La caza de Rajoy
La caza de Mariano Rajoy está abierta pero no solo por parte del PSOE sino y sobre todo en el seno del PP donde algunos de sus dirigentes han visto en el caso Bárcenas una oportunidad para plantearse, a corto o medio plazo, la sustitución de su líder y de su presidente del Gobierno a quien no lo ven con la fuerza e ímpetu necesario para abordar la grave crisis económica e institucional de España.
Podríamos decir que, como en el Vaticano, los cuervos del PP o los dirigentes de su propia “Curia”, y los buitres del PSOE, están a la espera de que Rajoy desfallezca. O se vea envuelto en un escándalo mayor (si Bárcenas sigue lanzando bombas de racimo sobre el PP), y entonces decida marcharse. En todo caso nadie en el PP piensa que este Rajoy pueda ganar las próximas elecciones con una cómoda mayoría, si llega a esa cita al frente del Gobierno y del PP. Como nadie se cree que la crisis económica y del paro se vaya a solucionar en un par de años. Basta con observar ahora el festival de ERES para despidos masivos en banca y las grandes empresas, para adivinar que la tensión social aumentará.
Sin embargo, la batalla interna del PP es más fría y calculadora que las embestidas, el “váyase señor Rajoy”, que le llegan desde Rubalcaba y que se repetirán en el Debate sobre el Estado de la Nación. Y es que en torno a Rajoy -y también a su equipo más íntimo del Gobierno y del PP- está creciendo el cerco y cierta unanimidad, que incluso comparten los poderes fácticos de las grandes empresas y de la banca, sobre el convencimiento de que Rajoy no es el hombre adecuado para la crisis general española, entre otras cosas por su falta de valor y decisión para hacer frente a los problemas de España que no consigue identificar porque en la Moncloa no hay talento ni “Estado Mayor” y ni siquiera para poner orden en su propio partido.
El presidente del Gobierno se ha convertido pues en mal menor, en “lo único que hay”, pero carece de autoridad y está huyendo de todo, con la excusa de su meritoria calma o su pretendida astucia gallega, que no es otra cosa que falta de arrestos y de capacidad para decidir. Y no solo en lo que al control del gasto y del déficit público se refiere, que eso lo ha hecho bien con solo cumplir las órdenes que le llegan de Bruselas, sino porque falla de manera estrepitosa en la política, el liderazgo, la comunicación (con un gran desprecio del periodismo) y en la iniciativa. Y se ha rodeado de amigos y fieles pero de escasa calidad. Y ahora empieza a pagar por todo ello.
La crisis de Bárcenas es un ejemplo flagrante de descontrol y falta de iniciativa y autoridad. Rajoy abandonó a Bárcenas a su suerte y este, enfrentado a Cospedal (que le acaba de poner una demanda dejando en evidencia a Rajoy y al PP), se vengó dinamitando la contabilidad secreta del PP. Y todo ello mientras en todo el país crecían los casos de corrupción, los desafíos de Cataluña y el gran escándalo de Urdangarin que afecta de lleno a la Casa Real, ante la impasividad y el desconcierto de Rajoy. El que, además, tiene tocados a cuatro de sus ministros: Mato por Gürtel; Montoro por la amnistía fiscal; Gallardón puede que por el caso Urdangarin a su paso por Madrid; y ya veremos que pasa con Wert y con sus contactos con el famoso yerno del Rey.
En el Debate de la Nación los diputados populares -que dependen de las listas que hace Rajoy-, lo aclamarán y lo arroparán frente a las invectivas de Rubalcaba y del resto de la oposición, pero no se trata de salir solamente airoso del debate por la televisión sino de dar respuestas y tomar decisiones frente a los grandes problemas políticos y sociales de España y eso Rajoy, hasta ahora, no lo ha sabido hacer y puede que nunca se decida a hacerlo. Sobre todo porque antes de abordarlos con decisión y profundidad los debe de identificar y eso ni él, ni su equipo íntimo y bastante medianito de la Moncloa nunca lo van a lograr.