El Grand National: Fabuloso espectáculo… pero mortal
El hipódromo de Aintree, en Liverpool, albergará el próximo sábado el Grand National, la carrera de caballos más espectacular del mundo. Una prueba emocionantísima por el esfuerzo de caballos y jockeys que sin embargo cada año está más cuestionada.
Y es que las 22 muertes de equinos en los últimos 13 años deberían provocar que se replanteara el desarrollo de esta mítica carrera. Porque hay que buscar soluciones con urgencia.
No me malinterpreten. Me considero un amante del turf y especialmente del espectáculo de las carreras de vallas (que por cierto, volverán al hipódromo de La Zarzuela el próximo domingo). Pero también de los caballos. No se trata de trazar una línea en el suelo y de que a un lado se pongan los aficionados y al otro lado “los que quieren acabar con las carreras de caballos”.
Cuando en 2009 llegué a Aintree y en los exteriores del hipódromo me percaté entre la muchedumbre de una veintena de personas manifestándose yo también les vi con los ojos de los que contempla en un estadio a la afición del equipo rival. Error. Con el tiempo me percaté de que no se manifestaban contra algo, sino a favor de algo.
No es habitual que suceda en las carreras lisas, pero en alguna que otra ocasión ya había tenido la mala fortuna de asistir al momento en el que un caballo es sacrificado en la pista, en el hipódromo madrileño. Porque aunque también se dan casos de muertes por infarto –extenuación- en la gran mayoría de las muertes, el caballo se rompe alguna pata en plena carrera y un veterinario lo sacrifica con una inyección letal. Mantenerle con vida sería muy costoso para el propietario y muy doloroso para el animal. En realidad, y pese a lo osado que parezca, no sé lo que es peor para el caballo, morir o ser mantenido con vida entre terrible sufrimiento. Con ‘Bárbaro’, un gran campeón, sí se intentó -sin éxito- la recuperación. Cuestión de parné.
El procedimiento es el mismo donde quiera que suceda el drama. Los operarios tapan la escena con un biombo, se aplica la inyección y una furgoneta o una ambulancia retira el cadáver del animal.
En España estamos menos acostumbrados que en Gran Bretaña y quizás por no estar acostumbrados, cuando sucede nos quedamos más estupefactos. La sensibilidad de los aficionados se refleja hasta en las webs especializadas, donde siempre algún internauta lamenta lo sucedido y da ánimos a los propietarios, lo que es secundado por más aficionados. Pero en las Islas Británicas es más común. No conocía las estadísticas, brutales, cuando asistí a dos muertes tras la línea de llegada en el National de 2009. “¿Es muy habitual?” –pregunté a un aficionado inglés-. “Sí, claro, todos los años muere alguno”, me respondió como si me dijera qué hora era.
Ahora, en las horas previas a un nuevo Grand National recuerdo aquella experiencia, la estatua del mítico Red Rum -enterrado junto a la línea de meta-, el ambiente en los días previos de Liverpool -donde también vi una ‘manita’ de ‘mi’ Everton-, las apuestas, las corbatas, los prismáticos… Pero señores, veintidós caballos muertos en 13 años es una cifra para reflexionar. Como en 2011 murieron dos equinos, al año siguiente se ‘suavizaron’ las condiciones, se advirtió de multas por exceso de fustazos… Dio igual. Fallecieron otros dos, entre ellos, curiosamente, el favorito a la victoria. Habrá quien asevere que sin el sufrimiento actual el Grand National no sería tal. Perfecto. Ideemos un Grand National sin muertes. Lo prefiero. Si hay que bajar más los obstáculos, que se haga. Si en vez de recorrerse siete kilómetros se recorren cinco, que se haga. Y les digo más. Si los más rancios se resisten a cualquier cambio, que se elimine del calendario. Vivan las carreras. Y viva el Grand National. Pero que vivan los caballos.
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