Las noticias sobre nuevas caídas de los precios del barril de petróleo se han convertido en una rutina más desde el verano. Lo que parecía una pequeña corrección ha roto todos los diques de contención y amenaza con llevar el crudo a niveles no vistos desde hace décadas. En este contexto, Repsol se ha descolgado con un acuerdo que, como mínimo, llama poderosamente la atención por las repercusiones que podría tener. La compañía española se ha hecho con el 100% de la canadiense Talismán.
La operación, que se cifra en 10.400 millones de euros, está considerada el mayor desembolso inversor de una firma española desde 2009. Con este acuerdo, Repsol espera consolidar su presencia al otro lado del Atlántico y no en Latinoamérica, en donde el trauma de YPF sigue muy presente, sino en la mucho más próspera Norteamérica. El resultado inmediato de la adquisición es el fortalecimiento de Repsol en la escena internacional, consolidándose como una compañía de alcance global y con un negocio muy diversificado. La cara 'B' del asunto no es tan ilusionante.
Talismán es una empresa muy endeudada, de hecho, uno de los principales motivos por los que se ha lanzado en manos de la mutinacional española de hidrocarburos es precisamente evitar una situación de insolvencia. Prácticamente todos los analistas han puesto el acento sobre esta cuestión, puesto que supone elevar considerablemente la deuda de Repsol, lo que dejaría el endeudamiento total de la compañía en 12.330 millones de euros. De manera alarmante, el ratio de deuda sobre ebitda pasará a ser de 2,2 veces frente al 0,9 actual.
Es por ello que la operación obligará a Repsol a centrar su actuación durante los próximos años en reducir la deuda, por mucho que la propia firma tratara de vender que la compra de Talismán se completa, en parte, con la indemnización recibida tras la expropiación argentina de YPF. Lo que no se contempla en ningún caso es que los precios del crudo se mantengan indefinidamente en los actuales niveles, algo que puede volverse en su contra.
Vía: Cotizalia