ‘monárquicos borbonistas’ como Rubalcaba, Zapatero y González?’- e incluyendo estas reformas en la Constitución, como se hizo en tiempo récord con el control del déficit público en el otoño de 2011. Y a no perder de vista el modelo presidencialista democrático del que hablaremos en otra ocasión.