España ante la UE y la gran reforma
Si España no hace la gran reforma -y no la escasa presentada- de la Administración, el sistema electoral, el modelo territorial y de la separación de los poderes del Estado, el país no dará el gran salto hacia delante que necesita de manera inmediata y no para dentro de diez años. Pero Rajoy ni Rubalcaba, ahora tan amigos, no quieren saber nada de todo esto que incluye reducir y controlar sus poderes partitocráticos y creen que, poco a poco, lograrán reconducir la situación para que todo quede tal y como estaba. Pero esa no es la solución y los ciudadanos no lo van a consentir.
En el palacio de la Moncloa están preparando las fanfarrias para vestir de gran triunfo de la diplomacia de Rajoy los resultados de la cumbre europea de el jueves y viernes próximo a la que acude el presidente del Gobierno adornado de tres importantes noticias: que España se acerca al fin de la recesión al término del presente trimestre (han dicho De Guindos, Montoro y Linde que el PIB del se acercará al cero, a pesar que el Gobierno lo había situado en el -1,3 % para todo 2013); que el Gobierno va a poner en marcha un plan de reestructuración de la Administración del Estado (que va a permitir un ahorro de 9.000 millones anuales); y que el PP y el PSOE han firmado un pacto de apoyo a la política europea de España, para pedir toda clase de ayudas económicas a la UE.
Entramos en una semana ‘decisiva’ con vistas al Consejo Europeo de los próximos días 27 y 28 de este mes en el que España espera conseguir dinero de la Unión Europea para luchar contra el paro juvenil y más ayudas para dar crédito a pequeñas empresas (las Pymes), y para financiar directamente a la banca con problemas. Y si es posible avances a favor de la Unión Bancaria de la UE mientras las 17 naciones del euro hacen ajustes para avanzar, ahora mas lentamente, hacia la unión fiscal, y de esa manera reforzar y consolidar la casa de la moneda única europea cuya construcción, lamentablemente, se inició por el tejado años atrás.
Tanto en España como en la UE se avanza muy lentamente ante la desesperación de los analistas y de los mercados (todo supeditado ahora a las elecciones de Alemania en septiembre), y en medio de nuevos e inagotables problemas. Como los aparecidos en la UE a propósito de la crisis de la ‘troika’ que integran el FMI, el BCE y la Comisión Europea, un triangulo mal avenido que ha fracasado en los rescates de Grecia y Chipre, que puede estallar, y no logra relanzar a Irlanda ni a Portugal, mientras aparecen mas problemas financieros en Atenas y una seria inestabilidad política en Roma.
Siendo España el país, con la mayoría absoluta del PP y el pacto alcanzado por el PSOE, el país mas estable en política aunque el de mayor paro (27 %) y financieramente débil por dudas sobre la banca y por el muy alto endeudamiento del Estado (camino del 90 % del PIB), los bancos, las empresas privadas y las familias.
España, frente a esta dramática situación de la que solo saldremos con un crecimiento superior al 2 %, el Gobierno sigue con ajustes sociales y estructurales de baja intensidad, estudia la reforma de las pensiones, mas subidas del IVA y anuncia una reforma de la Administración que, siendo muy escasa, levanta resistencias en numerosas Autonomías.
El problema autonómico y su financiación -ahora que se abre el debate sobre el modelo territorial y los privilegios excepcionales de Navarra y País Vasco-, es el cáncer del país no solo por temas económicos sino por los virreinatos instalados y los problemas de cohesión nacional que generan (Cataluña en vías de secesión). De ahí que habría que plantear un referéndum sobre lo que se debe hacer con las Autonomías, que a buen seguro nos ofrecería una respuesta contundente de los ciudadanos pidiendo el final o la reducción de semejante y fracasado tinglado de autogobiernos.
Pero eso ya sería entrar a fondo en la reforma de la Constitución y del propio sistema político, y ello es demasiado pedir a un político como Rajoy, a pesar del inmenso poder que acumula, y la gran oportunidad que ofrece esta crisis que no solo es económica sino también política e institucional. Si España plantea la gran reforma y reduce el gasto público, su Administración, y cambia la ley electoral, el modelo territorial y la separación de los poderes del Estado, entonces el salto hacia delante habrá sido histórico y de gran solidez, reconocido dentro y fuera de España. Pero mucho nos tememos que vamos a seguir en el disimulo y bajo el riesgo de que en la UE, o en nuestro país, los problemas se disparen. Rajoy se conforma con la escasa reforma y prefiere mantener el modelo partitocrático y territorial actual, que le garantiza un inmenso poder sin controles democráticos. Pero creemos que el mundo, Europa y los ciudadanos de este país están en otra cosa y quieren la gran reforma, como se vislumbra en las encuestas electorales que cantan el final del bipartidismo como la antesala de todo lo demás.