Mi ideal político
¿Hay algo más patético que un hippy de 70 años? Si así no fuera, yo sería hippy todavía, por dentro y por fuera. Ahora solo lo soy por dentro, por fuera procuro ir de gentleman inglés, que es el modelo más elegante y adecuado para esa provecta edad.
Cada época de la vida -que discurre en fases de 7 años, o sea, uso de razón a los 7 años, pubertad a los 14, mayoría de edad 21, etc. – requiere su aspecto exterior y su talante interior. Suele suceder lo mismo con las actitudes políticas: los niños son totalmente de derechas, consumistas, hedonistas, egoístas, insolidarios, explotando a los padres todo lo que pueden. Los adolescentes van desorientados intentando comprender como es la vida, perplejos ante la pérdida del paraíso de la niñez. Pero los jóvenes lo tienen claro y suelen ser de izquierdas porque quieren cambiar el mundo.
Yo lo fui en la universidad aunque en los 60, la izquierda la dominaban los comunistas, y jamás me gustó su estilo: se parecían demasiado a los inquisidores y a los puritanos, de modo que fui lo que se llama demócrata en general. En el año 68 fui a la Universidad de California en Barkeley y caí de lleno en la época dorada de los hippies. Naturalmente me hice hippy, ecologista y feminista además de fan de Crosby, Stills and Nash y Creedence Clearwater Revival. A la vuelta conecté con los escasos hippies de este país y ayudé a fundar la revista Ajoblanco, con ideas contraculturales y liberales. El anarquismo siempre me ha parecido más humano e íntegro que el comunismo.
Pero el anarquismo y los hippies desaparecieron en los setenta y voté a los socialistas de Tierno Galván al llegar la democracia. En el 82 me voté a mi mismo pues me presentaron por Esquerra Republicana en Gerona, luego me quedé en casa escribiendo y fui comprobando con alarma que los socialistas no eran de izquierdas, eran oportunistas, trepas y sectarios. Después de dos abstenciones decidí apoyar plenamente al Partido Popular en 1993 para acabar con la pesadilla felipista. Tenía entonces 53 años y ya era hora de entrar en una etapa centrada y centrista, acorde con la experiencia de la vida. Supongo que si los socialistas hubiesen sido honrados y no hubiesen pretendido ocupar y controlar todos los resquicios de la sociedad civil, les hubiese seguido votando, pero cuando vi que eran tan capitalistas como el que más y, encima malos administradores, despilfarradores y arbitrarios, decidí apoyar al único partido que podían echarlos. Además, España necesita un partido liberal, de centro para que la democracia funcione. Si los intelectuales, por definición, solo podemos votar la izquierda, la democracia estaría descerebrada. Como, por otro lado, hoy día cualquier gobierno en el poder aplica una política capitalista, prefiero un partido con total libertad, que desee de sí mismo la intromisión del estado allí donde no es imprescindible, como era el programa y el talante del Partido Popular. Me gustó también la calidad humana de José María Aznar y su equipo, entre el que abundaban brillantes señores.
Desde la caída del Muro de Berlín el sistema capitalista de mercado se ha quedado sin alternativa, de modo que el trabajo de los progresistas ahora consiste en mejorar ese sistema. La ásete del capitalismo es el liberalismo, su mejor gobierno es el menor gobierno, procurar que el mercado funcione con la menor intervención posible, respetar la ecología y mantener un estado del bienestar razonable, no hipertrofiado. Creo que el siglo XXI verá un renacer del liberalismo en política y una sustitución del trabajo alienante por los márgenes. Espero y deseo que la política acabe convirtiéndose en una buena administración y que votemos a personas -no partidos- en listas abiertas.