Siniestro total
Antes en la Renfe había revisores, ahora hay “interventores”, una cursilada. Antes en la Renfe iban a 70 km por hora y no pasaban de 85, ahora van a 190 y se cargan a 80 personas. Los insensatos con medios perpetran mayores insensateces. Porque ¿cómo llamar a un interventor que telefonea al maquinista, que está a dos vagones de distancia, para decirle que pare para bajar a cuatro amigos suyos? ¿Y cómo llamar a un conductor que, distraído por el teléfono, se pone a 190 en una curva para 80 como máximo?
Lo siento, error humano y todo lo demás, pero esos dos señores merecen toda mi repulsa, antipatía y cincuenta latigazos cada uno, como en las películas de romanos o de colegios ingleses. Hay errores que no deben quedar impunes, siempre en proporción a sus daños.
Durante la época de Primo de Rivera descarriló el Expreso de Andalucía, y un periódico -cuyo nombre no diré porque se lo imaginan fácilmente- dio la noticia: “Ayer descarriló el tren a Sevilla causando 5 muertos. Por fortuna, todas las víctimas eran de tercera”.
¿Será verdad o es un chiste macabro para resumir la mentalidad de la época? Pues ahora la mentalidad es “no nos metamos con el conductor, no vayamos a causarle un trauma psicológico”. Lo siento, no comulgo con esas ruedas de ferrocarril; que pague su culpa, y si no, que hubiera hecho caso de las alarmas sonoras que se dispararon.
A mí me paran, registran y multan por conducir hablando por el móvil: ¿qué deberían hacer si llevara 300 pasajeros y matara 80? A la cárcel en espera de un indulto. Aunque el revisor ahora se llame “interventor” y los viejos “tercera edad”, las cosas siguen siendo como eran: al pan pan, y al vino vino y nada de “fromage” a lo que se está viendo que es queso.