De libros
Viene el día de la rosa y el libro, que me pasaré firmando de librería en librería. Yo, que vivo para leer, no entiendo cómo la gente lee, pues vistas las vidas que llevan no me salen las cuentas de cuando tienen tiempo para leer. ¿En vacaciones? Entonces harán un par de libros al año.
Luego me intriga lo que se leen. De mí sé decir que, como me aconsejó José Fernández Montesinos, ya no leo: releo. Y me dedico a biografías.
Ya no tengo ganas de realizar el esfuerzo de meterme en el mundo irreal de una novela, a menos que sea histórica. Prefiero leer biografías, que suelen ser como novelas y son verdad. Por algún defecto mío siento que leer cosas que realmente han pasado es mejor que leer escenas inventadas. Lo cual puede ser un error pues la realidad sigue a la ficción como explicó el divino Oscar Wilde.
Leo biografías inglesas: el esteta y sinófilo Harold Acton de Florencia; el crítico de arte Kenneth Clark (El otro lado del bosque); el literato Logan Pearsall Smith, el que acabamos de publicar solo Shakespeare; el historiador Hugh Trevor-Roper, su biografía sobre el ermitaño de Pekín; Sir Edmund Backhouse, el fantasmón más divertido del siglo pasado.
Leo biografías y autobiografías, incluso cartas de Isaiah Berlin o Trevor- Roper, la correspondencia de Voltaire con Mme Du Deffand y la de Virginia Woolf con Lytton Strachey. Muy poco.