Comprar votos
Cuando Joaquin Costa escribio “Oligarquía y Caciquismo”, la democracia alternante de la Restauración tenía un grave defecto: los caciques compraban los votos, de modo que lo que salía venía condicionado por el dinero.
¿Pero acaso en USA no se venden los candidatos a base de propaganda costeada por donaciones? Y darles a los vascos del PNV 472 millones de euros para que aprueben los presupuestos ¿no es comprar su voto? En Euskadi los parados van a recibir 2473 euros por desempleado, mientras que en Andalucía recibirán 619 euros por parado.
Ese es el eje del pasteleo en España: los vascos cobrando y dejando de pagar y los andaluces perpetuamente subvencionados por una “deuda histórica” que se han inventado con el PSOE y que no cesa.
Comprar al PNV para que le apruebe los presupuestos debe ser legal, pero no es correcto. No es la primera vez que sucede, con PNV o con Coalición Canaria y no dejan de rechinar.
Hace veinte años escribí un artículo en la tercera de ABC que titulé “Del Paro al Voto” parafraseando mi libro “Del Paro al Ocio”. En él expresé la contribución de Andalucía al voto del PSOE. Si en el resto de España el PP equilibra en votos al PSOE, toda la diferencia de escaños en la elección de 1993 se debió a Andalucía. A eso yo le llamaría una España invertebrada o más bien desvertebrada o anfibia, porque la columna vertebral es el eje Euskadi, Madrid, Andalucía mandando sobre el resto de periferias, aunque sean tan importantes como Cataluña o Valencia.
El eje del Mediterráneo es una muestra paradigmática de esta desvertebración española. Aunque económicamente el eje Cataluña-Valencia, que se prolonga hasta Almería por el sur y hasta Francia por el norte, sea el más potente de España, el tren no lo refuerza ni las demás infraestructuras lo reflejan. España es centralista con su foco en Madrid y su sistema radial que no se corresponde con la realidad económica.
Se corresponde, en cambio, con una realidad de que se benefician vascos y andaluces. Mientras se crece el separatismo en Cataluña.