Carta Blanca
En el paraninfo de la Universidad de Barcelona ha aparecido, durante el acto pro-Garzón un repelente slogan: “Carta-Blanca”. No es tan repugnante como el que se dijo en el paraninfo de la universidad de Salamanca y que Unamuno contestó de forma inolvidable: “Venceréis, pero no convenceréis”. Tan no convencieron que aún lo estamos discutiendo setenta y cinco años después.
Si bien “mueran los intelectuales” a pesar de la parte que me toca, a veces parece gracioso, el viva la muerte no tiene ninguna gracia y carta blanca tampoco. Nadie está por encima de la ley, ni merece saltársela por méritos adquiridos, ni siquiera en España donde llamarle a uno franquista pretende ser el argumento definitivo. Franquistas son los que actuarían como Franco, o sea, si pudieran, se pondrían ellos por encima de la ley, como quieren situar a Garzón con esa cretinez de “Carta Blanca”.
El día 21 murió el fiscal Whitney Harris que por su experiencia en los juicios de Nuremberg se convirtió en propulsor de un sistema de justicia internacional para afrontar crímenes de guerra contra la humanidad y genocidio, que han sido la base del Tribunal Penal Internacional de La Haya. Tras encausar a Höss, el jefe de Auschwitz quedó tan horrorizado de la impersonalidad del asesino, que no paró hasta crear esa instancia de crímenes contra la humanidad y genocidio, que últimamente Garzón aplicó a Pinochet con toda la razón. Pero de eso a carta blanca, va un abismo, que es la fosa entre las dos Españas.
Una cosa es juzgar a Franco y otra juzgarlo mal. El TS no es franquista, sólo percibe defectos de forma en el procesamiento. Sólo una izquierda sin argumentos puede llegar a confundir estas obviedades. Pero lo interesante es por qué. Nadie ha teorizado mejor sobre la causa del horror nazi que Carl Gustav Jung. Achaca a los alemanes un complejo de inferioridad, amor a la obediencia y rendida sumisión a las órdenes. Inferioridad según Jung producto de su precaria posición entre el Este y el Oeste. De los pueblos bárbaros que emigraron a Europa son los que partieron más tarde y “llegaron demasiado tarde”.
¡Qué diablos pasó con España para que estemos aún partidos en dos y sigamos con ello, alimentándolo, recordándolo, reabriendo tumbas y demoliendo mausoleos!. Yo tengo una teoría sobre nuestro subconsciente colectivo: lo nuestro no es inferioridad, es envidia. Nadie reconoce sus propios errores, tenemos razón por ser quien somos. Y los que así piensan es lógico que otorguen carta blanca al que les represente mejor.
Aunque en el caso de Garzón su complejo no es la envidia, sino la vanidad. Legará su ego a la Complutense, como decía Woody Allen de Norman Mailer.