El caos diplomático de la ministra Jiménez
El pasado 15 de marzo la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, anunció en Damasco tras entrevistarse con el presidente de Siria, Bashar El Assad, que “pronto se conocerán avances importantes” en reformas de este país. Los hechos demuestran todo lo contrario: matanzas sin límite de la población a manos del régimen sirio que ha desplegado sus fuerzas de seguridad y el ejército contra los manifestantes, y detenciones masivas en numerosas ciudades de este país que se ha convertido en un violento avispero que nada tiene que envidiar ahora a la represión de Gadafi en Libia.
Aunque justo es decirlo los sirios no tienen petróleo, son aliados de Irán y vecinos de Israel e Irak, y no están cerca de Europa, lo que ha retrasado la condena y las sanciones occidentales como las que parecen ponerse en marcha en EEUU, así como en Francia y Alemania mientras que en España se impone un extraño y confuso silencio.
En todo caso hay que decir que en muy mala hora decidió Zapatero sustituir a Moratinos –que conocía bien el mundo árabe donde fue representante de la ONU- por la ministra Jiménez (apoyada por Rubalcaba) que recibió el premio de ser nombrada ministra de Exteriores por haber fracasado en las elecciones primarias del PSOE en Madrid frente a su adversario Tomás Gómez.Y no solo porque Moratinos fuese buen conocedor del mundo árabe sino porque la señora Jiménez ha dado, en poco tiempo, pruebas de su escasa capacidad política por manifiestos errores. Como los de su optimista declaración sobre las reformas en Siria; o cuando declaró que Marruecos había hecho reformas democráticas y no era comparable a Túnez y Egipto –a los pocos días el Rey Mohamed VI iniciaba nuevas reformas y liberó a parte de sus presos políticos-; o cuando recibió en Madrid al ministro de Exteriores argelino; o pretendió viajar a Egipto para entrevistarse con Mubarak antes de su destitución, viaje que suspendió en el último minuto.
Posiblemente nadie se ha equivocado tanto en tan poco tiempo como la ministra Jiménez. La abanderada de la ya olvidada Alianza de Civilizaciones y también confundida en la crisis libia donde su ministerio no estuvo a la altura de las circunstancias en la repatriación de los españoles que vivían en ese país –muchos se salvaron de la guerra por la iniciativa urgente de Repsol-, mientras el presidente Zapatero se sumaba a la intervención militar de la OTAN en Libia de manera “timorata”, enviando aviones y barcos pero con la orden de no disparar (sic).
Es verdad que en toda esta crisis Mariano Rajoy no estuvo a la altura de las circunstancias, quedándose otra vez en la indecisión y apoyando la intervención en Libia pero a la vez diciendo que esta era “una guerra de Zapatero”. Y a no perder de vista las lamentables declaraciones de Aznar que tildó a Gadafi de “amigo extravagante” y aseguraba que había que apoyar a los dictadores “amigos” de Occidente, citando entre ellos a Mubarak y Ben Alí. ¿Qué opina el PP sobre Siria? Ese es otro misterio de Rajoy.
En todo caso la política exterior y de defensa española es responsabilidad del Gobierno de Zapatero y por lo tanto los errores de la ministra Jiménez y la guerra sin disparos de la ministra Chacón, son actitudes que afectan a todo el Gobierno y al presidenteZapatero, que suma a sus muchos múltiples problemas –crisis económica, paro, tensiones autonómicas, terrorismo-, la debilidad y la confusión de la diplomacia española. La que siempre ha presumido de ser experta en el mundo árabe de mantener con Siria una “especial relación”. La que debió de haberse cortado de manera fulminante desde el primer día que comenzaron las matanzas ordenadas por el presidente sirio. El mismo que había anunciado a la ministra Jiménez “avances” que resultaron ser los de sus tropas y las fuerzas de seguridad contra manifestantes indefensos, e incluso contra cortejos fúnebres cuando se pretendía enterrar a las víctimas de esta represión brutal.