Ociosidad
Inmerso en la oceanografía del tedio, tengo casi pereza de hablar del tema. El verano es la más cruel de las estaciones para el columnista porque la laxitud circundante le arrastra en su nube de pegajosa inacción. El artículo va camino de no decir nada por culpa del ocio que uno palpa hasta en WhatsApp y, sin embargo, el ocio mismo, sin ir más lejos, es uno de los temas centrales de nuestro tiempo. Existe una asociación mundial del ocio, no formada perezosos anónimos, sino por competentes sociólogos de todo el mundo y otros estudiosos del ocio. Cavilan y debaten cómo afrontar con dignidad el tiempo libre que se nos viene encima, mayormente por el paro.
Doblar la productividad consiste en producir el doble en el mismo tiempo; a casi nadie se le ocurre doblar la ociosidad, que consiste en producir lo mismo en la mitad del tiempo. Ambas opciones son posibles gracias a las máquinas y mi opinión es que, a la larga, la segunda prevalecerá sobre la primera, de modo que preferiremos más tiempo libre a más trastos o dinero. ¿Qué hacer con ese tiempo recuperado para la libertad? Es el tema de los estudiosos del ocio y no es un tema ocioso, precisamente, puesto que en él hay mucho dinero a ganar. El “neg-ocio”, que es la negación del ocio, se insinúa en las actividades del tiempo libre en una oferta calculada para desplumar a los incautos ociosos.
Contra esto sólo queda el recurso de los humanistas cuya divisa era “Otium cum Dignitate”, un ocio gratuito pero que exige cierto esfuerzo mental para ser practicado. Se necesitan ganas de leer, de conversar, de tocar un instrumento, de visitar lugares amenos o contemplar obras de arte, ocupaciones todas que no cuestan dinero, pero sí esfuerzo, imaginación y sensibilidad. Se comprende que una generación de humanistas interesados en el ocio con dignidad no se improvisa, al contrario, solo se consigue merced a una educación en las humanidades. Mientras la educación sea una ramplona preparación para el trabajo especializado, tendremos todas las de perder ante el ocio. Del paro ya nos libraremos algún día, cuando se reparta el trabajo y las jornadas sean de cuatro horas.