Ridícula reforma de la Administración
Esperábamos que Rajoy iba a anunciar ayer, con motivo de la esperada reforma de la Administración, una propuesta para el cierre, por su inutilidad -como en Irlanda-, del Senado y el final de miles de ayuntamientos, la reducción de las Diputaciones, la recuperación de competencias autonómicas por el Estado y vía libre para la desaparición de algunas Comunidades. O elcierre de cientos de empresas públicas deficitarias y otros organismos y de las televisiones de las autonomías y ayuntamientos, etc. Pero no, el presidente, Rajoy, fiel a sí mismo y a la imperante partitocracia española, no ha tomado las decisiones que debía para así proteger y mantener las ventajas de la clase política -la suya y la ajena que está colocada en cargos públicos- y a los partidos que disfrutan de esas enormes prebendas y agencias de colocación.
La montaña, o la Moncloa, ha parido un ratón. La esperada gran reforma de la Administración pública del Estado, el lugar donde anida el gran gasto público del país se ha quedado en nada o poca cosa. Por decirlo con palabras de Rajoy, en una reducción de los trámites para reducir ‘el papeleo’ y poco más. Venta de 15.000 edificios públicos si encuentran comprador y algunas medidas para reducir trámites y evitar publicidades (¡217! nos anuncian entre redobles de tambores). Pero nada de hincar el diente a la parte mollar, desmesurada y despilfarradora de la maquinaria del Estado donde los partidos políticos han colocado a su respectiva clientela.
Con cierta solemnidad, como la que ahora se ha puesto de moda en la Moncloa -actos en grandes salones con jardines al fondo- el presidente Rajoy soltó un discurso justificando su ‘no reforma’ con el argumento de que España no tiene una Administración mayor que la media de otros países de la UE, manejando las cifras a su antojo y huyendo, como en él suele ser costumbre, del problema de la macrocefalia administrativa del Estado que han planteado muchos políticos -Aznar y González entre ellos- y cuyo debate está abierto en el Parlamento y en los medios de comunicación.
La reforma de la Administración queda, pues, para mejor ocasión. E imagínense para cuándo queda la reforma de la Constitución, de los poderes del Estado, la Corona, la ley electoral, etcétera. Todo eso está suspendido sine die a la espera de tiempos o legislaturas mejores, en todo caso para cuando Rajoy ya no esté en el poder. No en vano lo suyo no es tomar decisiones de calado sino evitar a cualquier precio todo lo que incluya riesgo o acción.
Ahora, y mientras su gabinete desprecia las recomendaciones de otra reforma laboral -para abaratar despidos y sueldos- como las que le acaba de hacer a España el FMI, el presidente prepara otro acto solemne en la Moncloa para la firma del acuerdo de la nada -porque es algo simbólico sin contenido ni consecuencias- con el líder de la oposición a propósito de Europa. Rajoy y Rubalcaba firmarán, pues, a solas -sin el apoyo de otros partidos- un papel para que el presidente español se presente en unos días ante la próxima Cumbre Europea de julio con un pacto PP-PSOE en el que España le pide a la UE de todo: ayudas para el empleo de los jóvenes, para las pymes, la banca, etc. Es decir, dinero y dinero. Y todo ello con el único argumento de que si no nos dan el dinero el euro se podría despeñar en el desfiladero español.
Sin embargo en Europa siguen viendo este país como un peligro. Como un peligro real por causa de la crisis, del mal Gobierno, de la no reforma y de los escándalos de la Justicia y la corrupción. Como un polvorín a punto de estallar sin un liderazgo y fuera de control. Ayer fotos en Moncloa sin contenido reformista, y hoy más fotos en Moncloa sobre un papel mojado que no aporta una sola novedad. Solo decir que el PP y el PSOE están a favor de que Europa nos ayude. ¡Faltaría más!