Alemania invade Chipre
La hegemonía de la canciller Angela Merkel en el seno de la Unión Europea y el indecente vasallaje que le rinden los primeros gobiernos y líderes de la Unión (empezando por François Hollande desde París y siguiendo por Mariano Rajoy desde Madrid) ha alcanzado cotas peligrosas e inaceptables desde el punto de vista democrático y moral en Chipre, por causa del injusto el modelo de rescate impuesto a la isla por Berlín y secundado por el Eurogrupo (España ahí incluida). Un acuerdo/rescate que obliga a los chipriotas a pagar con sus ahorros y depósitos bancarios -prácticamente confiscados en un “corralito”- una parte del rescate de la UE tras el fiasco bancario chipriota al que son completamente ajenos y en absoluto responsables los ciudadanos de Chipre. Ni los que tienen en el banco ahorros por debajo de los 100.000 euros, ahora exonerados por la UE de pagar parte del rescate, ni los que tienen mas de 100.000 porque estamos asistiendo a una confiscación de depósitos por una orden internacional que es políticamente indecente y jurídicamente ilegal.
Estamos ante una “invasión” en toda regla del territorio chipriota por el ejército político y financiero de Alemania, con absoluto desprecio de la soberanía nacional de ese país y mediante el cobro, a la fuerza de un impuesto deleznable, que debería ser rechazado por el Gobierno de Chipre, el Parlamento Europeo y la Corte de Justicia de la UE. Todo nos dice que asistimos a un ultimátum de Berlín y de sus empleados de Bruselas para evitar la salida de Chipre del euro, algo que interesa por igual a las dos partes, y a la UE de manera muy especial, porque de producirse una ruptura del euro, por pequeña que sea, se abriría una puerta por la que luego podrían salir Grecia, Portugal, Italia y España.
Estamos ante un episodio lamentable política, social y económicamente (podría poner en marcha una gigantesca fuga de capitales en las naciones del sur de la UE) que, una vez más, deja a la intemperie el fracaso de la política económica europea impuesta por Berlín con sus modos antidemocráticos y hegemónicos, y con modelos que son propicios para las naciones del norte de la UE pero que han fracasado en el sur, como se ve en las cifras del paro de España, Grecia, Italia y Portugal (y cuidado con Francia), en la dura recesión y en la destrucción del tejido empresarial de todos estos países, en los que no paran de crecer los impuestos, el sentimiento anti europeo y problemas de inestabilidad política y social.
Además las políticas de ajuste fiscal y de control de la inflación han resultado fracasadas porque los países afectados como España no cumplen y no cesan de pedir prórrogas para el control del déficit público, en medio de una espiral infernal en la que los ajustes y los impuestos destruyen el consumo y las empresas y finalmente reducen la recaudación del Estado. Con lo que los sacrificios no sirven para nada más que para crear un espejismo ante los mercados, que van y vienen a sus anchas, porque saben que el riesgo del euro no ha desaparecido, entre otras cosas por la pasividad del BCE y la inflexibilidad de Merkel, que hace bailar a toda Europa al son de sus marchas berlinesas y a la espera de que ella renueve el poder en sus elecciones legislativas del próximo otoño.
Vamos de mal en peor y con la sola esperanza de los prometidos “brotes verdes” o la salida del túnel para finales del presente año y primeros de 2014, si las dos locomotoras de la economía occidental, EE.UU y Alemania, alcanzan una sólida velocidad. Pero entre tanto el precio que se está pagando por todo ello es durísimo y afecta a muchos millones de ciudadanos de la UE, como los que empiezan a decir basta en las elecciones de las naciones del sur europeo, como las huestes de Beppe Grillo en Italia, país donde fracasó electoralmente el enviado de Merkel, Mario Monti. Por todo ello, la vuelta de tuerca de Chipre constituye otro elemento de preocupación por el rumbo europeo y un riesgo de gran alcance porque si en los próximos meses no se ve la esperada luz del final del túnel en ese caso asistiremos a una debacle general que puede que sea lo que busca Berlin, convencida de que no hay más salida para la situación actual que la ruptura del euro y de la UE en dos mitades, poniendo fin a la unión política y a la solidaridad.