Brenan, Borrow y el turismo de borrachera
Ya tenemos a los británicos -y otros aficionados- beodos por las playas Magaluf, Salou, Gandía o Lloret, celebrando la consagración de la primavera con unas cundas a horas intempestivas que en su país no pueden elucubrar.
¿Qué tiene de malo que nos invadan los bárbaros si es para emborracharse entre ellos?, después de todo es una invasión pacífica y lucrativa para los nativos.
Los británicos “tocados y puestos” que venían antes eran quizás más nocivos. Richard Ford, “imbuido de esa aplastante autoestima y de esas complacientes certezas que lucían los ingleses” que visitaron España en el siglo XIX, o George Borrow que nos vino a vender biblias protestantes, no nos hicieron ningún bien. Dieron una imagen desastrosa de España que no afectó el turismo, más dirigido a Italia y Francia.
Tom Burns Marañón en su espléndido ensayo “Hispanomanía” nos explica su irritación ante esos ingleses incapaces de entender España. Quizás el peor de todos fuera el beatificado -por el PSOE- Gerald Brenan que vivió en Yeguen con el mismo desapego que Livington entre las tribus del Congo. No se enteró de nada, recibía sus libros, correos y visitantes de Inglaterra y aún le quedó tiempo para montar un lío fenomenal en el grupo de Bloomsbury al ligarse a Carrigton que estaba casada con Ralph Partridge y vivía enamorada de Lytton Strachey. ¿Cómo se puede estar en Yeguen y perturbar a Virginia Wolf?, pues no estando realmente en Yeguen.
Estos borrachines de ahora son más inocuos, los ingleses decimonónicos eran más pintorescos y peligrosos.