Hace algunos años se extendieron al mundo laboral toda una serie de investigaciones sobre conductas y actitudes que se creían pertenecían de forma exclusiva a la institución más violenta que existe en la sociedad: la familia (sólo superada por el ejército en tiempos de guerra). Como desgraciadamente suele suceder, algunos casos bastante llamativos “levantaron la liebre” sobre toda una problemática que yacía latente en casi todos lo ámbitos productivos: estamos hablando del acoso. Así tuvimos noticia de algunos casos estremecedores de acoso sexual y por último de acoso moral. Si les parece interesante, hoy vamos a tratar de identificar en qué consiste.
En el ámbito empresarial, la violencia y el acoso nacen del encuentro entre el ansia de poder y la perversidad. Si bien es cierto que las grandes perversiones destructivas no son nada frecuentes (salvo en la anormalizadora ficción televisiva), las pequeñas perversiones cotidianas se trivializan dando lugar al conocido mobbing.
Esta guerra psicológica puede incluir dos fenómenos:
El abuso de poder, que los asalariados no siempre aceptan, y al que pueden desenmascarar con rapidez.
La manipulación perversa, que engaña con insidias y causa muchos más estragos.
Al principio, las personas acosadas no quieren sentirse ofendidas y no se toman en serio las indirectas y vejaciones. Luego los ataques se multiplican. Durante mucho tiempo y con cierta regularidad la víctima es acorralada, se la coloca en una posición de inferioridad y se la somete a maniobras hostiles y degradantes.
Está claro que nadie se muere por recibir esta clase de agresiones, pero sí pierde una parte de sí mismo. Cada tarde vuelve a casa hecho polvo, humillado y hundido. Resulta muy difícil recuperarse.
El acoso en el trabajo es un fenómeno terrorífico porque es inhumano. No conoce los estados de ánimo ni la piedad. Los compañeros de trabajo, por bajeza, por miedo o por egoísmo suelen mantenerse al margen de la situación. Cuando una relación asimétrica y destructiva arranca entre dos personas se va amplificando progresivamente, a menos que una persona del exterior intervenga enérgicamente.
Además se trata de un fenómeno circular en el que de nada sirve buscar quien ha empezado. De hecho suele olvidarse cual es el motivo por el que empezó. Y tras un tiempo se produce un fenómeno de fobia recíproca entre las personas que mantienen el conflicto: la visión de la persona odiada provoca rabia fría en el agresor mientras que la visión del perseguidor desencadena el miedo en la víctima. Generalmente, en todos los casos de mobbing suele tratarse de relaciones asimétricas en las que está muy claro quién arremete y quién es víctima.
El miedo lleva a la víctima a comportarse de forma patológica, lo que servirá al agresor más adelante como coartada para justificar sus agresiones. Cualquier cosa que emprenda se vuelve en su contra gracias a la mediación de sus perseguidores.
Cuando el acoso se produce horizontalmente (un compañero arremete contra otro) los superiores no suelen intervenir ni prestar demasiada atención. Sólo tomarán conciencia del problema cuando la víctima reacciona de manera muy visible (crisis nerviosas, llantos o bajas laborales continuadas). El conflicto suele degenerar porque la empresa se niega a entrometerse. La víctima no siente que la defiendan, e incluso puede percibir abuso por parte de los superiores ya que no proponen una solución.
Pero, ¿hay personas que son más propensas que otras a sufrir acoso? Si les resulta interesante les emplazo a continuar leyendo en este mismo blog, buscarempleo.es, la respuesta a esta interesante cuestión. Mientras, les invitamos a que analicen las situaciones que viven a diario en sus respectivos empleos y empresas.