ENTREVISTA

Núñez Seixas: “La historia no es la memoria, la historia desmitifica y la memoria fija cánones, patrones”

El catedrático analiza en “Volver a Stalingrado. El frente del este en la memoria europea”, lo que nos dejó la guerra mundial en Rusia

Xosé Manoel Núñez Seixas

GUTEMBERGXosé Manoel Núñez Seixas

Ahora que tanto se habla de la memoria histórica, Xosé Manoel Núñez Seixas, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Santiago de Compostela, lo tiene claro: “La historia no es la memoria. La historia desmitifica y la memoria fija cánones, patrones”. Pero, precisamente por eso, la memoria es un buen tema de estudio para un historiador. Es lo que ha hecho él en su reciente libro Volver a Stalingrado. El frente del este en la memoria europea, 1945-2021 (Galaxia Gutenberg) con el que ganó el Premio Internacional de Ensayo Walter Benjamín de 2021.

El libro trata de lo que, desde hace unos años y debido al historiador francés Pierre Nora, se llaman lugares de memoria. Que no son solo lugares; un lugar de memoria puede ser un hecho, digamos Annual, o un año, digamos el 98. De modo que este trabajo de Núñez Seixas, y tal como él mismo explica, “no es sobre la guerra, sino sobre cómo se recordó, su rastro en las mentalidades, cómo se vio en los discursos, no históricos, sino literarios, cinematográficos, lo que rige la memoria colectiva”. Y para entender mejor su contenido, hay que fijarse más en el subtítulo que en el título. Es decir, se ocupa de todo el frente del este en la segunda guerra mundial, no solo de Stalingrado. “El título sugiere menos de lo que el libro da”, dice el historiador. “Pero me gustan esos títulos cortos y hay que buscar titulares contundentes. Y, en todo caso, Stalingrado es uno de los grandes lugares de memoria”.

'Volver a Stalingrado. El frente del este en la memoria europea, 1945-2021' de Xosé Manoel Núñez Seixas

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Así pues, el libro analiza cómo se recuerdan los hechos ocurridos en el largo frente del este (del que Stalingrado es uno de sus grandes símbolos) en las naciones europeas que lucharon allí. Que no fueron solo Alemania y la Unión Soviética, sino España, Italia y Finlandia, que estuvieron al lado de la primera, los países de Europa del este que, tras padecer la invasión alemana, sufrieron la particular ocupación soviética, además de portugueses enrolados en la División Azul española y rumanos fascistas. “Una guerra como la del frente del este me pareció que podía servir a este análisis de la memoria, porque hay un elenco de países y grupos y muchas memorias familiares. Daba un panorama complejo e interesante para comparar. Y un modo de mirar al pasado de Europa”.

Por lo que respecta a nuestro propio país, “el que España no fuera beligerante hace que eso no esté muy presente; hay calles dedicadas a la División Azul, pero no son muchas. Hubo una cierta preterición porque era incómodo. Lo que se vendió es que España había descubierto al auténtico enemigo, que era Rusia, como lo habría descubierto Finlandia. Entonces, se dice que se luchó con Alemania, pero no por Alemania”, dice Núñez Seixas.

Acuerdo en lo secundario, no en lo fundamental

El asunto de la memoria es complejo y escurridizo; es obvia la dificultad de poner de acuerdo a todos, incluso dentro de un país. “Por definición evocan una pluralidad de memorias en la sociedad civil”, explica el autor del libro. “Hay una memoria fomentada por el Estado y las instituciones, y otra que surge de la base; y se influyen mutuamente. Pero hay grandes disparidades. Se ve en Alemania y en otros países. Se puede fijar uno en el consenso o en la multiplicidad, que es más interesante. Hay puntos mínimos fijados por los Estados democráticos. En Alemania, desde los años 80, se impone un discurso crítico en el que aflora el sentimiento de culpa. En Rusia es más clara la idea de la victoria. En Italia, por ejemplo, hay una memoria benigna de los soldados italianos. Hay consensos básicos muy generales, lugares de memoria que concitan consenso. Hay más acuerdo en lo secundario que en lo fundamental”. Como escribe en el libro. “no existe un patrón europeo del recuerdo del frente del este”.

“Alemania se divide, pero, de algún modo, hay acuerdo en cargar las responsabilidades a una élite”, añade. “Son conscientes de que son el país agresor, del Holocausto. La RDA se desentiende, somos un país nuevo, vienen a decir, la responsabilidad es de los nazis. En la RFA se exime también a los soldados y se carga la culpa en las SS. La Wehrmacht fue limpia y los nazis han sido juzgados; ahora, a otra cosa. Pero quedan asignaturas pendientes y una tercera generación lo asume con ojos críticos”.

Más allá de la memoria y de sus diferencias con la historia, un asunto como este obliga a menudo a volver sobre hechos históricos. Como escribe el autor, “la lucha de los invasores [y escribe invasores, no alemanes] permitió que funcionara Auschwitz”. “Sí”, corrobora en la entrevista. “Decían que no sabían lo que pasaba en la retaguardia, pero sí sabían que algo pasaba. La Alemania de posguerra se obsesiona con Stalingrado para fomentar el victimismo, que es en lo que se centran. Stalingrado simboliza el victimismo alemán, los soldados abandonados a su destino, igual que el destino de Alemania en las manos de un loco. Pero esos soldados también cometieron excesos. El relato victimista incide en que el horror lo practicaban otros, los nazis. Como si no tuvieran apoyo social. Buena parte de la RFA se había olvidado de lugares como Auschwitz. Hablar de Stalingrado era ver soldados de élite, pero que antes habían participado en Auschwitz. El péndulo siempre oscila en el lado alemán. Durante años se encontraban novelas populares pensadas para veteranos de guerra. Ese discurso victimista ha durado hasta hace poco”.

El centro de la ciudad de Stalingrado después de la victoria soviética sobre las tropas del Eje

WIKIPEDIA_El centro de la ciudad de Stalingrado después de la victoria soviética sobre las tropas del Eje

Y eso lo refleja el cine; por ejemplo, la estupenda Uno, dos, tres de Billy Wilder y aquello de “¿Adolf? ¿Qué Adolf?”. “Y más películas”, dice Núñez Seixas. “Hay informes de norteamericanos que encuentran en Alemania a gente civilizada, con casas limpias, gente que aparece como buena e ignorante de Hitler. Nadie recordaba al Partido Nazi, que había tenido muchísimos afiliados”.

En fin, la importancia del frente del este está fuera de duda. Como dice el autor al principio del libro, fue “una auténtica guerra dentro de la guerra… la mayor guerra terrestre de la historia” en la que contendieron entre 40 y 45 millones de personas. “Sí, fue un escenario específico; primero por su relevancia cuantitativa, fue donde hubo más muertos, las dimensiones del frente, todo es excesivo. Si Alemania no se hubiera desangrado allí, la guerra habría sido distinta. La URSS, hasta la apertura del segundo frente con los desembarcos en Italia y, sobre todo, Normandía, fue la que llevó el mayor peso. Otra cosa es que, luego, fueran libertadores, porque impusieron su propia dictadura. Pero sin frente del este no habría habido Holocausto”.

Los mitos de la División Azul

Volvamos a casa y a la División Azul, que el autor ha investigado a fondo en otro libro (Camarada invierno). “Comparados con los alemanes, los españoles son mejores ocupantes, pero comparten con ellos el considerar a los rusos inferiores como pueblo. No hay tabúes raciales en los españoles y no hubo abusos colectivos, pero sí individuales. Algunos españoles saquean de un modo caótico, que es lo que no les gusta a los alemanes; ellos saquean de un modo planificado. Los españoles se comportan mejor, pero cometieron algunos maltratos y abusos. Otra cosa es creerse el discurso construido por los ex-divisionarios y las hermandades de combatientes. Hay ex-divisionarios que escribieron presentándose como héroes malditos. Todo eso creó una imagen favorable. El propio Dionisio Ridruejo escribió que él no se arrepentía de haber estado allí. Y esa imagen superbenigna, que también se da en Italia, es compartida por una parte de la izquierda. Jorge Martínez Reverte habla de su valentía; era gente que luchaba por su supervivencia. Lo curioso es que, en el recuerdo colectivo alemán, los italianos, como los rumanos, quedan como cobardes, y los españoles, no. No dejan de ser mitos, y una parte de la izquierda se los ha creído. A mí me dijo un hijo del mismísimo Líster que no le cabía la menor duda de que se portaron con caballerosidad. Como se ha dicho, comparados con los alemanes y su crueldad metódica que nadie ha superado, cualquiera era mejor”.

Por si fuera poco lo dicho, el frente del este está, dice Núñez Seixas, lleno de enseñanzas sobre la naturaleza humana en circunstancias excepcionales. Poco bueno, cabe suponer. “Sí; es el escenario de una enorme carnicería. En otros frentes lucharon democracias contra totalitarismos, pero en el este son dos totalitarismos los que se enfrentan. En ambas retaguardias se torturaba, se usaba mano de obra forzada, estaba el desprecio ruso por la vida humana. La represión estalinista se acentuó durante la guerra, pero los rusos lo vivieron como una empresa colectiva, ilusionante”. Y sí, lo que muestran algunas películas (Enemigo a las puertas, por ejemplo) es cierto. “Hubo órdenes suicidas del mando soviético, con la policía política detrás disparando al que no avanzaba. Primaba la idea de lo colectivo. No importaba el destino individual sino el de la patria”.

Por supuesto, la división de Europa tras la guerra incidió de modo directo en la memoria del conflicto. “Hay una operación de blanqueamiento sobre todo del Ejército profesional dirigido por la inteligencia militar norteamericana. Ellos se plantean: la próxima guerra será contra la URSS. ¿A quién tenemos que nos cuente sobre ellos? Por otro lado se impone la idea de que Hitler era un idiota, no era militar y no tomó las decisiones correctas. Ese planteamiento ocultaba cosas. Además, en la guerra fría hay que contar con Alemania, y armarla. Y para rehacer su ejército hubo que recurrir a profesionales que habían estado en la Wehrmacht. Eso también pasó en la RDA”.

Volver a Stalingrado se refiere también a esa constante del silencio de los que lucharon. “Eso es algo general; tienen grandes dificultades para contar su experiencia en el frente. No puedes contar, por ejemplo, que mataste a un prisionero porque no podías cargar con él. Incluso entre ellos, los veteranos tienden a contar los momentos más dulces en la retaguardia. La muerte siempre es un tabú. Una experiencia conocida es que algunos, en su lecho de muerte, deliran y hablan de lo que pasó. Quedan problemas psíquicos como el terror a los bosques, donde no se veía bien y se escondían los partisanos. Por eso ver los escenarios ayuda a entender muchas cosas”.

¿Está volviendo el mundo a esos tiempos como sugiere en el libro? “Es una licencia un poco retórica por Ucrania. Hemos vuelto al siglo XX, más que a 1945, hay temores que estaban superados y están volviendo. Los tanques de Putin, la movilización general. Parece que lo de Ucrania evocaba escenarios del frente del este. Odesa, Crimea; son lugares que enseguida suscitan memoria. Y está el uso de la memoria por Putin”.